El
Verbo
“Los
libros dicen que estamos hechos de átomos, pero a mi un pajarito me
dijo que estamos hechos de historias” Decía el entrañable y
extrañable Eduardo Galeano.
Era
muy bueno en el uso del verbo.
Yo
creo que valemos por la forma en que usamos el verbo, nada mas.
No
por nada el Génesis comienza “en principio el verbo y el verbo se
hizo carne...” lo demás lo sabemos, palabras mas, palabras menos.
Me
emocionó cuando Galeano lo recuerda a Jose Gervasio de Artigas, Galeano
tiene esa capacidad de transmitir su estado de ánimo al hablar de
alguien.
“Usted,
don jose, nos hace falta, porque usted es la mejor palabra que ha
dicho esta tierra”
Matilde,
era una anciana -aunque parecía una hada- que murió hace poco en un
asilo de ancianos en alguna isla española, asistida por un estado
generoso. Escapó a la dictadura en los setenta y no volvió mas.
Lo
interesante de Matilde es que se ganaba la vida traduciendo textos
ingleses para una editorial emblemática para los amantes hispano
parlantes de la Ciencia Ficción: Minotauro.
La
Ciencia Ficción tiene una
curiosa virtud, que comparte
con pocas disciplinas, la de
criticar al sistema opresor desde sus propias entrañas, los
monstruos del capitalismo
imperialista, haciendo la
hipérbole o simulacro de
estar criticando a una
civilización distante en el tiempo o el espacio.
Tan
fascista es todo occidente, especialmente EEUU. que autores de la
talla de Tolkien, Sturgeon, Bradbury o Dick tuvieron que valerse
de
este recurso de un género
“menor”.
Es
curioso el caso de Philip K Dick, paranoico en la creencia que lo
perseguían
los servicios de inteligencia
de los sesenta en USA.
En tal medida que esto pareciera ser parte constitutiva y fundamental de su obra: el ambiente opresor e incontrolable, la sensación de soledad, la irrealidad de la “verdad” informativa, “un visionario entre charlatanes” lo titula Stanislaw Lem. Otro brillante autor de culto.
Se vuelve “Dickiano” leer que la Cia. desclasificó sus archivos después de treina años y nos enteramos que el pobre gordo tenía los teléfonos pinchados.
La realidad no solo supera la ficción. A veces también la corrige.
En tal medida que esto pareciera ser parte constitutiva y fundamental de su obra: el ambiente opresor e incontrolable, la sensación de soledad, la irrealidad de la “verdad” informativa, “un visionario entre charlatanes” lo titula Stanislaw Lem. Otro brillante autor de culto.
Se vuelve “Dickiano” leer que la Cia. desclasificó sus archivos después de treina años y nos enteramos que el pobre gordo tenía los teléfonos pinchados.
La realidad no solo supera la ficción. A veces también la corrige.
Matilde,
un caso especial, tradujo al castellano en los setenta -edad de oro
de la edición en Argentina- entre muchos otros autores, los dos
últimos libros de “El
Señor
de los Anillos”
de Tokien.
Un
detalle de color es que había aprendido inglés de manera
autodidacta, leyendo.
Emigró
en los años de la dictadura. Afortunadamente para ella que conservó
la vida y para nosotros, los angloanalfabetos, que gracias a ella
accedimos a toda la maravilla que editó Minotauro. Toda.
En
la debacle de la caída
de la Argentina en el 2001,
entre las cosas que perdimos “en el naufragio” fue a Editorial
Minotauro, a manos de un holding europeo que pagó dos monedas por
todo concepto. Matilde incluida.
A
ella le dieron un tercio de moneda por todas sus traducciones.
Después
vinieron las reediciones de El Señor de los Anillos. Varias.
Varios millones de copias en castellano.
Pueden
decir que es legal. No es
justo, pero si es legal. Pareciera como si cada día
estuvieran mas distantes
estas palabras, justo y legal.
Matilde,
como si todo lo anterior no la justificaran, hacía
un culto del idioma -los idiomas-. Sostenía que
hay palabras bellas no solo por lo que representan, sino hasta por su
sonido. Citaba varias. La única que recuerdo -lamentablemente- es
llovizna.
Ella,
a miles de kilómetros y varios años de su muerte, me recuerda que
hay palabras que tienen la virtud de traernos tiempos lejanos,
imágenes de seres queridos, patios, esperas, olores de libros leídos
a escondidas.
Nos
hacemos los boludos, pero sabemos que lo que nos traen es a nosotros
mismos. A veces de la mano de alguien -no es perentorio- nos traen
rostros.
Nos traen a “ese niño que fuimos, pero pocos lo recuerdan” como
decía Antoine que decía el principito.
Hay
palabras encerradas en canciones. Eso es peor.
“Que
las persianas corrijan la aurora” ¡Ruega Joaquín y pucha si lo
entendemos!
“Te
doy una canción y digo patria y sigo hablando para tí” Sugería
Silvio Rodriguez, bastante anacrónico hoy al
nombrar la patria, la tierra de los padres.
“Busco
al fondo de la calle un cerro, pero veo el cielo y nada mas”
Reclama un salteño perdido en Buenos Aires y no hace falta que diga
mas nada.
Somos
el verbo que usamos, estamos hechos de palabras. El verbo nos
muestra tal cual somos, nos desnuda en nuestro yo mas íntimo.
¡Como
no haber amado esos grandes ojos negros! -Dice Neruda- Y nosotros
decimos
¡Como
no haber amado a quien tenga ese uso de la palabra-
Freud
sugiere que soñamos imágenes pero pensamos palabras, la vigilia y
el sueño tienen como frontera precisamente este lugar: la palabra.
Un
señor, en estos días, salió a la defensa de algunos -discutibles-
activos, varios millones de dólares. Si cerraba la boca ahí,
pasaba.
Lo
traicionó quien es, lo traicionó precisamente el verbo, el
inconsciente que pugna por expresarse:
“Me
la gasto en merca o en putas”
Excelente,
me deja muchísimo mas feliz, me da tanta pena que intenten -desde el
verbo- defender esto, me alegra la distancia intelectual que explica
muchas otras.
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