7 may 2013

Lemiteliusansin - Capitulo VI (frangmento)


Ligeramente detrás, Odiseo Torres, de divinal porte, resalta su figura frente a cartelería estática invitante al recital de Luismi, teléfono móvil en la oreja izquierda, sosteniéndolo por el hombro homónimo, gesticulaba con la diestra en movimiento semicircular, cual si estuviera señalando la -oculta por la luz diurna- constelación de los siete triones, dado que hacia ese sector del firmamento dirigía la parte opuesta de la palma, encorvaba ligeramente el cuerpo, cobraba ímpetus nuevos, y volvía a arremeter con la palabra al prodigio tecnológico, y mediante este, a quien habitara el otro punto de la comunicación, magia esta, de compleja, aunque no imposible explicación.
Encoleriza el héroe, al no haberle sido totalmente comprendido en el archi utilizado chiste del “faldeado”, por aquel invitado telefónico, que empieza a perder puntos en pos de la invitación, que no se refería a un asado compuesto en su totalidad de falda, ni al que debían concurrir los asistentes vestidos de polleras, sino precisamente, al que debían incluirse, en calidad de invitadas, algunas señoritas, con el casi exclusivo cometido de cuidar el vocabulario. Mas precisamente, que Jacinto modere sus rimas escatológicas a la hora de la cena, puesto que al segundo vaso de lo que sea, el ser mas benévolo del mundo, se convierte en una cloaca productora pornografía rimada en finales con este, ote, erda, ila cual si se tratara de sales o compuestos de la nomenclatura química.
Sueña Sisoco a Anita, la de escasa talla en el asado, solo por imaginarla nuevamente, y sus delicadas manos entre los colores de las ensaladas.
-Alguien tiene que hacer la ensalada -Lee pensamientos Odiseo con el argumento de mayor peso, fiel a ese espíritu machista, que esconde un tierno gobernado- En las misas de la Sacra Hermandad del Aguila-
Hay gentes, afectas a opinar, que al hacerlo denotan instrucción y buen tino, ciertos guiños en su discurso nos anotician del gusto de sus lecturas, el placer de las películas vistas y demás alimentos del alma. Si a esa opinión agregan un dejo de socarrón humor, decimos que su comentario es ácido. Hay buenas almas, afectas a entender los juicios de valor de este tipo. Sujetos activos y pasivos del chiste deben compartir un código puntual, como conditio sine quanon. Sonríe el individuo al encontrar un par, ya que solo eso pareciera buscar, alguien con quien congeniar, de género, de pertenecer al mismo género, en lo posible humano.
En cambio, aquellos que no poseen ninguna de esas cualidades, están condenados a la eterna emisión de enunciados básicos. Por aquello de la escala del PH, Mendeleiev y la tabla periódica.
Quien estaba del otro lado de la comunicación del divinal Odiseo, pertenecía a esta segunda y amplia categoría, sin merecer por tanto, el rescate escrito. Un básico.
Sisoco García, el ácido docente, letrado individuo de andar negligente, fatigaba el mundo explicando las ocurrencias y comentarios del cercano a sus afectos, el divinal Odiseo Torres, ya que este último frecuentemente era víctima de ataques de cólera funesta al esforzarse en encontrar una frase ingeniosa y no ser comprendido del otro lado del discurso. Ve siempre brotar la ira, igual a la del pélida Aquiles, el de los pies ligeros. La intolerancia conoce mejores fronteras que la religiosa, la racial o las elecciones futbolísticas. La intolerancia intelectual de nuestro héroe era tal que podía sugerir formatos puntuales de suicidios a ciertos intelectos de escaso IQ. Buenas formas, y bien argumentadas, no es de extrañar que alguno le obedeciera.
Mientras tanto, a la franca luz de la mañana argentina, deja descansar Rómulo, el hijo del dios Marte y la vestal Rea Silvia, la mano derecha sobre la nuca de su par Jacinto, igual a la flor en su bondad, mientras lo inquiere sobre sus cuitas matrimoniales, el estado de lo que denominan la curva emotiva, si alejándose o acercándose al eje de las abcsisas, si hacia arriba o hacia abajo, estimaciones de tiempo estimado de salida, meseta de bienestar esperada, necesidad de efectivo, frecuencia sexual de los últimos meses, respuestas de ¡Uh! ¿Denserio? ¡Que bueno! Y ojitos enternecidos, movimientos afirmativos de Jacinto, de sonrisa franca y carcajada mas franca aún, sucedidos de monosílabos afirmativos y negativos conforme avanza y requiere el diálogo, el áureo rostro responde antes que las palabras a las requisitorias, con muecas, brillos oculares y sonoras levantadas de mocos.
Le preocupa más que a los demás, por ser este compañero de trabajo, este empleo que les permite tomarse licencias muy por encima de las habituales, pero que requiere de muchas luces, y no andar con el cerebro al cincuenta por ciento. La venta ambulante de libros, requiere la precisión de un cirujano cardiovascular al armar el rostro del vendedor, no puede asomar ninguna arruga de dolor espiritual.
-Y -Concluye Jacinto- viste como es, ahí, a los tirones, como perro en vaca muerta.
-Sabés que en la cucha del Pupú hay lugar para vos, si se aprietan y sabés que hay onda con el Pupú, te podes mudar cuando quieras -Sugiere el par a la espera de la risa que reconforte-
Válida es una pequeña aclaración, Pupú pertenece a esa categoría de perros llamados Cocker por individuos doctos en perros, lo cual parece motivar el ingreso inmediato a esa otra, tal vez molesta categoría de la que parecieran no poder escapar, llamada hinchapelotas.
Jacinto reconoce amor a los animales, pero únicamente amor de especie, como ser vivo, amor que para nada fuerce a imaginar convivencia, vale la aclaración en este nuevo siglo de convivencia humana con boxers en monoambiente de un décimo piso.
Sisoco ignora completamente al reino animalia, como Rómulo, el cual llega a tomar tal ignorancia, incluso como algo normal. Estos comparten una curiosa duda respecto de los perros a upa del nuevo siglo, si se debe a algún virus, a miedo de sus dueños a que sean aplastados por la multitud, o a una repentina pelotudización de la población. Dio Jacinto con las Vidas Paralelas de Plutarco, donde el mismísimo Julio Cesar, se admira de esta actividad, allá por la Roma que inaugurara esta costumbre de perros en brazos, preguntándole asombrado a la gente porque no cargaban niños o bolsas del súper.
Odiseo, por su parte, ama solo a aquellos animales que puedan ingresar en la categoría a la parrilla. Duda que la categoría Boxer pueda hacerlo, aunque no mucho. Cierta barrera de censura le vela el recuerdo de sus infantiles parrillas, a la vera del río, o eso gusta de narrar, para alegría de sus contertulios, o buscar cobijo en casas de señoras.
Confiesa Jacinto a Rómulo, ya interponiendo el índice verticalmente en el cerco de los labios a efectos de hacerlo íntimo, encontrarse corrigiendo ciertos capítulos de algo que ya le anticipara, esbozo de novela sobre banderas en el corazón, y el bien aquel que sugieren los libros de autoayuda. Comparte con su par y amigo Odiseo Torres, la patológica necesidad de escribir, mas Jacinto, tiene muchas mas posibilidades de éxito en su empresa, merced al empeño no menor de escribir de verdad.

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