La
Autodestrucción
Cíclope de Cristal, Devora ambición
y vomita modelos de ficción - Divididos.
Desde
Freud en “El Malestar en la Cultura” el tema de la
autodestrucción es tratado con total liviandad en cualquier ámbito,
se lo puede observar hasta en el panel televisivo de Mariana Fabiani,
Susana Gimenez o Jorge Rial.
Me
encantan cuando dictan sentencia sobre una causa que lleva tres años
en la justicia y cuatrocientas páginas de alegatos y pericias: “ella
era bastante trolita”, los pinta enteros.
No
es extraño que traten el tema intercalado en la agenda diaria con:
Los
cuernos de Pampita,
seguido de la liberación
del cepo cambiario, luego
de Todos podemos hacer un
huerto hidropónico y
finalmente la filmación de un
gato que escupe de costado.
Mariana
ríe estupidamente mostrando sus dientes perfectos.
Lo
realmente interesante es que los expositores de tesis y ponencias son
exactamente los mismos para todos los temas, lo que nos hace dudar
acerca del rigor científico de las posturas.
Esto
nos recuerda los carteles en el Centro Vecinal.
Aprenda
Guitarra, Karate y Computación. Abajo, está el mismo número de
teléfono celular para los tres ámbitos educativos, lo que nos da un
indicio que el profesor es el mismo.
Nos
reímos del profe del centro vecinal, a pesar que le pone unos huevos
como dos fiat 600. Extraño es que no lo hagamos con Mariana
Fabiani.
Faltaría
debajo de guitarra, karate y computación, gabinete psicopedagógico
y que allí también trate esto de la tendencia a la autodestrucción.
Tánatos
Vs. Eros. Un Belgrano Talleres de la mitología griega.
Para
descubrir esta tendencia autodestructiva no debemos hacer mucho
trabajo de campo, la vemos a diario en pelotudos que se adelantan en
la doble fila amarilla, gente que lleva los niños a Mc Donnald.
Los
que miran Mariana y Mirta. Los que escuchan Cadena tres.
Hay
cosas mas toxicas que el Glifosato, la Coca Cola o Marlboro. No solo
los yankees producen cancerígenos.
Hay
gente que fuma. Legales. También llamados Caretas.
Vivimos
en una ciudad donde el control bromatológico está en manos de
Ramoncito Mestre.
El
control de las herramientas represivas del país esta en manos de
Oscar Aguad y la pato Bulrich.
Dejamos
de leer, abandonamos tan sana costumbre, porque no tenemos tiempo.
Al
tiempo descubrimos que vemos televisión, algo totalmente toxico y
destructivo.
Al
indagar porque acerca de los motivos por lo que hacemos esto, ver el
“bailando”, descubrimos que es para matar ese tiempo que nos
sobra por no leer una buena novela.
Nos
afantasmamos sin notarlo. Un fantasma es alguien que no esta, por
“ausencia, muerte o cambio de costumbres”, dice Joyce en el
Ulisses. El esqueleto gaseoso. Alguien que se queda sin cuerpo.
El
siglo XXI nos entrega el opuesto
antagónico. Cuerpos que
se quedan sin el tipito. Los cuerpos son hermosos, bien formados,
tuneados, step, cinta, etc El contenedor
está pero empiezan a faltarles contenido.
La peor de las autodestrucciones.
Colabora
-creo- en gran medida las inmediatez de todo. Los medios digitales
nos alcanzan inmediatamente tanto una foto del accidente aéreo de
hace segundos en China, como la pizza que pedimos por whatsapp.
Posiblemente esto justifique al pelotudo se adelanta en la doble fila
amarilla o te pasa por la derecha. Fue perdiendo la sana costumbre
de la paciencia.
Nos
satisfacen tanto estas tecnologías que alimentan el ego, que aparece
la estrella de todo esto: la selfie
y el instagram,
que sin querer validan nuestra teoría de la autodestrucción.
Leí
ayer que hay ya mas muertos por selfie que por ataque de tiburones.
Los
medios sociales nos traen una versión reducida de la realidad. Un
resumen de noticias.
Nos
llena de felicidad el renglón con la sentencia de Gramsci y detrás
la imagen de Tan Biónica.
Queda
el pequeño detalle de las fuentes.
Casi
siempre, esa realidad poco tiene que ver con lo que ocurre de verdad.
La
realidad es hermosa, lo que dice la Tele es el
machete de la realidad.
Y
así pretendemos movernos por la vida, a fuerza de machete. Nos
salió bien con las fórmulas de Química Inorgánica de tercero y
aplicamos el mismo método para la vida misma.
No
leemos el clásico, porque es larguísimo. Nos conformamos con
repetir “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre...” y la
careteamos que leímos a Cervantes, o repetimos “la música nos
recuerda una felicidad que no tuvimos nunca” dándonos dique de
lectores de Wilde para ganar minitas.
Ahora
bien. Quien no haya leído el 1984
de George Orwell va a ser un títere de las operaciones mediáticas
del nuevo “ministerio de la información” de Lilita y la Pato
Bulrich. Un fantasma al menos tiene opinión propia. Porque no va a
saber que: “quien maneja el presente, puede manejar el pasado y
obviamente el futuro”
No
va a entender el valor de Infojus y el borrado selectivo de archivos
históricos que está haciendo Cambiemos.
Están
cambiando el pasado. No eran treinta mil los desaparecidos. La
marina nunca bombardeó Plaza de Mayo. Oscar Aguad nunca señaló a
ningún compañero con el dedo índice.
Al
pobre George Orwell, no lo quería Stalin, al carecer este de sentido
del humor, le jodió la burla de su persona en el Gran
Hermano;
no lo quería la derecha por su marxismo confeso, no lo querían los
troskos, porque... los troskos nunca quisieron a nadie y no lo
querían los escritores porque 1984 no es, ni una novela muy buena ni
un ensayo muy exaustivo.
Pero,
como bien sentenció Borges, no hay libro suficientemente malo que no
incluya algo bueno.
¿Podemos
decir lo mismo de los programas de panelistas?
Elegir
no saber, es una autodestrucción.
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