24 feb 2016

Autodestrucción

La Autodestrucción
Cíclope de Cristal, Devora ambición
y vomita modelos de ficción - Divididos.


Desde Freud en “El Malestar en la Cultura” el tema de la autodestrucción es tratado con total liviandad en cualquier ámbito, se lo puede observar hasta en el panel televisivo de Mariana Fabiani, Susana Gimenez o Jorge Rial.

Me encantan cuando dictan sentencia sobre una causa que lleva tres años en la justicia y cuatrocientas páginas de alegatos y pericias: “ella era bastante trolita”, los pinta enteros.

No es extraño que traten el tema intercalado en la agenda diaria con:

Los cuernos de Pampita, seguido de la liberación del cepo cambiario, luego de Todos podemos hacer un huerto hidropónico y finalmente la filmación de un gato que escupe de costado.

Mariana ríe estupidamente mostrando sus dientes perfectos.

Lo realmente interesante es que los expositores de tesis y ponencias son exactamente los mismos para todos los temas, lo que nos hace dudar acerca del rigor científico de las posturas.

Esto nos recuerda los carteles en el Centro Vecinal.

Aprenda Guitarra, Karate y Computación. Abajo, está el mismo número de teléfono celular para los tres ámbitos educativos, lo que nos da un indicio que el profesor es el mismo.

Nos reímos del profe del centro vecinal, a pesar que le pone unos huevos como dos fiat 600. Extraño es que no lo hagamos con Mariana Fabiani.

Faltaría debajo de guitarra, karate y computación, gabinete psicopedagógico y que allí también trate esto de la tendencia a la autodestrucción.

Tánatos Vs. Eros. Un Belgrano Talleres de la mitología griega.

Para descubrir esta tendencia autodestructiva no debemos hacer mucho trabajo de campo, la vemos a diario en pelotudos que se adelantan en la doble fila amarilla, gente que lleva los niños a Mc Donnald.

Los que miran Mariana y Mirta. Los que escuchan Cadena tres.

Hay cosas mas toxicas que el Glifosato, la Coca Cola o Marlboro. No solo los yankees producen cancerígenos.

Hay gente que fuma. Legales. También llamados Caretas.

Vivimos en una ciudad donde el control bromatológico está en manos de Ramoncito Mestre.

El control de las herramientas represivas del país esta en manos de Oscar Aguad y la pato Bulrich.

Dejamos de leer, abandonamos tan sana costumbre, porque no tenemos tiempo.

Al tiempo descubrimos que vemos televisión, algo totalmente toxico y destructivo.

Al indagar porque acerca de los motivos por lo que hacemos esto, ver el “bailando”, descubrimos que es para matar ese tiempo que nos sobra por no leer una buena novela.

Nos afantasmamos sin notarlo. Un fantasma es alguien que no esta, por “ausencia, muerte o cambio de costumbres”, dice Joyce en el Ulisses. El esqueleto gaseoso. Alguien que se queda sin cuerpo.

El siglo XXI nos entrega el opuesto antagónico. Cuerpos que se quedan sin el tipito. Los cuerpos son hermosos, bien formados, tuneados, step, cinta, etc El contenedor está pero empiezan a faltarles contenido. La peor de las autodestrucciones.

Colabora -creo- en gran medida las inmediatez de todo. Los medios digitales nos alcanzan inmediatamente tanto una foto del accidente aéreo de hace segundos en China, como la pizza que pedimos por whatsapp. Posiblemente esto justifique al pelotudo se adelanta en la doble fila amarilla o te pasa por la derecha. Fue perdiendo la sana costumbre de la paciencia.

Nos satisfacen tanto estas tecnologías que alimentan el ego, que aparece la estrella de todo esto: la selfie y el instagram, que sin querer validan nuestra teoría de la autodestrucción.

Leí ayer que hay ya mas muertos por selfie que por ataque de tiburones.

Los medios sociales nos traen una versión reducida de la realidad. Un resumen de noticias.
Nos llena de felicidad el renglón con la sentencia de Gramsci y detrás la imagen de Tan Biónica.

Queda el pequeño detalle de las fuentes.

Casi siempre, esa realidad poco tiene que ver con lo que ocurre de verdad.
La realidad es hermosa, lo que dice la Tele es el machete de la realidad.

Y así pretendemos movernos por la vida, a fuerza de machete. Nos salió bien con las fórmulas de Química Inorgánica de tercero y aplicamos el mismo método para la vida misma.

No leemos el clásico, porque es larguísimo. Nos conformamos con repetir “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre...” y la careteamos que leímos a Cervantes, o repetimos “la música nos recuerda una felicidad que no tuvimos nunca” dándonos dique de lectores de Wilde para ganar minitas.

Ahora bien. Quien no haya leído el 1984 de George Orwell va a ser un títere de las operaciones mediáticas del nuevo “ministerio de la información” de Lilita y la Pato Bulrich. Un fantasma al menos tiene opinión propia. Porque no va a saber que: “quien maneja el presente, puede manejar el pasado y obviamente el futuro”

No va a entender el valor de Infojus y el borrado selectivo de archivos históricos que está haciendo Cambiemos.

Están cambiando el pasado. No eran treinta mil los desaparecidos. La marina nunca bombardeó Plaza de Mayo. Oscar Aguad nunca señaló a ningún compañero con el dedo índice.

Al pobre George Orwell, no lo quería Stalin, al carecer este de sentido del humor, le jodió la burla de su persona en el Gran Hermano; no lo quería la derecha por su marxismo confeso, no lo querían los troskos, porque... los troskos nunca quisieron a nadie y no lo querían los escritores porque 1984 no es, ni una novela muy buena ni un ensayo muy exaustivo.

Pero, como bien sentenció Borges, no hay libro suficientemente malo que no incluya algo bueno.

¿Podemos decir lo mismo de los programas de panelistas?

Elegir no saber, es una autodestrucción.






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