22 abr 2013

Lemiteliusansin Capitulo XI (fragmento)


Capitulo XI 


Existen, es vox populi, momentos non plus ultra en el calor de las discusiones; fronteras que es perentorio no transpasar, puntos en el tiempo que obligan altos necesarios en el mediocampo de manos de un, imaginario cinco inteligente, que requieren de ese que pise la pelota y observe; necesidad imperiosa de una pausa.


Para ser fieles a la imagen anterior, debería ser de pies y no de manos de ese cinco, porque si la mano es intencional, es tarjeta amarilla.


Conviene hacer un alto antes de llegar al momento en que los mozos de los bares mencionan a las fuerzas del aparato represivo del estado, los azulados uniformados; menos conviene aun, que lo hagan tres veces en una y misma oración.


El equipo de Odiseo y Sisoco, no cuenta con ese cinco en el mediocampo que alerte sobre este tipo de amenzas.


Por divertidos que encuentren sus mutuos chistes o el volumen de la voz, debe -al menos uno de los individuos de la reunión- mantener alerta el oído, también el ánimo, el aparato cognitivo todo a este tipo de modificaciones en el entorno, llamado: la realidad, por caso, la voz de los mozos.


Debido a que no son pocas las veces en que estos, los mozos, llevan a cabo esa amenaza, seguramente con eufemismos -dificultan aunque no mucho captar el mensaje, hay que admitirlo- “la yuta” o “la cana” o “la taquería”o “la gorra” o “la ley”, omitiendo el lógico y simple “la policía”, por motivos que desconocemos, resaltando, al oído común y corriente, una extraña predominancia en el uso del femenino, asociación de género que no debe ser grato a esta varonil estirpe de gente, el largo brazo de la ley. Llegado a ese punto, obra una extraña pero lógica metamorfosis en la mínima cordialidad de la díada mozo-cliente.


Sobran los argumentos para esquivarle a antagónicos como “la yuta”, que carece de argumentos, o los pocos que le quedan, son bastante discutibles.


Amenaza, esta de: convocatoria ipso facto de la ley, que fuera muchas veces utilizada a lo largo de la historia de los consumos alcohólicos de nuestros héroes, sean málticos o vínicos o fernéticos, tanto en este y otros negocios del ramo: expendio de alcoholes. ¿Por qué venimos acá? Si, es re ortiva el gordo este. Si. Es que los otros son peores, no dejan que nos sentemos siquiera y un dedo medio que se desprende de su entorno y se eleva en franca actitud fáquiu, o todos los dedos de una mano apuntando arriba, que imaginamos significan, en el idioma gestual de de la calle: fáquiu y su pandilla. ¡Que te poné la gorra la puta que te... Che putotario! Tu mamá me gorrea y puntos de no retorno similares.


La realidad hace un alto si no lo hacen los heroes, o se pierde el contenido de esa porción de realidad en los pareceres de los héroes, puesto que ya en la vía publica, enfoca uno de ellos, Sisoco García, de fuselaje angosto, apunta el aparato escópico con cierta dificultad -debida a la patología llamada miopia agravada por borrachera- y nota, para su gran asombro, una puntual y familiar depresión en la pared de la vereda opuesta.


Un brusco cambio, no extraño mas si mágico en la homogénea y rectilínea composición de esa pared, depresión en la línea de edificación merced a un harto frecuente prodigio de la arquitectura, diseñado en madera en este caso, que por mera convención llamamos puerta; totalmente cubierta la mencionada puerta de este caso, por sucesivas e insistentes capas de calcomanías de colores, todas ellas, de cervezas de diferentes marcas, a tiro de piedra desde donde se encontraban. ¡Asombro! Nirvana, la magia existe.


Al escuchar esta expresión, cobra raros ímpetus el ánimo de Jacinto Ruiz, hombre proclive a caer en trampas gramaticales debido a su condición de pelotudo. Esto hace que se agache a tomar un cascote de mediano calibre con el exclusivo objeto de ser arrojado hacia esa puerta, visualizado de inmediato, adivinada esta intención y censurado posteriormente con gesto adusto, con mano levemente apoyada sobre hombro izquierdo del portador del proyectil y con la mano sobrante, apretujamiento de yemas hacia arriba, subiendo y bajando estos ultimos “¿Q'estamo haciendo? ¡Pelotudo!” de parte del hebraico Rómulo, voz de su conciencia, sucedido inmediatamente por respuesta masticada y guardada por el obeso Jacinto “el señor dijo que tirara una piedra” que asocia con la Magdalena y el que esté libre de pecado y las piedras y la palabra del señor, por lo que queda mascullando verbos divinos hacia su yo interno, para intranquilidad de parte de Rómulo respecto de la cordura de su amigo y compañero de ventas ambulantes de libros.


La comunicación visual, la que debería iniciarse a expensas del complejo: calcos-hombre da con su cometido, puesto que suponemos la existencia de un mensaje claro, preciso detrás de la colocación de esas imágenes, cierta información encriptada, de simplísima decodificación de esas entre líneas que sugiriese: ¡cruzá boludo, aquí vendemos cerveza! Que no solo incrementa la variable felicidad en el rostro del receptor del mensaje en virtud del hallazgo en si, sino también por la alegría producida por su increíble e inesperada capacidad de traducción.


Mas magia.


Un Renault 19 chocado, con el parabrisas roto, pasa a una velocidad de 40 km/h detrás de las nalgas de Jacinto que demora no menos de 20 minutos en notarlo.


Dios, o la providencia, o la magia se ocupa que no mueran al menos dos de los protagonistas de la novela.


La felicidad, colegimos, es un ente, diferente, que frecuentemente está en la vereda de enfrente.


Toma unos minutos mas al individuo, poder comunicar el hallazgo a sus pares, simplificado a apertura extraordinaria de ojos y señalamiento de la posición con la mandíbula inferior, para evitar la suelta de vocablos que denuncie la falta de coherencia. Los restantes individuos de la formación, aceptan asombrados el hallazgo, remedando la apertura ocular y cabeceando afirmativa y unánimemente.


Suponemos una comunicación del tipo:


-¡Vé Bó! -De parte de Jacinto, mas solo con los ojos-


-Nchisuma -Parecería pensar Rómulo el esteta-


Realizan luego el cruce de la calle, luego de la forzada y paranoica verificación bidireccional, alternativa, obsesiva y progresiva, emulando clases de educación vial del colegio primario, a pesar de ser esta calle, San Jerónimo, mano única.


Dan cuenta del 19, mas no de la casualidad que hace que continúen con vida.

Ciertos tóxicos, o cierta cantidad puntual consumida, fuerzan la aparición de conductas arcaicas, ocultas por décadas, almacenadas y -presuntamente- olvidadas en el complejo inconsciente, como la descripta.


Por encima de las sucesivas capas de multicolores anuncios de cervezas, se destaca por la simpleza del blanco y negro, algo que no alcanza a la mitad de una hoja fotocopiada, el capítulo “Pirinchito y Gordoazul contra Perséfone y su pandilla de reguetones oclusivos”, célebre a una minoría de iniciados, por la exquisitez en el guión, por algún homenaje notable en el arte de las viñetas, y por la feliz solución del final, al salvar el universo, a punto de colapsar por antimateria sonora. La historieta pasa totalmente inadvertida a todos los transeúntes, incluidos nuestros héroes, posiblemente motivado a la ausencia de colores en este nuevo siglo de cosas demasiado expuestas, tal vez al pedo, donde pasa desapercibido toda música no bailable o imágenes que no incluyan traseros femeninos, arengas que no sean gritos ni cocina en los viejos y lógicos platos redondos.


Pueblan el suelo patrio, encendidas y nunca resueltas discusiones estéticas sobre los límites de géneros, puesto que el virus del reguetón pareciera haber contagiado y contaminado gran parte del musiquero argentino, desde cifras a minués, rocanroles y huellas, dejando esa fatal (sic) huella bailable.


Se aplica el mismo criterio hacia lo bailable, que hacia la imagen. Toda la realidad debe pasar por el tamiz de lo bailable, colorido, ameno o cómico, todo debe ser flexible, mas no reflexivo -que pareciera ser el antónimo- amenazando de extinción a toda aquella especie que no se ajuste al nuevo canon.


Si damos por valedera la traducción de “corvo” al adjetivo “pando”, luego, una pandilla, es no otra cosa que un conjunto -conjuntito- de gente corva, torcida, aunque torcida significa hinchada de fútbol. Pero hinchado es algo expandido.

Bueno, si se expande, se curvará, esto es, se volverá pando, así volvemos hacia el principio por flexión o reflexión.


Hace su Ingreso, la nutrida pandilla de semidioses al otro local, haciendo alarde de una dudosa verticalidad, de unos hombros auxiliándose en otros, depositan los respectivos fuselajes en asientos exquisitamente dispuestos para ello y sin muestras visibles de problemas, dan comienzo a nuevos comentarios, ya con los ánimos mas aplacados, luego del aterrizaje exitoso.


Una rápida inspección in situ, les ahuyenta temores a ser expulsados. No pareciera este a simple vista, un bar cuyo dueño encuentre divertido echar borrachos a patadas, los que si parecen dispuestos a hacerlo, son los parroquianos en cantidad y calidad diversa, entretenidos en grado sumo, en minucias del guión de cierta novela televisiva de la tarde. Novela que bien podría titularse: “argentinos adolescentes lobotomizados, parte IV”


Poco concuerdan esos duros y hernandianos rostros, de curtidos argentinos y hermanos latinoamericanos de otras latitudes, al drama que se desarrolla en la TV, en que una niña grita pidiendo explicaciones a porque otra tomó prestada un prenda de vestir; lo cual prueba que el arte no debe ser bueno ni malo, solo debe ocurrir, como bien nos aconsejara Borges.


El ingreso al bar, se realizó observando estricto apego a un inteligente procedimiento diseñado por el fecundo el ardides Odiseo Torres, cual norma de calidad certificada, de abrumadora sencillez teórica.


Los procedimientos de seguridad no tienen porque se ser bellos, deben ser eficaces.


Este podría resumirse en: 

Caminar simulando alegría de baile, moviendo leve y acompasadamente el cuerpo, a efectos de ocultar lo mejor posible, problemas motrices en el desplazamiento corporal, fatal informante de ingestas alcohólicas.


Procedimiento este que fuera originalmente diseñado y puesto en funcionamiento, con el objeto de arribar a hogares donde el héroe era tiernamente esperado; perfeccionado luego, con el correr de los años, abusando posiblemente de su utilización, para hacer ingreso a otros sitios en similar condición tóxica, actitud de disimulo a la que el vulgo bautizó bellamente: “caretearla”. Otros lugares que bien pueden ser tanto bares, como prostíbulos, o juzgados, bancos, o sitios peores aun; de efectividad cercana a la perfección, o eso creen los usuarios, seguramente por influjo del alcohol, que condiciona su juicio crítico.


Odiseo recomienda agregar a dicho ambular pedestre, el recuerdo de alguna alegre, bailable pieza musical y ejecución interna -acorde al momento-, acto que algunos llevan a cabo auxiliados de silbos o murmullos, dificultando -sin proponérselo- el negocio que les atañe, al entre mezclarse ritmos y pasos de unos y otros, conforme las preferencias musicales individuales. La mayor cantidad de individuos en la formación, como adivinará el lector, multiplica tal inconveniente, por superposición de ritmos y melodías. Individuos poco afectos a movimientos bailables en su vida de relación, bajo el efecto del alcohol, encuentran entretenido el baile en la vía pública, pudiendo adivinárseles la melodía de “De reversa mami” o “Soy cordobés” u otros del tenor dos de la mañana en los quinces de la nena.


Una vez superada la difícil tarea de ingresar sin ser echados, da comienzo un segundo momento, el festejo del error del prójimo conocido vulgarmente como chicana, al cercano en afectos, cruces de acusaciones y sacadas a la luz de esqueletos en armarios. Encuentran perentorio dar por terminado el análisis de los motivos por los que fueron expulsados del bar anterior, a efectos de evitar ser expulsados de este nuevo bar. No están en condiciones de notar que el bar es el mismo del que salieran horas antes, como respondiendo a la teoría cíclica de la historia, mitos de eternos retornos y similares. Como tampoco están en condiciones de notar que, no ser echados de este “nuevo” bar, responde a que parte del alcohol de llevan consigo, lo consumieron allí.


En dificultosa posición nos encontraríamos, si solo contáramos para nuestro examen, con las siempre ilusorias palabras de Odiseo Torres, motivo de nuestro estudio, ya que nunca, a lo largo de su azarosa vida, estuvieron dichas palabras, desprovistas de fantasía, sana tal vez, fantasía solo esgrimida con objeto de alegrar a su entorno, pero fantasía al fin. La clínica reserva para estos individuos el calificativo de mitómanos.


Difícilmente alguien en su sano juicio, pueda dar crédito de las profusas historias de pilotear aterrizajes de 747s en aeropuertos europeos, amoríos posteriores en esas escalas, con esa calidad mujeres descriptas acompañándolo en la narración, esa cantidad de amor, esos niveles de percepción a nivel del alma, o esos “colores de los primeros minutos de la aurora” tal como bien adelantara el poeta. La realidad que pinta Odiseo Torres al calor de su palabra es mas hermosa, debemos reconocerlo, a costa de verosimilitud.


Distintas formas de abordaje de la realidad. La gente no es feliz como quiere, sino como le sale, sugiere Rómulo, el esteta, de mesurados argumentos. Acuerdan Sisoco y Odiseo, entrechocando diestras y risas, la colaboración mutua en la factura de un manuscrito: “Decálogo del correcto fabulador”, a realizar si -y solo si- lo recuerdan.


Dos aptitudes vitales del magnánimo Odiseo Torres, juegan en contra de la realización de todo aquello que asegura, la escasa memoria y excesivo alcohol, puesto que suele olvidar las historias que está desarrollando en el momento en que las hace. Nombra con asombrosa precisión la frecuencia 115,35 del ILS del aeropuerto, pero olvida el nombre de la auxiliar de a bordo que realiza masajes en sus cervicales al momento del aterrizaje, hecho técnicamente viable, pero imposible de ser llevado a la práctica, no en ese normalizado procedimiento de aproximación a pista.


Poco crédito merecen esos comentarios, o la amistad de Vinicius o Cortazar, tampoco nadie verificó empiricamente, nadie escuchó jamás, aún de forma incompleta, la tan hermosa chacarera que el deiforme Odiseo sanvicentélida, recuerda ahora y asegurara haber dedicado a su musa, luego de la ruptura sentimental.


Bien sabemos amigo, amiga, que toda la literatura versa sobre amores, pasados -terminados- o futuros -en potencia-, mas nunca lo hace sobre amores en acto, nunca amor en ejecución, en obras.


Realiza el semidiós una semblanza de la maravilla estética, su chacarera, narra una breve sinopsis de esta a su público, donde, como es un lugar común en estos casos, ensalza virtudes y minimiza -u oculta- errores de la musa inspiradora. Que ojos de forma tal, que en color y brillo compiten con cabello tal otra cosa, que cintura tierna y suave al tacto, que clavículas como puentes sobre ríos de aguas turbulentas, sonrisa indescifrable, generadora de hoyuelos en mejillas y sinceridad; mas nota una grave ausencia entre tanta cualidad -Odiseo, portentoso como un dios-, la conditio sine quanon de soltera, que deja pasar, que ignora en beneficio del amor, tanto como problemas acarrea el estado civil de no soltera genera a posteriori; el grado de “capitán de corbeta” del señor que origina un llamado a su teléfono celular; aguerrida voz firme de mando, de hombre de mar, al que Odiseo Torres trata de: “hermano, no lo tomes así, podemos discutirlo”, agravando aun mas con la alusión a la consanguinidad, el ritmo cardíaco de aquel, a juzgar por lo entrecortada de la voz, que “ningun hermano porque vos... “, la inmediata puesta en duda de la condición de honorable de mamá, a lo que Odiseo, en un tenue murmullo responde: “si, lo que vos quieras, pero no gorreado”, soltando la risita malvada, autofestejativa de flato en ascensor hermético, frunciendo ojos, esperando el sonido de la yugular reventando.


Si bien macho que sos, bien, te espero, claro, en la esquina, si obvio que me la re banco, estás a un paso, subí por Pueyrredón y doblás en las torres a la izquierda, si, a pesar de la doble línea amarilla. ¿Que te hace una infracción, nunca cometés infracciones? Bien, no te enojes, tres cuadras, si conozco el auto, lo manejé, le puse veinte pesos de nafta DE ONDA; si, en la esquina estoy siempre tomando cerveza con mis amigos, si vení si te la bancás. La Cobra, preguntá, vo decí: “yo soy el malo y me la re banco”. No podes hacer eso Odiseo, que mala gente. Y lo que los divierte a los pendejos de la esquina atender violentos uniformados. ¿Y fuiste? ¿Yo, ir? ¡Si, no me digas! ¡Mira si voy a ir yo! Sabes que le guardo un reverencial respeto al plomo a altas velocidades, a los chicos de la esquina esa, los que atienden el shopping de la meresunda, disfrutan mucho del fogonazo. Viste como es, con esa porquería se ponen re duros y sacan los seis luces por cualquier gilada, imaginate este de uniforme que se baje sacando pecho. Después me entró un poco de culpa, pobre chabón, le erró en la estimación de las fuerzas, tiene un arma y se cree Rambo; en barrio Observatorio, las bisabuelas van a misa armadas.


Luego del apagado paulatino de las risas, guarda un bocadillo postrero, reserva la mayor de las cualidades de esa No del todo Soltera, jura por las barbas de Neptuno haber titulado aquella chacarera: “La Humectada”, y permitiendo un minuto mas de carcajadas, sugiere que el título se debe a la supuesta afección de aquella a las caminatas bajo la lluvia, aunque compitiera largo tiempo con aquel otro título, “La Cualquiereadora”, por ser mujer afecta a “andar en cualquiera”.


Mas, al igual que muchas -casi todas- las obras del magnánimo Odiseo Torres, no fue hallado sobre el orbe, documento alguno que acredite su existencia, ora letra, ora música, fotocopia, imagen jotapege escaneada o similar de carácter digital.


El relato que inmediatamente da comienzo -envalentonado posiblemente por la llegada de las botellas marrones- no es ajeno a la forzosa y natural falta de crédito; como llegara esa abultada cifra en moneda extranjera a sus manos, y de ser posible, que no mediara hecho delictivo alguno.


El divinal Odiseo nunca fue del todo claro respecto del origen del dinero que carga consigo, por poco que este sea, porque nunca es claro ese origen, o la verdadera autoría de una sentencia filosófica o literaria; o cuanto el alcohol ingerido en el pasado inmediato, o la hora de regreso a su hogar, o el día planificado para ese regreso, o la mera posibilidad de ese regreso; solo sabemos que en este caso, sentenció muy a desgano ante la requisitoria de su par, amigo y confidente, Sisoco García:


-Terminaste la idea de la humectada. GUD. ¿Un palo verde? ¿Cómo?


-El Fagocitador de tiempo, solo puedo deciros, caballeros, a grandes rasgos que es algo así como un telescopio temporal -Agitando la cabeza, acompañando argumentos con arqueamiento de labios hacia abajo e infantil jugueteo dáctilo-ocular de migajas en la mesa, con el índice derecho-


-¿A que debo la apatía en los rostros? ¿Estreñimiento? O ¿Solo pelotudez ? No voy a amargarles la tarde explicándoles esto. A pesar de la sencillez expositiva, en lo teórico, hay demasiados pormenores de mecánica cuántica y campos magnéticos-


-¿Te pensás que somos tarados, te pensás? -Esgrime Rómulo la queja capicúa, a modo de pregunta, al antiguo estilo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires-


Lo sucede una tan extensa, como dudosa, como jocosa, como extensa serie de explicaciones técnicas, con profusos movimientos de brazos, giros, fruncimientos de ceño, achinamiento de ojos, que debajo del Torio, Marie Slodowska, doble Nobel de Física, colocó un elemento nuevo, el Deuteronomio. ¿Eso es un libro de la Biblia? ¡Qué se yo de Biblias! Tampoco sabés mucho de física, entonces. Estais -caballeros- en todo vuestro derecho de no creer. Un elemento, algo así, altamente inestable. ¿Tan al pedo estás que lees esas cosas? Lo del salto cuántico es realmente interesante. La palabra del señor, no es al pedo, no te permito. No te digo a vos, boludo. Te va a hacer mal leer eso, esa sensación de eternidad es mala para el YO.
¿Qué? No tienen nada que ver Einstein con Un palo verde. Bien, seguí. El yo se angustia por la falta de sentido de la vida. ¿Queloque?


Ahí arranca toda la historia. Las manos cierran dedos en el aire, describen círculos, aplicación de altas dosis de energía sobre bobinados eléctricos que amenazan reventar y un índice que hace montañitas de saltos cuánticos. A juzgar por la inclinación hacia atrás de los oyentes al oír de boca del magnánimo, el chirriar de ese excesivo voltaje, los dejos de saliva que escapan -involuntariamente- de esa misma boca al emular el sonido y el color que adquiere su rostro, en tal entusiasmo. La energía que mantiene al núcleo unido, pareciera pasar por el magnánimo rostro y porte de Odiseo, fuerza los ojos, el ceño endurecido. ¡Orate Frates!


-Con el nucleo no se jode-


-Nchisuma-


Cabe aclarar que ceño es utilizado aquí en su acepción de ceñudo, relativo a las cejas, totalmente opuesto al homónimo título, apocopado, con el que era nombrada la maestra del primario, la cual sería: seño, seguido inmediatamente del nombre de pila. Ejemplo práctico: “Seño Adriana”.


Podría darse el extraño, mas no imposible caso que la mencionada “seño”, fuera de apellido Cejas. Al concordar ambos vocablos ceño y seño, nos encontraríamos en un grave aprieto narrativo, por esto de la homofonía entre C y S, por lo menos en esta parte del mundo, no aplicable a la península ibérica, pero no es así, por lo cual, continuemos con el diálogo de los héroes.


Que la piedra arrojada desde el tren en marcha, describe una parábola al observador en tierra. ¿La del buen samaritano o la del hijo pródigo? Otra vez el tiro de piedra. No interrumpas con boludeces gordo pelotudo. No son pelotudeces, es la palabra del señor, aquel que este libre de pecado que tire la primera piedra desde el tren en marcha. Mientras que para el observador del tren es una recta, pero eso es la relatividad, no la teoría del quanto, que es una pelotudez, es la misma pelotudez, que nos podría servir en el boquete al banco, que déjenme terminar. Que si la partícula -por caso un fotón- ¡NO, no es una foto grande, dejame seguir la idea!


-O un electrón-


-No, tiene que ser un fotón, ya van a ver porqué-


Si esa partícula es observada desde cierto punto de vista, podemos aventurar posición, mas no velocidad, o a la inversa, pero no ambos. Es la incertidumbre de Heisemberg. Asi que dudaba el chabon. Primero dudaba, despues salió del closet.


Que si la miramos de una forma es partícula y desde otra óptica es onda. No, eso corresponde a profundidad.


Hipotéticamente, pura especulación.


No, que la onda del fotón, la imagen que esta proyecta llega al individuo en su esquema subjetivo espaciotemporal, poco importa la posición o velocidad abstractamente, si importan para nosotros que estamos atrapados en un esquema, de los miles. Sentate bién que te vas a cagar un golpe. En teoría, luego, modificando un parámetro, por ejemplo, aplicando suficiente energía sobre esas partículondas, podríamos adelantar su posición en el futuro, saber donde va a estar, adivinando su viaje, forzando su viaje del futuro al presente y visualizar esa imagen que van a formar esas ondas en un papel, como por ejemplo, el extracto de la quiniela en frente del departamento. Un día antes. Ver el lunes los resultados del martes. ¿Me explico?


-¿Que onda con la partícula? -Pregunta Sisoco García presa de la locura inducida-


-¡Qué bonito nombre que resultó tener! -Se admira Odiseo, como lo hace a diario, del sonido de las palabras, de las nuevas, como las no visualizadas antes, olvidando de momento, la genialidad descripta-


-Depende si va en sentido Norte-Sur, o al revés -Reclama Sisoco-


-¿La partícula? -Pregunta Jacinto con su candidez característica-


-No, el tren -Responde Sisoco-


-Tiene que ver eso con el efecto Coriollis, seguramente -Jacinto visualiza el tren girando en un remolino de agua-


-¿Seguro que hablan del tren? -Pregunta Odiseo buscando explicación en el rostro de Jacinto-


-¿De que tren me estás hablando chinfelí, no acabamos de decir que no hay mas trenes en el país? -Rómulo no es capaz de caer presa del delirio místico físico literario y suponer un tren ideal, mientras señala el otro bar anterior con la mano, esperando recuerden la conversación de los trenes, agregando el auxilio topológico- Allánfrente-


No pueden hacer uso de las operaciones formales, poco pueden abstraerse a nivel subatómico, aquellos a quienes el alcohol ha dejado pocas neuronas libres para tareas algo mas simples, tales como respirar. No absorbieron la idea.


Vuelve Odiseo sobre esta, puesto que parece demasiado elaborado para chascarrillo que termine en la esperable y consabida frase: a tu hermana. Cosa que hace a diario no menos de tres veces.


-¡Partículas! ¡Santas Partículas Subatómicas Batman! Que bien que suena, tiene razón Odiseo, ahora que me detengo a observarlo -Observa Sisoco imaginando rimas obscenas con partes del culo, para utilizar en poemas posteriores, que afortunadamente olvida-


-Estás jugando a los dados con la física Odiseo, ni el señor nuestro dios hizo eso -Sugirió Jacinto en respuesta a la quinta explicación de Odiseo, dotado de poca cosa más que bondad y alcohol, al que nadie escucha en sus arengas místicas, ya porque sean en joda, ya porque sean producto de tóxicos ilegales-


Vale una explicación ab initio, vuelve Odiseo a su retórica de siglos anteriores.


-Cuando alquilé el departamento nuevo -Recuerda Odiseo a la concurrencia para explicar el origen de la idea- ¿Viste? En Artigas y San Juan, que me salió de garantía la tía.. ¡pobre Tía! Descubrí, casi por obra del azar, que con un telescopio me quitaba la molestia de cruzar a ver los números en la pizarra de la quiniela de enfrente-


Evitaba así Odiseo, la odiosa salida del departamento, por su carácter de harto breve, que lo obligara al equipado de calzado, cobertura del torso y cubrimiento de lo que el rapsoda Homero denominara hermosamente “las vergüenzas”. Conjunto de arreglos estéticos estos, que molestaban en grado sumo al deiforme, tan a gusto en el palacio del primer piso, entretenido en sus heterogéneas lecturas o siestas calzoncillescas, para solo ver dos o más números en la pizarra.


Todo pasa por comodidades que ceden en beneficio de otras, lo que motiva siempre análisis del tipo: costo beneficio; vestirse para ver los números en frente, muchas -la mayoría- serán las oportunidades que ese viaje se realice en vano por falla en acertar dichos números y nacimiento de arranques de ira funesta, mas, los héroes timberos, no saben esto y conservan magras esperanzas en jugadas futuras.


-Siempre el vicio, la puesta en tela de juicio del accionar de nuestro señor -Reprende nuevamente Jacinto, que nada sabe de adrenalina adjudicable a los juegos de azar-


-No es vicio, es un numerito por día a primera y a los diez -Sonríe atajándose de antemano las críticas, abusando del diminutivo que pareciera restar pecaminosidad al acto-


Los restantes asistentes a la mesa del café -donde consumen cerveza y no café- solo aguardaban por el lógico cierre con la frase “a tu hermana”, o su turno de micrófono para esgrimir alguna mentira similar, solo que esta vez, la nueva de Odiseo sobrepasa todo nivel de abstracción. Esperar que Odiseo termine su historia, bien puede llevarles una vida y lo saben. Pero frecuentemente, la escucha paciente de los argumentos del divinal Odiseo Torres, valen la pena.


La misma señorita que no es Ariadna, ni Adriana, sino Nancy, acerca una nueva botella de cerveza, sin que le fuera solicitado, lo que renueva en el intelecto de Jacinto Ruiz, felices ideas sobre telepatía y comunicación espiritual, no fonatoria, que juzga pertinentes en el asombro de los rostros de sus amigos, que tampoco recuerdan a la niña. Es mas hermoso pensarlo así, que las almas se comunican, por sobre la inteligencia de la señorita en adelantarse a una solicitud que asume seguramente le harán.


-Teniendo, como yo, tan amplios y profundos conocimientos de física, no fue necesario gran esfuerzo para verme coronado por el éxito, en unos días más -Gesticula al aire Odiseo escenas que pretenden graficar el éxito, algo bastante complejo al parecer- tenía visualizado en mente el diseño, el objetivo. El resto, fabricarlo, resultó una boludez.


Argumenta esto sin que a nadie se le mueva un solo pelo, ni a él tampoco, no solo por falta de escrúpulos en la fantasía, sino también por su alopecia crónica. Confesó, si, cierta dificultad en la fabricación del mecanismo físico-místico para tal fin, debido principalmente a escasez de materiales y no a su impericia.


Por lo general, al llegar a este punto del relato, los interlocutores de Odiseo ya abandonaban el plano de credibilidad mínima, esa que requiere cualquier diálogo, y dejaban que continuara su exposición libre de censuras, solo que esta vez, no encontraban forma de explicar como la diosa fortuna, o la martingala de la suerte -o cualquiera de las miles de formas que tienen para camuflar la timba- pusiera en manos del magnánimo argandóñida, la no menor cifra de un palo verde.


Crédulos de su palabra, de su Fé, sostenedor como es Odiseo de la teoría que la realidad, es lo que permitimos que sea, pero que con suficientes ganas, la realidad termina cediendo.


Apoyaba en gran medida la veracidad de sus palabras sobre ese millón, en el intelecto de sus amigos y pares, el recuerdo de haberlo escuchado un mes antes, sosteniendo que iba a ganar la grande, arengando a todos los amigos a no comprometerse y prestarle treinta días de vida, a fin de ayudarlo en las tareas de despilfarro de dicho palo verde.


Hubo entre los asistentes atónitos -no atómicos-, quien jura haber escuchado de su boca, el número de cinco dígitos en cuestión. Pero bien sabemos, amigos, que el yo es altamente sugestionable. Hay quienes ven Ovnis, quienes juran observar imágenes de vírgenes, quienes creen en el sistema bancario y que si deposita dólares, y que el jogurt o los pañales descartables eso que dicen que ocurre. El humano medio es altamente sugestionable, solo hay que insistirle con suficiente publicidad.


Sostiene alguno de ellos, con argumentos de peso también, que Odiseo, durante toda su vida, prometió por lo menos una vez al mes, ganar la grande el fin de semana, con tal o cual número, a la voz de:


-Nadie se comprometa, para el mes que viene -En tono de mandato militar- que me saco la grande y nos vamos a quemarlo por ahí en un mes-


Aunque, por otro lado, aseguran también, haberle escuchado todo tipo de urgencias varias de parte del héroe para el mes siguiente, tales como salir a nado a Sicilia, a traerle helado de tiramisú a un amor, sin mayor auxilio que sus brazos, sus piernas y sus anhelos; auxilio en metálico para pagar el alquiler, solo hasta que consiga colocar unos manuscritos; o solicitar el auxilio de sus pares -aquellos pares del palo- para salir a recuperar una mujer raptada a un amigo, con palabras entrecortadas y ojos llorosos, verse obligado a sitiar aquella ciudad regada por el Helesponto, hecho que podría tomarles unos añitos; ya asegura lo acompañan sus cuñados, Castor y Pólux como los apodara a los mellizos del quiosco de revistas de San Jerónimo, a lo que Sisoco, agregara sabia y calmadamente:


Lemiteliusansin... ¡Que más querés! Que dejala a la rompehuevo esa, que podes esperar, que no vamos a andar metiéndonos en quilombos.


El aguerrido y firme rostro del héroe, sopesa hermosura con hinchapelotitud, piensa, frunce, aclara la voz, seca conatos de lágrimas y desiste de acciones bélicas inmediatas, entre chasquidos labiales y resoplidos, que estima son un “duelo” suficiente.


Odiseo, focaliza un punto indeterminado entre el y la mesa, menea afirmativamente la cabeza, anhela el campo de batalla “donde los hombres cobran fama”.


-Es una elegante manera de sacarse un problema de encima -Siempre hay un punto de vista positivo de las peores situaciones, solo visualizado por Jacinto-

Adriana, o Nancy, observa, pero no al grupo como un todo, potencial adquirente máltico, escucha el relato, escucha y ríe internamente, no está atenta a que la llamen por otra botella mas, la llevará sin que lo soliciten, solo ve el aura que rodea a una de esas almas, espera por esa mirada, entre las voces que se superponen, sensibiliza el oído para escucharlo y saber que no está ahí, que no pertenece, que es otra cosa. Esa voz que juega a aplacar la ira del dios: “dejá Odiseo, no te calientes”, mira el origen de esa voz, esa boca, entre todas las sonrisas, mientras el otro de pié, inmortal, simula fuerza al blandir con la derecha una espada -no tan blanda- de su lado izquierdo y levantarla, no sin cierto esfuerzo, visible en esos temblores del brazo y esas gotas de transpiración, mientras que el brazo izquierdo sostiene un -también- invisible escudo, tachonado de bronces sobre cueros de leones y osos, ajusticiaus a mano limpia. Quienes oyen y ven a Odiseo contar estas historias, ven ese armamento.


Desisten a juzgar por los rostros -uno nunca está del todo seguro en estos casos-, seca Odiseo esas lágrimas que se entremezclan con la transpiración, se abstienen de armarse y soltar las amarras de los corvos bajeles para surcar el anchuroso ponto, abundante en peces. Aguarda en pie aun, aplausos que no llegan. Los televidentes vecinos parecieran temer por algo peor.


Aprovechando el uso de la palabra, advierte a sus compañeros tóxicos, cambiante como es siempre su parecer al recordar historias, estar terminando un hermoso relato corto, para un concurso de cuentos de La Nación, del cual, abrigaba serias dudas acerca del título, con la responsabilidad que carga todo título respecto del resto de un cuento; lo cual motiva, da pie a la pregunta obvia de Jacinto, al que su excesiva bondad, lo convierte siempre en blanco fácil de las trampas que pone el divinal Odiseo, a diario.


-¿Que título pensaste Odiseo? -El voluminoso amigo pregunta bondad pura-


-Quiero titularlo: “¡Tragá Perra!”, mas, temo sea un tanto fuerte para un concurso de La Nación.


Y en el cenit de las carcajadas lacrimógenas de los asistentes, sostiene que el argumento gira, a grandes rasgos, sobre las desventuras de un pobre anciano, que compra un nuevo alimento balanceado a su mascota y que esta última, desprecia sistemáticamente al no ser de su total agrado.


Los novelovidentes, hacen importantes esfuerzos por escuchar que pasó con el short y la remera reclamada por una pequeña a otra en la ficción televisiva, a la vez que solicitan de modo mas que cortés, les sea respetado su derecho escuchar aquello, absorbiendo a medias, los cruces de palabras de esos adolescentes que discuten a gritos en la televisión, como si alguien en el orbe pudiera comunicarse a diario de esa forma. No es tragedia, ni comedia, es algo que pretende uno y no alcanza lo otro, resultando un patetismo inclasificable.


Asegura Odiseo, jura sobre los santos evangelios -para temor de Jacinto- haberse recluido en “el pensaderal”, tres días con sus noches, alimentado solamente con mates, a efectos de limpiar el cuerpo y así poder meditar, imaginar, diseñar y visualizar la factura del telescopio temporal, al mismo tiempo que dar con un buen final a “¡Tragá Perra!”, que ha experimentado un vuelco insospechado hacia el policial Noir de Hammet.


-Sacrificar tres días de la vida, no importaría gran problema amigos, si tuviésemos la absoluta certeza de contar con un stock de, digamos, cinco mil días por delante -Sugiere Odiseo- Mas, ¿Quién puede asegurarnos, caballeros, que nos queda mucho mas que tres días por vivir?


Flota unos segundos la incógnita, algunos rostros demuestran la asimilación del mensaje, incluso los novelovidentes, el mozo de la barra, Adriana, o Ariadna, que en realidad es Nancy. Si cinco mil días, cuantos años son, si hay mucho de Dashiell Hammett en las tiras de Pirinchito y Gordoazul, un parroquiano quita los ojos del televisor y los deposita en el rostro incólume de Odiseo, que ha enrollado los dedos de la mano derecha, y apoyó el ojo correspondiente en el orificio formado por el índice y pulgar, mientras que la izquierda describe elegantes semicírculos en el aire argentino, cielo patrio que oficia de pizarrón en el cual el héroe, remeda complejas operaciones aritméticas o algo peor, los números de la lotería del día siguiente.


-Hay que estar preparados, siempre para cuando el señor nos llame a devolver el equipo, lo tenemos a préstamo -Amonesta Jacinto, de excesiva bondad, que tiene un duplex adyacente a la madre Teresa de Calcuta en los celestiales condominios-


-Yo puedo irme ya -Insiste Odiseo quitando el ojo del imaginario catalejo- No debo nada a nadie-


Y es la explosión de nuevas risas, amonestados por los parroquianos, en solicitudes de bajar la voz, a efectos de escuchar las predicciones de un molusco acerca de resultados deportivos. Y nosotros que reíamos de los romanos que destripan gansos antes de las batallas.


El IQ humano, se mueve en parámetros bastante precisos, no menos de noventa ni mas de ciento veinte, nunca excederá ese límite. Ahora bien, la pelotudez humana, desconoce de umbrales.


-Yo si puedo irme -Sugiere Sisoco en voz mas baja- yo ví la luz-


-¡Dejen de irse por favor! -Requiere Rómulo- Que queda mucho por hacer. Hay cartelería nueva, re buena, han repuesto los parquímetros de la zona de casa... -Observa rostros de sorpresa- Los que sacamos el mes pasado, hay mucha música aun por tocar. ¿Y el boquete?-


Adriana lo observa, mientras apoya otra cerveza en la mesa, que es de plástico, no de madera como originalmente son las mesas, incluso las fabricadas a partir de puertas, hecho este atestiguado suficientemente por la ausencia de sonido al apoyar la mencionada botella. No comprende del todo el significado de ciertas sentencias de Rómulo, puesto que requieren de alguna introducción, pero le intriga sobremanera a donde llevará ese boquete, tal vez por la connotación sexual de la palabra, tal vez, ese es su “cuelgue”.


-¡El boquete! ¡Mi Dios! -Jacinto mueve afirmativa y negativamente la cabeza, demostrando externamente, las muchas dudas que guarda dentro de si-


-Yo me iría -Asegura Odiseo Torres, con cara de preocupación- Mas, ahora me encuentro con este ligero inconveniente: ¿Que hacer con un millón de dólares? No es un problema menor.


La cifra exacta, comienza a llamarles la atención, el millón de dólares en cuestión, el módico importe a reventar en un mes, por parte del titular de la misma y el auxilio de la nutrida cohorte de indeseables, bautizados inocentemente: The Culead People, que tal vez por el influjo de los alcoholes cree, o no cree pero no responde, o quiere responder y no puede, o no sabe como; caso que el silencio se hizo instantáneamente porque Odiseo sostuvo durante toda su vida, con buenos argumentos de peso, que la realidad es siempre difusa, merced a su condición de objeto ideal, al ser un ente imaginario, producto reflejo que transcurre en el interior individual, de lo que ocurre ya por fuera de los individuos, o eso que le hacen creer a la pobre gente los medios masivos.


Su entorno, The Culead People, sostiene que la verdad, conditio sine quanon de la realidad, era lo único realmente difuso en boca de Odiseo sanvicentélida, asolador de ciudades, fecundo en ardides.


Pesa sobre la verdad de sus labios el principio de la duda, contrario sensu el principio de inocencia que presume la justicia en el acusado. Mas solo en principio, ya que bien es sabido, que solo basta permitir al fecundo en ardides, Odiseo Torres el abrir la boca, para que ganen crédito sus palabras. 

Ha llegado a extremos de asegurar, de tener data, de jurar sobre las santas escrituras -para terror de Jacinto- que la segunda gran guerra terminó en tablas, un arreglo y que en realidad el Führer dirige aún la política internacional, desde iluminados corredores de modernos edificios en los pantanos de la Florida, entre gente vestida de dibujitos animados. Llegado este punto, cesan las preguntas, posiblemente por el temor a la respuesta.

Sabemos que es mejor no indagar sobre aquello que no vamos a soportar, de averiguarlo.


Recuerda a la comensalía toda, ya en volumen excesivo, no ser la primera vez que debe hacer uso de sus profundos conocimientos de física, al utilizar el tiempo, como variable, en su provecho personal, viajando a través de él.


-Recuérdame, oh hermoso amigo, erudito en los menesteres del Viejo Testamento, el nombre de aquella niña, para que digas si sabes, como se llamaba. Te conmino, te reto, te desafío a que me traigas de los rincones del recuerdo ese nombre, puesto que el alcohol ha colaborado grandemente en su olvido, para evitar que brote la pena negra al contacto con el bello sonido de su nombre-


Mira a sus compañeros, mide su asombro ante la escena realizada, pero especialmente a Jacinto, verdadera Biblia ambulante, la nube del olvido se llevara tiempo atrás el nombre de la niña, puesto que la niña, hace años se ha retirado de su realidad inmediata.


-¿De que está hablando? -Jacinto, mira a cada uno de los compañeros de la mesa, a Adriana, que es Nancy, a la televisión, al mozo del bar, que enarca también las cejas-


-¿Cual niña, boludo, que tiene que ver la Biblia? -Pregunta Rómulo, agregando el calificativo amistoso a ese hombre tan grande, demasiado tal vez para andar fabulando máquinas del tiempo y amores-


-Aquella, ausente, lejana en el pasado ya, que me obligara una vez a desandar veinte años, puesto que ese tiempo de vida sobre el orbe, nos separaba. El solo recuerdo de los hoyuelos de su rostro, motivarían no otro viaje similar en su búsqueda, sino mil-


-¡Ah! -Responde Jacinto- Tenés razón, dieciocho años retrocediste para buscarla, me acuerdo que contaste-


Asiente subibajando el cráneo Odiseo, dando crédito a las palabras de su amigo, que le devuelven el crédito, lo que en en código civil se denomina “cesión de créditos”.


Ya Rómulo mira otorgando demasiada entidad a las palabras, Adriana, que no es tampoco Ariadna sino que es Nancy, mira el brillo en los ojos de Rómulo y una ternura, algo pelotuda, hay que reconocerlo, le gana una porción del alma; el mozo del bar, ya sin ternura alguna, contabiliza -merced a su lógico ánimo de lucro, razón de ser del comercio y de la economía clásica toda- las cervezas ingeridas anotando algebraicas operaciones, pero demora su parecer analizando el producto de ese consumo en el humano medio, asociándolo con cierta lectura de revista de diario dominical y la salud del humano medio, temiendo acciones legales, a corto plazo, de parte de familiares de estos individuos, hacia su persona y bienes, pesar que disuelve tan rápido como llega, con alguna feliz idea lindante con: mechupngue.


-Si -Afirma Sisoco con movimientos afirmativos y mirada lejana- Era en realidad hermosa, pero te dije, nunca me haces caso, que ibas a salir lastimado-


-Siempre se sale lastimado en estas batallas, mi fiel y querido amigo -Odiseo permanece de pie, habiendo analizado otras opciones, pero el anticipo del dolor, o el recuerdo de él, lo fuerzan a desistir de ulteriores movimientos-


-¿El viejo testamento que tiene que ver? -Pregunta el hebraico Rómulo, fatigador de talmudes en su infancia de familia ortodoxa-


Belén! Me acordé. Es del Nuevo y no el Viejo Testamento -Dice Jacinto, alegre su corazón de haberla encontrado en un rincón de la memoria- ¿Cómo no te vas a acordar del nombre?


-¿De algo puede ser útil recordar el nombre, mi buen y bíblico amigo, si vivo sigue en mi cada milímetro del arco que formaba su sonrisa, a causa de mis palabras? ¿El brillo de esos ojos oscuros? ¿Su poquitud cárnica? ¿Sus escasas palabras? ¿El viaje temporal que motivara y que me diera tanto conocimiento -ahora tan útiles-, con el Fagocitorum Temporae? Hace bien no recordar ciertas cosas. No toleraría el yo, un segundo diario de recuerdo que una vez se fue, que una ves estuvo y ya no-


-La...mier -Cabecea afirmativamente Rómulo, reconociendo en el mismo acto el nombre, abandonando la búsqueda exaustiva en la Torah, puesto que concentraba dicha búsqueda en nombres femeninos terminados en ETH-


Nunca aclaró demasiado en que se concentró el prodigio que lo colocara veinte años hacia atrás, para lograr ese amor. Restaría demasiada belleza al relato la verdad, la verdad verdadera, que todo el prodigio se redujera a un peluquín y que un amigo, de esos que pueblan el orbe, le sugiriera en un cruce callejero: “retrocediste veinte años, Odiseo” y el valor que otorga el deiforme a las palabras, cobraron sentido.


Ti i dicho mil y un vé que no fuerái Odiseo! -Sisoco reprende al héroe, al otro, por viajes en el continuo espaciotiempo- Nunca me hacés caso, la piba no entendió y anduviste tirau como pan de pic nic-


-Todo sirve, mi literato amigo, todo -Responde el magnánimo Odiseo Torres, enfundando lentamente la espada invisible que mantenía en alto en la diestra, sentándose, presa de la ternura del recuerdo. La espada no parece molestarlo en la silla de plástico, si parece doler el recuerdo de los pocitos de la sonrisa- Para escribir, amigos míos, necesitamos de amores imposibles-


-Todo arte debe ser utópico -Sentencia sabiamente el hebraico Rómulo, mirando el suelo, siendo observado por Adriana, o Ariadna, que en realidad es Nancy, mientras ella es observada por uno de los parroquianos novelovidentes, a la espera de la mirada de ella con el índice apuntando en sentido desde su cuerpo hacia la cajita de vino, que indica indudablemente “podría acercarnos otra, sil vous plais”-


¿En cual de los planos de la realidad Adriana es Nancy y en cual no? 

¿Será uno mas valedero que otro? 

¿Puede corresponder esta aindiada morochita, moza de bar, con el ideal de belleza grecoromana, de bucles dorados y pectorales amenazantes? 

¿Porqué se fue la pibita de Odiseo, porque no hacerla regresar?


Gira el rostro involuntariamente Rómulo, la ve formarse en el primer plano de la imagen, junto a la heladera y el resto de la gente, borrón ella, que trae un porrón que si cobra entidad ante sus ojos, imagen que encuentra una idea internamente. La mira pero no la ve, queda ella en segundo plano. Magia que pasa desapercibida a él, no a ella.


-Lemiteliusansin -Advierte Sisoco la emisión de un juicio de valor que requiere mucha atención- Ninguna minita justifica viaje alguno-


-¿Temporal? -Pregunta Odiseo, magnánimo, acomodando la molestia de los descarnados glúteos, quejándose- esto del super héroe, me tiene un poco podrido-


No entienden los parroquianos, ni el mozo, ni Adriana, los movimientos en la silla que amenaza quebrarse por el peso de tamaño ser. Los amigos, apenas un poco.


Nadie sabe de esa espada invisible.


-Ni temporal, ni espacial, ni aéreo, ni terrestre -Sisoco da muestras de ofuscación alcohólica o algún tipo de explicación que no le es requerida, algún dolor de amor no curado, posiblemente-


-Esta si, esta justificaba muchos viajes, mi buen y querido amigo -Odiseo revuelve en su memoria, pero no encuentra el mejor, o no consigue elegir entre tantos, datos de héroes similares que salieran en viajes a buscar ese amor imposible-


¿Porque? Simplemente porque toda la literatura versa sobre héroes que salen en búsqueda de esos amores. Uno, que se hizo el viaje hasta el mismísimo infierno a buscarla, pero cometió el error de decirle “no comas nada”, que no es otra cosa que una invitación a dejarla. La piba comió tres granos de granada -valga la redundancia- y se tuvo que quedar en la morada de Hades, que no era de ese color, sino que estaba pintada de negro.


Los parroquianos miradores de novela de la tarde, hacen importantes esfuerzos por dejar la narración que escuchan y mantener los ojos sobre el plasma, que por momentos es publicidad de tarjetas de crédito en muchas cuotas y por otros, imágenes de otras novelas, o programas de televisión, donde pasan supuestos errores de otros programas de televisión, generando ese tipo de absurdos que experimentamos en el alma, al investigar el interior de las muñecas rusas. Las de madera.


Continúa Odiseo el recuerdo para si mismo, narra pormenores técnicos de aquel viaje, que abonan el nuevo relato, le agregan credibilidad a sus conocimientos de física, surgen dudas que sueltan sus contemporáneos, que ahuyenta Odiseo con la frase de cabecera, con la que espanta y evita toda posible discusión:


-Una pelotudez. ¿O no te traje una figurita del gringo Scotta con la camiseta azulgrana a vos, o no te acordás como se te caían las lágrimas? -Odiseo recuerda a Sisoco el souvenir traído del pasado, ante la mirada culposa y cabeceos afirmativos del último-


Hubo en este caso, un solo hecho irrefutable, de compleja explicación en los parámetros de la realidad real, y era precisamente ese puntual montón de billetes, esa pila que hacen al millón de dólares. Que no observaron los amigos in situ, pero del que les son mostrados indicios irrefutables de existencia física.


Bien es sabido que nadie carga con esa parva de guita encima, de factible mas no sencilla materialización, en el complejo espacio temporal apodado: realidad con solo acudir al banco. En realidad, escasas son las oportunidades que tenemos de ver la montaña de dinero. Hay quien sostiene incluso, que el dinero en realidad no existe.


Observaron y escucharon, esa apuesta de parte del apuesto hombre, ese numero de cinco cifras, ese día, esa lotería de esa provincia, esa puntual y exacta documentación que lo atestigua, en manos del insigne Odiseo Torres, ese resultado en ese resumen que extrae y procede al desdoblado y cacheteo con la cara externa de su mano; esa foto sacada el día anterior en el teléfono celular, ese recuerdo borroso de parte de sus allegados, “¿O no les dije el mes pasado que no se comprometieran?”, aceptando estos viajar en su compañía a fin de gastar el millón -y no otra cifra- obtenido en ese sorteo, que motivaron bruscos cambios de humor en la comensalía; verificable en sus rostros, espejo de sus ánimos, desde una primera y lógica incredulidad, pasando por el asombro, hasta por último, el liso y llano temor, por la punibilidad de la acción, la de los medios utilizados de parte del magnánimo Odiseo Torres, para la obtención del montículo de próceres yankees pintados de verde en papel; el grado de imputabilidad penal de las acciones asumido, a medida que este tranquilizaba a los asistentes con sonrisas y aclaraciones ociosas, que incluyen la palabra “boludez” muchas veces a lo largo del discurso, la absoluta transparencia de la maniobra y forzaba con ello, que retornen los colores a los amigables rostros, pero que pusiera en cambio otras sonrisas, de borrachera en retirada, por la necesidad de muchas neuronas para procesar esa noticia.


Difícil de entender mas no imposible, simple de explicar.


-Es probabilística, estadística pura y simple -sostiene Odiseo- es diecisiete veces más probable ser alcanzado por un rayo -partido por un rayo, como sugiere la voz popular- que ganar la grande; bien, la probabilidad es remota, ínfima, mas no imposible, el numero continua siendo finito, tan finito como lo son las gotas de lluvia de un chaparrón o los granos de arena de una playa cualquiera. Muchos si, pero finitos.


Demasiadas bocas abiertas, hay cifras muy exactas para provenir del cerco de los dientes del deiforme Odiseo Torres, fecundo en ardides.


-Chiquitos, pequeños, delgados -Agrega Jacinto afirmando con la cabeza y haciendo muecas con el índice y pulgares derechos, virtud esta de la poquitud, que admira debido a su exceso corporal-


-No boludo, finito de fin -Reprende Rómulo con cachetada correctiva en la cabeza, al estilo de las que deben administrarse, con regularidad, a niños de hasta seis años-


-Ya se -Responde el gordo con dejos de lengua anestesiada, mirando aún el espacio finito que separa sus dedos, haciendo caso omiso a la cachetada, como niño de hasta seis años, que lo es-


Por muy escasas que sean las posibilidades de dar con el número, existen, una entre N chances; la posibilidad está, máxime cuando se diseña un instrumento de precisión que reduce considerablemente el total de posibilidades a 1, al anticiparnos una imagen, la del resumen o extracto de jugadas, un día antes que esa imagen tome cuerpo en realidad, en su usual formato de extracto de quiniela.


Como sugiere la voz popular: “no es traidor quien avisa”. Odiseo fue alertado con varios años de antelación, muchas veces, a su círculo de amistades de Odiseo, mas precisamente todos los meses, toda vez que el magnánimo argandóñida palpitara números en su corazón, bien los soñara, o bien los imaginara, o deseara y bendijera para luego pedirles: “no tomeis compromisos durante el mes que viene”, ni turnos al médico o comprar entradas a recitales; puesto que necesito de su grata compañía en un viaje, para gastar un palo verde, puesto que el viaje solo, le seria no solo de imposible concreción, sino bastante menos placentero al mismo tiempo.


Realiza operaciones aritméticas rápidas, con errores en voz alta, para verificar que lo estén escuchando; haciendo alarde de su exquisita fluidez para con los números, de la cantidad de sus amigos, de costos de boletos aéreos multiplicanto estos -los tkt- por la cantidad de aquellos -los amigos-, las comidas, bebidas, taxis, entradas a parques y museos, trolas y no se acerca ni por asomo al millón de dólares. Necesita indefectiblemente del auxilio de otros. 

¿Que viaje puede tener sentido sino es en la grata compañía de quienes ama y es amado?


Mas lejos aun. No solo un viaje.  

¿Existe algo que pueda tener sentido sino es compartido con aquellos que uno ama y es amado? 

 ¿Es factible la felicidad individual? 

Porque apunta mas lejos aun, que no sea mía la mejilla que recibe la bofetada, no me alivia en modo alguno el dolor de tal afrenta.


El núcleo duro de sus allegados, ante tal calidad de palabras, rostro y lágrimas, no puede menos que aceptar la veracidad de la amenaza, ahora a partir de su cumplimiento.


Comienza tan rápido como termina, cierta discusión sobre umbrales humanos a cuanto comer, tomar, viajar, mirar, snifear y empujar con un millón de dólares, a partir de las cifras anteriores de Odiseo. Pero, no es ese el problema. Otra es la pregunta que nadie hace.


-¿Pero porqué gastarlo? -Pregunta Jacinto en su inocencia infantil, haciendo peligrar su cráneo, pasivo blanco de cachetadas propias de niño de hasta seis años-


-Es Interesante la pregunta, porque lo pensé- Responde teatralmente Odiseo, clareando la voz, bajando la mirada-


Jura, maldice el sanvicentélida, haciendo uso del más serio de sus rostros, que estar en posesión del millón, lo ha colocado en una posición harto difícil de sobrellevar, puesto que el capital, pareciera no tener otro destino que acumular más capital; el individuo pasa a ser esclavo del dinero, deja de tener en claro quien es de quien. El dinero convierte a las personas, hay una metamorfosis bastante extraña en los individuos ante el/los fajo/s de billetes delante de ellos, mojada de oreja que Odiseo jura no aceptar, porque lo experimentó en carne propia.


Contar con tanto dinero, hace que aparezcan ominosas ideas sobre inversiones, planificación del futuro, manejar vidas ajenas, leer esos diarios de derecha, limpieza y planchitud de ropajes, y otros condicionamientos -posiblemente peores- en el vestir, los locales nocturnos a los cuales acudir, o dejar de hacerlo, que es mucho peor aun.


No piensa asumir otro paso al caminar que su andar legislativo, ni agregar palabras tales como look n' feel o market share a su vocabulario de uso diario.


La única forma que imagina para no convertirse en un despreciable individuo, es eliminar el capital. Que mejor manera de hacerlo, que con el auxilio de aquellos a quienes ama y lo aman, en una operación que bien puede ser catalogada como: dilapidación monetaria controlada.


Lo tenia planeado desde hacia mucho, pero no lo había visualizado, las piezas del Tettris habían comenzado a encajar solas.


Fiel a un estilo, Odiseo fue afecto durante toda su existencia, a los juegos de azar, en sus múltiples formas, la vida es harto azarosa per se, solo incrementamos la producción de neurotransmisores, en virtud de la incertidumbre provocada por el juego, potenciador de emociones, cuando conmina al individuo a cambios laborales, de domicilio -con o sin familia que lo acompañe-, cambios topológicos, la mayoría dentro del mismo continente, e incluso cambios temporales, como el que nos ocupa.


Bien es cierto que Odiseo fue eliminando, auxiliado por los años y la experiencia, conductas apostadoras paulatinamente, a fin de conservar su condición de ser vivo; ya por patovicas de hipódromos que aseguraban descuartizarlo en un futuro próximo, ahora pasado; ya por Sistema Penitenciario Argentino y el tan odioso registro de reincidencias; ya por consortes que no ven en el juego un sano entretenimiento; ya por marfileños garitos clandestinos que se cobraran mas de un canino, también amarfilado; ora por vehículos de explosión interna, registrados a nombre de terceros, cuyas llaves de encendido fueran arrojadas a despecho sobre paños verdes, preñado de fichas nacaradas, en la seguridad de “con un full sobra”, a la par del pensamiento: “se entera la loca y me mata”, el freudiano intento del olvido y producto del olvido, realizarlo nuevamente con una escalera y otro juego de llaves, de otro vehículo de explosión interna, de otra ex a la que no se puede visitar mas, ya múltiples razones mas. 

Ya prescribió, fortunadamente.


Ya abandonó todo aquello, tal vez no por propia voluntad, ha conservado, no obstante, una única y tierna inclinación por la aritmética. Si multiplicamos los años del difunto, por el día de la muerte y lo dividimos por la edad: tal cosa.

Diez a primera, Diez a los diez. 

 ¿Cuantos años hubiera cumplido? 

¿Qué día? 

¿Cuantos años le llevaba a la amante, por la edad de esta? 

¿Que tal está? 

¿Se le podrá “hacer un entre”

Los dos, diez a primera y a los diez. 

¿El teléfono de la piba?

¡Eh, es para jugarle los últimos números, como vas a pensar eso!


Los números, esos “extraños danzantes simbolos moriscos”, como sugería Joyce, todas sus combinaciones, le convidan a Odiseo la necesidad de probarlos y probarse, convocado por Pitágoras, que asegura le susurra esas cifras y combinaciones al oído.


Acertó en alguna oportunidad con la fórmula: Altura del difunto por PI al cuadrado, puesto que el finado le recordaba un cilindro, y no se equivoco, en algunas cosas los dioses tienen razón.


Sisoco García imagina que la porción del intelecto de Odiseo que trabaja con los números, lo hace con la misma dificultad del verbo. Nunca Odiseo puede nombrar al sol, sino a Faetón, o Inti, o el hiperiónida, o Ra, sustantivos que necesitan de más palabras acompañándolos, circunstancias, cierta subjetividad; con los números, ocurre algo similar, nunca en el parecer de Odiseo argandóñida la niña bonita es el quince. Para creer en esas boludeces, está la gilada.


No los guarda en el recuerdo, ningún cumpleaños, ni aniversario, ni festejo patrio, su virtud es el rápido cálculo, que alguno asocia erroneamente con un pasado de “arbolito”, pero Odiseo sanvicentélida nunca rebajaría su condición a eso. Trabajar.


Lo único que motiva tamaño trabajo intelectual, es esa carrera contra si mismo, contra los dioses, contra el destino, que corre a diario. El peso a primera, el peso a los diez a tales números, dos cifras, tres cifras es su lucha contra el Caos original. Pueden variar las agencias de apuestas, conforme cambie su suerte, pero siempre revisa las jugadas en la planilla visiblemente colocada frente a su departamento, avenida mediante, como una constante, por cuestiones de economía. Observa el contorno de la hija del propietario del local, realizando las automáticas maniobras de colgado del resumen; ya las reconoce a medida que ocurren, la cinta, el corte con los dientes, el alisado del papel. Los olvidos de ella que motivan, los regresos, idas a vueltas al mostrador de la agencia de apuestas, motivando la desesperación de él.


Ya nota el diario acelerarse involuntario de su pulso cardíaco, pero en lugar de los números, le llega una nube gris borrosa sobre el blanco fondo de la hoja, maldice no tener la flexibilidad ocular de sus años mozos, no recuerda si es el cristalino o el iris o la retina, quien le impide el milagro de descifrar aquellos números desde la vereda de enfrente, ni bien se corre el hermoso cuerpo de la niña, que si visualiza y agradece a los dioses del Olimpo la elasticidad del cristalino, iris o retina. No pocas son las veces en que es sorprendido en paños menores en el departamento al ser colgado el resumen de las jugadas.


Evita escuchar -sabiamente- los resúmenes en la televisión o la radio. Muchas son las oportunidades en que el sentido de la audición le juega malas pasadas y la alegría, que es hija no deseada de la ansiedad, se vuelve amargura, que es hermana menor de la realidad. No es de extrañar, que los achaques que sufre en el sentido de la visión, también estén ocurriendo con el de la audición.


Además, la escucha radial incluye el innecesario albur de enterarse de pormenores con los que la máquina fabrica la realidad; la llegada de LuisMi a la Argentina, por poner un ejemplo feliz, el precio del dólar, el deceso del santo padre o quien fue eliminado en la programación televisiva o el nuevo yogurt o la cantidad de cuotas que ofrece la tarjeta, últimos días para comprar. Si lo hace frente a un televisor, cabe la ominosa posibilidad de observar jugadores de fútbol corriendo, con la consiguiente mella que esta actividad física causa en el ánimo del argandóñida, el cansancio.

Cansancio del que no huye sino luego de días de cama.


La condición de héroe le prohíbe cruzar la calle en paños menores, idea que ha surcado mas de una vez sus parietales, o ataviado de pijamas y pantuflas.

Aunque la respuesta: ¿Porqué no? Demorara algún tiempo en diluirse en su parecer, entre zambas, nuevas jugadas y otras beldades, la respuesta es simple. Una vez que se adquirió patente de loco, la peor de las opciones es no hacer uso de ella. Lo mismo ocurre con la de “solvente”. Cada uno se debe al personaje que ha forjado a lo largo de su azarosa vida.


Por muy apurados que se encuentren los héroes -tal como Batman, o Superman, o el hombre araña- siempre la realidad hace un alto para que asuman su rol, con la vestimenta. ¿Ejemplos?


¿Que otro motivo puede forzar es estiramiento temporal de la caída del avión -que estaba a segundos de impactar contra el continente americano- o la del tren que está a escasos metros del puente roto, o el niño que va cayendo del septimo y no puede tomarle mas que cinco segundos dar con el asfalto; sino para que el súper héroe, tenga ese plus de segundos para calzarse la pilcha, alisar el pelo, clarear la voz, para ser, en definitiva?


¿Donde se ha visto a Batman en bata o Superman en ojotas? ¡Por favor!


¿Que otra cosa es la vestimenta, amigos, que la aceptación del rol, si la remera nos la ponemos a diario para remarla y la campera para salir al campo de batalla?


Odiseo Torres nunca abandona el divinal hogar si no es en su rol atávico de legislador o secretario de juzgado y su libro. Uno nunca sabe cuando cruzará su destino con el de gentes a quienes solicitar auxilio en metálico -sostiene- de ser posible en moneda extranjera, mecenas involuntarios de su carrera literariomusical.


Para evitar tamaña molestia del calzado y las ropas, el cruce de calles y la sonrisa, que distraen hermosas horas de su siesta, o de su escritura; tomó prestado de la casa de alguna antigua ex, un telescopio no muy potente, de niños que ya abandonaron la ternura de la búsqueda de galaxias auxiliados de planos de cartografía celestial, ahora solo repiten y comparten frases ingeniosas en feisbuc.

De seguro no echarán de menos esa cosas que juntaba polvo encima del ropero, elemento que colocado y apuntado correctamente, paso a entregarle prolijas y correctas imágenes de resúmenes diarias, de todas las loterías nacionales; una vez corrida de adelante, la hija del quinielero, puesto que Odiseo acostumbró su yo a la espera de los resúmenes a horas fijas, aplacando la ansiedad, ya reconoce hasta la ropa y los días de la semana de aquella; ya adivina hinchazones y humores hormonales, dudando que puedan influir o no en la suerte del sorteo. Sonrió ante la posibilidad -neta, neta- de ver vecinas en paños menores apuntando el telescopio en otras direcciones, placer reservado a chambones.


No demoró mucho en imaginar el otro prodigio, ya que imaginación, es lo único con lo que cuenta. Imagina que ello es así al haber escapado tempranamente de la educación que sus padres suponían le hacía bien.

Sugiere haber pasado de primero a segundo grado a través de un agujero en la pared. La educación es excelente para nivelar, pero Odiseo sabe que hubiera nivelado hacia abajo, muchos escalones. Hubiera perdido toda esa capacidad de imaginar y hubiera sido una pérdida para la humanidad, porque ahora, les demuestra a los que escuchan con los ojos demasiado abiertos, como las fuerzas inter atómicas, para nada intervienen en estas intra atómicas que le detienen las manos en su morisca danza explicatoria, porque es como despejar términos en una ecuación, mas viejo que Tales de Miletto o Pitágoras de Abdera. Teniendo algunos datos podemos despejar otros. 

Sabiendo donde va a estar, que cosa, en que momento puntual del futuro, podríamos -en teoría- predecirlo, si enfocamos bien nuestro deseo. Si sabemos que buscamos esa imagen, en ese lugar, nos enfocamos a ese lugar donde van a estar mañana esos fotones que chocan contra una superficie, podemos tranquilamente excitar esas partículas para viajar hacia adelante.


¡Guatefac! Si, así es amigos.


Puesto que en la idea original, era viajar personalmente al pasado “de shopping” con guita actual, para ganarle a la inflación y de paso visitar algún ilustre personaje. No otra cosa hacen los turistas en masa.


Luego encontró ociosa esta visita, y el viaje al pasado que imaginó fue bastante corto, un viaje de un día a jugar a la quiniela, mas lo perturbó demasiado una duda sobre enlaces de la pared citoplasmática, que indudablemente iba a dar muchos dolores de cabeza en su desarmado y rearmado -por lo menos en los papeles del laboratorio- que cierta cadena peptídica reacia a ser lo que era antes del viaje, lo llevan a la conclusión que para jugar a la quiniela con los números del día anterior, nada mejor que hacer viajar los números de ayer al presente.

El perfecto inverso a "Si la montaña no va a Mahoma"


Suena poco serio que tamaño esfuerzo no sea por el bien de la humanidad, o salvar a las ballenas o pingüinos, o combatir el virus de esa gripe por la que iba a morir medio planeta, sino por conseguir un número de la quiniela.


-Con mis amplios conocimientos de mecánica cuántica y algunos materiales -Abre los brazos, describe semicírculos en el aire cual director coral, retiene partículas entre pulgar e índice, remueve piones y hadrones- Terminé bastante rápido el fagocitador de tiempo- Diseño, fabricación y puesta a punto.

Parroquianos que ya abandonaron a los adolescentes de la disucisiòn televisa, moza de nombre equívoco que trama cobrar nuevamente la cuenta.


-Andá a cagar -Suelta Sisoco incrédulo de incredulidad absoluta- hace media hora que estas hablando, dejale el micrófono a otro-


Comienzan las risas y se reprimen paulatinamente, ante la voz del héroe, que les trae el recuerdo de la abultada cifra en moneda extranjera y promesas de pruebas físicas de su existencia.


-La prima de aquella, la que vive en Berlín, me contactó con Franz, si ese gringo que les hablé, el que era coronel del ejército de la Alemania de allá, que me mandó una caja con los materiales radioactivos. ¿Qué? ¡No se como pasaron, pero están! -Cuenta entre carcajadas- Viste que acá la aduana... Nada.  

Ahora está piola decir "nada" al final de las frases y al principio decir "esta piola"


Nada, adverbio devenido en sustantivo.  Metamorfosis del idioma.


Demora la explicación, detiene su marcha ante la dificultad de narrar el porqué y el como, y aplicando suficiente energía -muchísima, es cierto- la posición del fotón pasa a donde estaba antes, y si la energía se agrega en sentido inverso, invirtiendo la polaridad, la posición es a donde va a estar después.

¿Que son veinticuatro horas en la eternidad del cosmos? 

Una pelotudez.


-Porque caballeros -Siempre los nombra así cuando se pone solemne y shakesperiano- Debo deciros que podemos intuir algunas cosas y predecir aproximadamente, porque a nivel subatómico, la física tal y como la conocemos, que si al chocar gira hacia la derecha, ¿pone el guiño? No pelotudo, que si dobla describiendo una curva, es un hadrón, si es mas cerrado, otra partícula, o sub partícula, si describe una recta corta, un antiprotón, que gira sobre si mismo en velocidades múltiplos de dos. Es el momento del electrón. ¿Entra en escena? No boludo, se llama así. Ah.


-Mirá vo -Suelta Rómulo- Tanto quilombo con el salto cuántico. ¿No es mas fácil laburar?-


-Una pequeñez -Quita Odiseo dificultades con las manos como motas de polvo, al igual que la tan ominosa como desechable idea del trabajo-


-¿Son chiquitos no? -Pregunta Jacinto nuevamente, cerca del llanto producido por la risa infantil-


-Si, pequeñez de boludez -Mientras la mano de Rómulo se abstiene de castigar nuevamente la cabeza del amigo-


Narra por fin Odiseo, calmadas las carcajadas, los pormenores del último escollo, la provisión de suficiente energía que requiere el artificio para forzar el viaje de los fotones en contra de la energía originada en el bigbang, del futuro al presente, algo relativamente lógico y los inconvenientes -producto de la necedad de la gente común a la que bautizara tiernamente: la gilada- necedad que encontrara en la empresa provincial de energía, la EPEC, en todas las ocasiones en que se presentara para solicitar una conexión al tendido de alta tensión.


La Gaby, que si lo recuerda de visitas anteriores, no entiende para que necesita tanta energía un diseñador de veletas, debiendo soportar explicaciones para nada satisfactorias, auxiliadas de vuelos de brazos que poco ayudan a la niña en la comprensión; brazos y explicaciones solo destinadas a cautivarla con la magia de su voz, y dejarlo pasar solo para encallar en la instancia superior, donde es recibido no ya por una tierna e inocente niña, sino por un correcto e instruido ingeniero, que lo escucha tan pacientemente como lo permite su formación superior, no comprende, no alcanza a asumir en el plano lógico, que la conexión sea para un domicilio, intenta explicar que ese tipo de servicios se diseña para grandes empresas en parques industriales, mucho tiempo, no domicilios y un solo minuto de un día, ingeniero que teme ser víctima de una cámara oculta, levanta los ojos y requiere del auxilio de azulados y panzones cuerpos para retirarlo de su oficina.


-Tanto nadar -piensa Odiseo- para morir en la orilla-


Posteriores visitas, solo agravan la posición asumida inicialmente por dicho ingeniero, ya que en la última visita, no es a la policía a quienes llaman, sino al neuropsiquiátrico, tal vez movidos por la cantidad de movimientos de brazos, la mención accidental de la quiniela de mañana, la errónea intención de corregir ese desliz presumiendo de Rey Lear y soltando palabras de Julio Cesar, confundiendo dramas, y los generosos lagrimones que comienzan a surcar sus mejillas, merced al calor de la explicación teórica o -porque no- al llegar a la parte de: “tu también Bruto, hijo mio”.


-De resultas, me enganché directamente -Levanta los brazos hacia el cielo, ya nuevamente de pie en el bar, escenificando, sosteniendo una invisible pértica, con la que simula colocar los ganchos en el tendido de alta tensión-

Ya los ojos de los otros concurrentes del bar olvidaron completamente la estupidez televisiva.


-¡Guatefac de mil fac! -Suelta Sisoco, frente arrugada en extremo, visualizando en su yo íntimo el chisperío de los cables- Un quilombo. ¿Cómo hiciste con el arco...?


Sisoco hace referencia al arco voltaico, a la chispa y no -nuevamente- a la constelación del arquero como muchos pueden presumir, tratándose de suertes, adivinaciones y predicciones del mañana.


-Una boludez  -Da por suficiente respuesta Odiseo, quitándole totalmente importancia a la chispa eléctrica, chasqueando de dedos de su mano derecha-

Después el Toto, el del escabadientes en la boca, si ese del taller de mecánica del automotor, me bobinó los campos. No quedó estéticamente bonito, debo aceptarlo, pero ahí está. Odiseo, mostrando enorgullecido, fotos del aparato en su teléfono móvil, teléfono de dudosa procedencia, ante miradas que pareciera ya no dudan tanto. Fagocitador temporal leen en el costado que mira hacia la cámara y temen. Hacen bien en temer.


Ninguno está en posición de analizar como pasar alta tensión por esas delicadas bobinas, por ese botón rojo de no mas de dos amperes o el renacer de la sonrisa de Odiseo frente al prodigio que observan sus pares en la imagen, si esta es alegría por la posesión del millón, o lisa y llana broma de mal gusto.


Luego narra los fallidos y sucesivos intentos de dar con los esquivos números del futuro.


Un primer intento, habiendo apuntado correctamente el fagocitador, habiendo verificado los terminales del cableado y materiales peligrosos, chequeado que no haya niños en las cercanías, pulsa el semiesférico botón rojo -color y formato que eligiera especialmente por cábala- dejando algunos segundos sin luz a la ciudad, pero habiendo omitido -de boludo, acepta- ponerse los lentes de cerca, por lo que no da con la imagen deseada en forma perfecta, pero que ve formarse, que reconoce está, que verifica empíricamente, pero observa de manera muy borrosa.


-¡Qué pelotudo! -Dice que se dijo a si mismo, cosa que hace de forma corriente, por lo cual no es de dudar-


Desiste de hacerlo nuevamente, para no alertar autoridades técnicas que ya lo tienen bastante marcado, que asocien esas teatrales apariciones con la falta generalizada de energía y que comiencen a indagar sobre el origen de la falta.


Pirata temporal si, boludo no.


Asiente Jacinto, asiente Romulo, Sisoco mira entrando y saliendo sucesiva y alternativamente de la historia, mientras observa a dos parroquianos y a Adriana -que es Nancy- entrecerrar ojos que apuntan a Odiseo, ante la posible explosión de la chispa de alta tensión.


Cuenta que espera al día siguiente, ya con los lentes en su estuche, a escasos centímetros del interruptor del fagocitador, mas, ni bien realiza el checklist lo pulsa, pero... los dioses lo distraen del objetivo de su investigación, interponiénole una imagen.  Un jean cercano a la perfección platónica, jean enfundador de algo cercano a la perfección platónica, jean que sabe fatalmente se detendrá por el lugar el día siguiente, a esa hora, minutos y segundos puntuales, realizando esas acciones modificatorias del futuro: sacar cinco pesos de ese monedero y adquirir philip diez. La figura le llama mucho la atención, hecho que deja a la ciudad sin suministro eléctrico, ya varios minutos. Poco tarda en planificar otra cosa, plan B.


Cruza al día siguiente, ya aseado y vestido conforme lo obliga su dignidad de superhéroe, a la espera de la niña, sin la angustia obligatoria de todo hombre que espera por la llegada de una mujer, puesto que Odiseo sabe perfectamente -por primera vez en la historia humana, dato no menor- que ella indefectiblemente va a llegar.


La ve llegar, la espera, no es la primera mujer a la que sorprende, prefiere el abordaje por estribor, le susurra jocosamente acerca de su nueva profesión de mago, le anticipa que va a comprar Philips diez, porque solo tiene un billete de cinco en el monedero rojo, que sabe que ella guarda en ese bolsillo de la mochila. 

El asume, cree, imagina que esa magia supera toda barrera humana de asombro.


Pero ella tiene demasiados problemas de trabajo, o de familia, o de dinero, o es inmune a la magia y a los magos por analogía, o solamente no acuerda con la diferencia de edades; no escuchó, o no entendió, o no aceptó parte del discurso del deiforme Odiseo, asume que la siguió desde otro punto del orbe y lo aleja con una puntual e hiriente frase, una que lo fuerza a desistir de propósitos nobles, que incluye en la oración, la promesa del llamado a los azulados hombres de la ley, mezclado con la acusación sobre edad y presunción de onanismo iure et de iure, que en modo alguno desaniman al héroe, ni malogran su bien formada sonrisa, al sobrevivir este varias vidas sobre la realidad, escuchando amenazas mucho mas interesantes y elaboradas.


Ariadna, o Adriana, bautizada originalmente Nancy, acerca otra insonora botella a la mesa plástica, dado que presume tanta pérdida de líquidos corporales, por suelta de lágrimas o mocos, o salivas en las risas de los hombres de la mesa, asume que esto debe producir sed, pero él aún no la recuerda, absorto como está en el relato de su amigo. La alegría de él la contagia y es también un poco alegría para ella que no lo escucha a Odiseo.


Espera Odiseo, igual a un dios, al día siguiente, otro mas, verifica todos los pasos de seguridad, los lentes, como buen científico toma nota de las variables, por mínimas que sean, pulsa el botón bermellón semiesférico, escucha el sonido, huele el ozono azulado -que deben ser parientes verbales- visualiza y da con números, pero desafortunadamente, no son de su agrado, visualiza una combinación de aquellos números que denomina infaustos, por lo que desiste de hacer la operación apostadora, no vaya a peligrar el cosmos todo -piensa- y a colapsar en antimateria y zona oscura, por una apuesta de lotería de un hombre común y silvestre de un planetita de cuarta en los bordes de la vía láctea. La magnanimidad de los héroes se mide en este tipo de omisiones, más que por sus nobles y arriesgadas acciones.


La ciudad, nuevamente privada de luz algunos minutos.


-¡Ah, eras vos... culiado! -Suelta Jacinto grandes los ojos, que recién llega a la conversación desde el patio de su pueblo natal-


Finalmente, repite todos los pasos a la espera de la nacional del día siguiente y da felizmente con el número de cinco cifras. Toma nota del mismo en un pequeño papelito, pero solo por jugar con su frágil memoria, para ponerse a prueba, como en las carreras alocadas de los niños, para medir las fuerzas. Lo urgen factores fisiológicos de alta complejidad, producto de la alegría, la sensibilidad propia de ciertos individuos, se da tanto en los órdenes anímicos como físicos, aunque demoremos en entender la diarrea como motor del alma.  


Al regresar comprueba que el número recordado, poco -o nada- tiene que ver con el anotado en el block. Lo mismo procede a jugar a ambos. Por las dudas. Imagina que por algo recordó ese otro número y le guarda un reverencial respeto.


-Y la grande.


-Guatefac


-Guatemilfac


-¿Denserio?

Los gana la planificación de las actividades, luego de un silencio de blanca o redonda, el itinerario, por lo menos un esbozo a grandes rasgos, acuerda con los pares una única regla inquebrantable, dentro de la ausencia de reglas, porque el juego es su motor vital; el tope de los treinta días que debería durar todo el viaje, ni un minuto mas, puesto que así habían sido advertidos todos.


Las paradas en las distintas ciudades, deben ser tan extensas como grandes sean los atractivos de estas.


Alguien propone la compra de billetes de avión, otro suelta la infantil sugerencia de chartear un avión. Un 737 ochocientos, suficiente autonomía, otro, cambiar todas los asientos a clase ejecutiva. Excelente idea. No vamos a viajar incómodos. El alcohol cede ante la evidencia y el entusiasmo, o tal vez induce estas cosas.


-Dejame llamar un par de amigos, tengo que averiguar si se puede cruzar el Atlántico con un 737 -Sugiere Rómulo- con un birreactor. Creo que tienen que ser por lo menos tres turbinas, normas internacionales y esas boludeces que si se planta un motor que se yo.


Falta una de las voces, en la euforia, tuercen miradas y dan con la cara de niño retado.


-No tengo pasaporte -Dice Jacinto haciendo ligeros pucheros de niño pelotudo y forzando varios silencios de negra, para alegría de parroquianos que pueden escuchar dos palabras de un comercial de pañales descartables-


-Mi buen y querido amigo -Vocaliza lenta y claramente Odiseo sonriendo y agregando palmada sonora en la cabeza, luego de una idea que cruza sus sienes y lo mueve a risa- Estamos en disposición de un palo verde, tamaño paquete de guita, el objetivo es el viaje, no nos detendrá un tecnicismo legal, un pa-sa-por-te. Su mirada adquiere la frialdad de uno de esos héroes psicóticos de la pantalla grande.


Marca demasiado las sílabas del sustantivo, lo suelta como si estuviera diciendo “caca”, mostrando en ello el tamaño de su desagrado para con todo lo oficial, puesto que todo aquello que imponga un orden, produce nauseas al deiforme Odiseo Torres.


Re-Nace la sonrisa en el infantil rostro de Jacinto Ruiz, se da por respondido.

Los otros sonríen aún más.  Por simpatía.


La secreta logia se detiene en el plan para hacerse de los pasaportes faltantes, que son varios, habiendo liquidez -dinero, no cervezas- como en este caso, en pocos segundos estuvo resuelto el inconveniente documenticio, por lo menos se diseñó un esbozo de solución.


-Por quinientos se consiguen pasaportes en un día -Soltó Rómulo, conocedor de los vericuetos legales por su condición de abogado- por mil...


Nace el entusiasmo. Alguien ya sugiere modificaciones estéticas a los mismos, en beneficio de su belleza, más relucientes que si fueran británicos.

En vez de quinientos, mil y listo. Por dos mil, hacemos pasaportes en horas.

En vez de dos mil, cuatro mil y la mitad de tiempo de una hora, y así renuevan viejas discusiones sobre la paradoja de Aquiles y la tortuga.


-No es mala idea -Suelta Rómulo y un recuerdo lo hace volver el preocupado rostro al de su amigo y confidente- ¿Che, Odiseo... como quedo eso del banco sanjuanino?-


-¡Prescribió! -Contesta con la voz y ambas manos abriendo un semicírculo, palmas hacia adelante del semidiós- Creo se perdió el expediente. No me acuerdo. O los peritos ingenieros no pasaron las pericias del boquete-


-¡Como no te vas a acordar! Eran diez años mínimo-


-Una boludez mi leguleyo amigo, una boludez -Odiseo frunce el ceño, mientras mueve la cabeza negativamente, como si estuvieran hablando de una boludez-


-Ojala te sirva para aprender a no firmar cualquier cosa, a cualquier boludo que te engancha con ideas raras -Reprende el hombre de leyes (terrenales) al hombre de leyes (divinas)- Ahora no podrías salir del país.


Peligra el viaje por unos segundos, la liquidez -ambas, cervezas y dinero- reactualiza discusiones sobre nuevos boquetes a nuevos bancos, planean dar por tierra con todo el sistema financiero, ya envalentonados por el dinero y el alcohol. Jacinto, voz de la conciencia colectiva, los devuelve a la regla inquebrantable del viaje. Regresan todos a la discusión de los pasaportes faltantes, Odiseo refunfuñando.


-Hace cinco minutos que somos ricos y ya se están comportando como tales -Amonesta Jacinto-


-¿De Mileto? -Pregunta Rómulo-


-Mil no, millón -Asegura Sisoco, que tampoco estaba del todo en la discusión-


Discuten agregar la leyenda edición VIP en un margen semioculto de la segunda hoja. Aceptaron a desgano la negativa de Rómulo y desistieron de la feliz sugerencia “tapas de color anaranjado y verde” como solicitara Jacinto, dado que ello reduciría considerablemente la posibilidad de salida del país, agregando peligros de conocer sistemas penales en otras latitudes, para los que Rómulo no estuviera en condiciones de ejercer. Falsificación de documento público, que atenta contra la fe pública.


-Eso si que está bueno -Odiseo se alegra que alguien se acuerde de la fe pública, la buena fe que los individuos deben observar-


-Yo quiero un pasaporte de tapas anaranjadas y verdes -Se planta Jacinto en su postura original-


-Si a Jacinto le hacen de esos, deberíamos hacer todos iguales -Levanta la voz Sisoco y se llama a silencio, para no alertar a la comensalía de estar en posesión de un palo verde-


-Tranquilo amigo, vamos a hacer de los azules y “caretas” -Responde Rómulo mirando el rostro de Jacinto no muy conforme con la resolución tomada-


En vano Odiseo suelta su aguardentosa voz, altisonante la frase célebre “¿Mi plata no vale?” que esgrime producto de la valentía, esa que otorga el alcohol ante la oficialidad de la Policía Federal, oficialidad que ve formarse, teatralizando en el bar, oficina, computadoras, uniformes y dedos entintados.


La cordura del par Sisoco García lo devuelve paulatina y lentamente a una realidad más cercana a la real, como en toda su vida anterior. Calma Odiseo, aplaque esa ira funesta.


Culmina la acalorada discusión de nuestros héroes sobre los pasaportes relucientes, pero disconformes de los arreglos estéticos sugeridos, recomendados y solicitados, pero no cumplidos, con la voz de “vo podé creer” que en realidad dirigen a si mismos y otros símiles de belleza acorde.


-¡Calmate Odiseo que vamos a terminar en cana! -Sugiere Sisoco, presa también de la escenificación de la oficina pública- mirá si se les da por averiguar de donde sacamos la guita-


-Nada debo ocultaros, señores -índice en alto, mira un punto distante de la realidad, donde supuestamente están los oficiales, ante la mirada de los parroquianos que los observan dialogar con fantasmas-


-Yo quiero de la misma cerveza que sirven en aquella mesa -Podemos imaginar que sean las palabras de un parroquiano de los que miran la novela-


Ya regresan entre risas a la discusión sobre los puntos a visitar, si las Baleares, tentados por el comentario de tanta juventud intoxicada, si dejar esto para lo final, si los nuevayores y las europas y si son igualitos a mi Santiago. Y se demora, mucho mas de lo debido -producto del alcohol ingerido- la explicación de como aterrizar un Airbus A340 en una pista de tierra, como es el caso de Chilecito, por muchos y válidas que resulten los argumentos de Sisoco, de zambas a ser ejecutadas y pasar a ver como andan ciertas almas del lugar.


-¿Qué mierda puede tener la Ibiza esa, que no tenga Sañogasta? -Seguro en su análisis, Sisoco eleva la voz-


-Esas boludeces del mar y las minitas intoxicadas -Odiseo regresa a los mares de sus otras vidas- Tiene razón mi buen amigo, a Sañogasta podemos seguir yendo cuando quieras, ahora tenemos un avión y mucha guita-


Ya surgen encuentros de voces, y que si esto, yo si, y que si esto yo no, que por unos kilómetros mas, podríamos pasar por Atamisqui, que les cuesta, pero la concurrencia en vano trata de reactualizar la explicación ya esbozada escasos segundos antes, sobre la imposibilidad técnica aterrizajes, por pequeño que sea el aeroplano, en sitio donde no hay ni una pista de tierra, de césped, por ínfima que sea, ni reparan en quién solicita bajar ahí, si amor lejano, madre, otros consanguíneos en primer grado, o solo zambas, otras, que esperan desde hace años la llegada de quien la cante. Se da mucho este último caso en el interior patrio de zambas que esperan por gentes, no sambas, puesto que eso ya es en otras latitudes y otros whiskeys.


-Si es el boquete, el viaje tiene que incluir Río de Janeiro -Rómulo recuerda a la concurrencia los grandes héroes de la historia reciente y sus asaltos a trenes blindados-


Que buscamos, amigos míos, en nuestro deambular por el orbe sino gentes, no serán de mejor valía las encontradas en el mediterráneo, Mar Mediterráneo, que en la mediterránea Santiago del Estero, y sus “ia e arrsheglao”, donde todo se arregla, donde todo es tan fácil, donde hasta para fiestear son negligentes, ya que la joda no empieza hasta las dos de la madrugada, si nadie tiene urgencias al otro día, que problema puede haber.


La idea esbozada por Odiseo y puesta a consideración de sus compañeros de travesía, es simple o de simple ejecución, puesto que bien sabemos, argumentos simples se anteponen a los complejos.


Convocar -o invocar que suena mejor- a otros veinte amigos, observando la máxima del padrón punteado, un par de bandas de blues o rock, que deben ser forzosamente viejos. Los nuevos rockeros no entendieron aquello de la rebeldía, el cambio del mundo y aceptaron pertenecer, formar parte de la máquina y aparecer en actitud bautizada ahora careta vendiendo celulares, ridiculizados probando puntería en la tele o alabando las virtudes de una crema para las hemorroides.


Se deben sumar muchos amigos viejos, de esos que solo queda el recuerdo de las bicicleteadas por el barrio. Fulano, Mengano, cuidado con Perengano y sus preinfartos.


Un buen seguro de repatriación. ¡Problema ajeno! ¡Mirá si lo vamos a dejar!


A las pocas millas de vuelo, los pertenecientes a la primera categoría, llamada banda, engrosarán también la segunda categoría, llamada amigos, por cuestiones extremadamente simples, que podemos resumir en el sustantivo: la afinidad. Imposible de ser comprendida por mentes que ingresaron a la máquina, tan poco importaría la paga a unos como el precio a los otros, estando en el lugar y momento exactos de la magia, de la magia en mayúsculas.


Motiva gran discusión la opinión vertida de labios de Odiseo Torres, igual a un dios en porte y ardides, sobre la inclusión de auxiliares de afecto a bordo, concuerdan unos, o acuerdan, desacuerdan otros, ni recuerdan otros; argumentos de peso agregan en uno y otros casos. Ya se escuchan opiniones desde otras mesas. Difícil solución enfrentan ni bien están en posición del millón y entienden a los poderosos, difícil trance los retiene.


-¡Letmisi! Simple. Aviso en el diario -Sisoco escribe el aire con el dedo mientras ríe, deletreando lo que dice con la voz, haciendo alarde de su condición de mesurado y conciso- Se necesitan señoritas -borra “necesitan” y reemplaza por “requieren”- para acompañar señores mayores a un viaje alrededor del mundo. Honorarios a convenir. Más claro echale agua.


-En ningún lugar aclarás lo mas importante -Refunfuña Odiseo- como aclaramos que es por sexo solamente-


-Nunca es eso solamente -Sugiere Jacinto horrorizándose ante la indecencia y el decoro-


-¡Esperá! -Dice Rómulo- Creo que no se puede poner eso che -Se lo observa revolver en el recuerdo, pero al parecer no encuentra el tipo penal en la parte especial del Código y los delitos contra el pudor- Demasiada birra, concluye a modo de síntesis.


-Aunque “honorarios a convenir” -Recapacita Odiseo, moviendo la cabeza- deja bastante claro que no es por otra cosa-


-Y si se hacen las que no entendieron el mensaje a mitad del vuelo -Pregunta Jacinto, no carente de importancia su argumento-


-¿Para que se hicieron las puertas? -Inquiere Sisoco, de escasa participación, mostrando dejos de sadismo no tenidos en cuenta- No viste la peli esta…


-Las puertas se hicieron para que fueran mesas -Dice Odiseo recordando su San Vicente natal-


-¿Para que se hicieron los contratos? -Resuelve instantáneamente el inconveniente, Rómulo, de amplios estudios sinalagmáticos-


-Amigos, no es mi intención ser aguafiestas, pero creo importante alertarlos sobre el profesionalismo -Esgrime con firmeza en la voz, aquella vinosa voz que le diera fama, el divinal Odiseo Torres, fecundo en ardides-


Recuerda este, avivando el recuerdo de los otros, que cuando tenemos un desperfecto en el circuito sanitario del domicilio, por mucho que nos cueste, convocamos el auxilio de un plomero, mas barato o más caro es el eje de la discusión, puesto que un amigo de onda suele ser la solución menos afortunada.

Siempre. 

Lo mismo pasa cuando una dolencia nos aqueja, concurrimos al médico. A la panadería acudimos por pan, aunque suene redundante, y no por extremos de dirección para un Peugeot 504.


En este caso, no hay que buscar demasiado, hay profesionales que llevan tiempo en esto, que conocen los pormenores de su oficio y que muy bien pueden acudir al llamado del aviso en el periódico, arribando a una solución ecléctica, tomando lo mejor de cada una de las propuestas. Por algo es fecundo en ardides y lleva sesenta años de existencia sobre el orbe sin el menor esfuerzo físico.


-Podemos dejar unos papelitos en los prostíbulos, tipo volantes fotocopiados: “Venite a Europa con nosotros, todo pago” -Fiel a su ternura Jacinto, que no piensa tener sexo con ninguna prostituta mientras viva, pero que no censura la actividad que tanto alegra a sus amigos, basta verles los encendidos rostros en este punto de la discusión-


-Tienen que ser no menos de dos por cabeza -Suelta alegremente Sisoco, entre risas que apenas hacen comprensible la frase-


-Vos si que sos un perverso -Responde Jacinto, en cuyo noble intelecto no ha ingresado aún el concepto de fiestita-


-No boludo, no es perversión. Es para cuando te quieras dormir, se queden hablando entre ellas y te puedas hacer el boludo.


Si fuera una sola, tenés que quedarte a escucharla -Esgrime Sisoco, imaginando la bigamia como la posible solución a todos los problemas de los matrimonios- siempre el mas chico está con anginas, o están en este laburo solo por un tiempo, hasta terminar de techar el dormitorio de las nenas. Por profesionales que sean, siempre, siempre, les va a salir la mina de adentro y tenés que hacer de oreja.


-Sabes lo que me jode orejiar últimamente-


Un verdadero hijo de un camión de putas, Sisoco el de la sonrisa franca, el buen amigo, esconde un perverso, mas perverso de lo que parecía.


Las risas de los contertulios los alerta de un punto no tenido en cuenta, importante, sobre que hacer al regreso, como disimular sonrisas, como argumentar haber sido abducidos por un OVNI, estar cavando el boquete, rapto, caravana de club de fútbol después del ascenso, haberse visto envueltos en una redada de la CIA, confundiéndolos con una célula de Al Qeda, ya que las lombrosianas facciones, bien los ayudan.


No os preocupéis, mis buenos y queridos amigos, la máquina siempre tiene algo con lo cual meter miedo en las pobres gentes. Solo hay que saber usarlo.  
Creyeron lo de las gripes de los chanchos, lo del Y2K, lo del riesgo país, creyeron que las marcas en el suelo eran Ovnis, en las armas de destrucción masiva en Iraq, en que si depositas dólares, en el crecimiento eterno de los mercados. Hasta los nombres suenan medievales: el chupacabra. Esconden homicidios en la vorágine de los medios, aparecen pintados a diario, patéticos seres de cartón que llaman a risa. Hasta creen que esos papelitos dibujados con próceres valen algo.


El metálico en poder de los héroes, bien se presta para montar un operativo de prensa: el escándalo de algo así como: fagocitador de realidades y un par de reportajes a estos individuos. Un guión mediocre y entendible. Se arman unas líneas de diálogo, después imágenes del verano en Carlos Paz, noticias del zoológico de Londres, tantos días para que comience el otoño y ¡Listo! 

Nadie pregunta mas nada.


-¡Odiseo! -Dice Sisoco- Inventate algo, una excusa, para decirle a las mujeres a la vuelta-


-No se ustedes, mis buenos amigos, pero yo tengo absolutamente claro lo que voy a hacer al regreso -Claro y seguro como siempre Odiseo-


-Laburar -Suelta Rómulo ante las carcajadas de la concurrencia-


-Si -Seguido de un largo silencio, pero no un silencio de blanca o redonda, sino de un camión de redondas- Y mucho, en la factura de cierto libro, que pienso titular “Como quemar un millón de dólares en un mes” -Dice deletreando con el índice el áureo cielo, deteniéndose sílaba por sílaba, en la medida que el alcohol no lo hacía caer en faltas de ortografía, volver en el renglón aéreo para corregir el acento en millón-


El problema, siempre se presenta en la primera vez, como en todo. Una vez que hiciste tu millón, hacés cinco mil, y ya nadie pregunta ahí como hiciste el primero. Preguntale a los Rockefeller, que hicieron el primero traficando gente.


Y esgrime que bien puede hacerlo, si se vanaglorian todos los ladrones de mostrar como hicieron su primer millón, como no puede tranquilamente él hacerlo desde el otro extremo del discurso, con dineros tan bien habidos.


-Y no conforme con esto, pensaba guardarme algo a modo de regalo, pero lo voy a decir también.


Enmudecen los demás parroquianos del bar, se detiene el sonido ambiente, deja de chirriar el ventilador de techo, se reduce misteriosamente el sonido la televisión a sus espaldas. Hasta el locutor del noticiero, pareciera haberse detenido a parar la oreja y olvida la crítica que estaba haciendo del horrendo cómics, ese que pegan en las paradas de los ómnibus “pirinchito y gordoazul”.  
Nunca el divinal igual a un dios había proferido amenaza de tamaño semejante.


-De ese libro, van a venderse un millón de copias, como mínimo, a un dólar de derechos de autor cada uno... lo cual nos va a dar oportunidad para un segundo viaje, al encontrarnos en posesión de un segundo millón-


Los más leídos descubren, al menos indicios, alusiones sutiles a las mil y una noches en el discurso de Odiseo, fecundo en ardides y en robos literarios, algo de muñecas rusas y la duda sobre el segundo millón, renueva dudas sobre el primero, con la certeza absoluta del exceso en cervezas a esa hora puntual de la tarde, de un día martes, demasiado a la mitad de la semana.


-Cobranos -Suelta al aire el varón sin mácula Sisoco García, volviendo muy de a poco de esos viajes por los que los lleva Odiseo, siempre-