2 jun 2013

La buena salud de Odiseo

Duna remís, chocado, acercándose peligrosamente por el cuadrante sur sur este-
-Adelante Comandante Torres, tiene permiso de aterrizaje
-Coordenadas torre de control.  Cambio.  Conteste torre de control, aqui Torres, torre-
Sueña Oidseo mientras piensa que sueña que divaga por los intrincados corredores del recuerdo, y se le confunden sujeto pasivo y activo de la comunicación, por homofonía.
¿Que puedo deciros, caballeros, que no se haya escrito ya respecto de la dureza del asfalto frente al hormigón?
El hormigón es terriblemente duro, dificilmente pueda ser atravesado por hormigas, salvo en la imaginación del deiforme caballero de San Vicente.
Nada es casual en la vida del héroe, lo sorprendió la "feliz idea" de medir la dureza del asfalto, que asume entre 8 y 9 en la escala Mohs.
Extraña como incoherente idea de entregarle un carnet de conducir a Odiseo.
Nave de escasa(ísima) cilindrada, agua de llovizna, Duna remis que lo encierra, movimiento rectilíneo uniforme, motocicleta al máximo de su potencia en potencia, entre 24 y 27 km/h
Una verdadera locura. 
Concurso de hechos, coincidentes en el continuo espacio temporal, que aislados per se no hubieran significado gran problema.
Repitió no menos de quince veces esta versión libre del siniestro a las visitas, esas que observan el cartel con la enfermera y el dedo índice perpendicular al plano horizontal del suelo patrio; prohibición esta que no parece alcanzar a los usuarios de las camas. Locales que siempre guardan una mejor posición frente a los visitantes.
A fuerza de repetirse y retroalimentarse, el relato cobra vida propia, bastante viciado de nulidad, no podemos decir que falto de verdad, sino que al repetirlo, el divinal Odiseo recuerda cosas nuevas con las que va enriqueciéndolo conforme cambia la audiencia.  Algunos datos los agrega porque quedarían bien.
Los amigos llegaron mucho después, notaron que estaba mejor de salud, que no lo molestaba el yeso o el olor del hospital, y que en breve le darían el alta, al escuchar los agregados al relato y entre los miles, aquellos referentes al color de los calzones de la enfermera que le tomaba la presión y su conato de infarto, entendieron entonces momento culmine o pico y dieron comienzo el procedimiento "guarangada a discreción"
-Estaba conmigo, te juro -sentenció Odiseo.
-¡Estás loco!- ¡No van nunca minas en las ambulancias y si van, no son enfermeras, y si hay enfermeras no van de polleras, y si van de polleras, nunca te apuntan con eso que llamás el felpudo!
Odiseo, fecundo en engaños, fue tramando a lo largo de las horas en que no llegaran a visitarlos los que piensa caro a sus sentimientos, agregados que embellecieran, o incrementaran el valor de su caída del ciclomotor. A modo de venganza. Si bien no pueden ser los primeros en llegar a verlo, y cumplen con su mandato de ser los últimos, también el debe cumplir con alguna verdad a medias afín.
Ellos lo sabían y por ello se lo permitían.
Por fin atiende el celular Jacinto, que siempre deambulaba por madre tierra con tal adminículo, para escarnio de sus compañeros.
-Che Odiseo, Pregunta un tal Caronte si vas a tomar el flete que le pediste.
-¿Con dos pesos te arreglás?- preguntó Rómulo esgrimiendo los restos de lo que fuera un billete.
-No, solo monedas parece que acepta el viejo-
-¡Abri la boca, no te hagas el loco! ¡Vamos que se va la lancha! ante el fruncimiento labial demasiado esforzado del accidentado Odiseo.
Esos chistes no se hacen en un hospital. Che. Odiseo y su variopinta cohorte de alegradores matinales. En una hora le dieron el alta.
A pedido de su compañero de cuarto.


Ni pacientes, ni auxiliares de la salud, ni administrativos alegan nada, pero son demasiadas colillas en el suelo, la botella de wisky que surgió por generación espontánea, demasiados vocablos que aluden a la parca y la gota que colma el vaso de la prudencia: la prima pampeana que llegó con los amigos, encandiló a varios convalecientes con esos colores de pelo, rouge, cartera y zapatos. 
 Pero por sobre todo, con el verbo que trajera consigo.