Ligeramente
detrás, Odiseo Torres, de divinal porte, resalta su figura frente a
cartelería estática invitante al recital de Luismi, teléfono móvil
en la oreja izquierda, sosteniéndolo por el hombro homónimo,
gesticulaba con la diestra en movimiento semicircular, cual si
estuviera señalando la -oculta por la luz diurna- constelación de
los siete triones, dado que hacia ese sector del firmamento dirigía
la parte opuesta de la palma, encorvaba ligeramente el cuerpo,
cobraba ímpetus nuevos, y volvía a arremeter con la palabra al
prodigio tecnológico, y mediante este, a quien habitara el otro
punto de la comunicación, magia esta, de compleja, aunque no
imposible explicación.
Encoleriza
el héroe, al no haberle sido totalmente comprendido en el archi
utilizado chiste del “faldeado”, por aquel invitado telefónico,
que empieza a perder puntos en pos de la invitación, que no se
refería a un asado compuesto en su totalidad de falda, ni al que
debían concurrir los asistentes vestidos de polleras, sino
precisamente, al que debían incluirse, en calidad de invitadas,
algunas señoritas, con el casi exclusivo cometido de cuidar el
vocabulario. Mas precisamente, que Jacinto modere sus rimas
escatológicas a la hora de la cena, puesto que al segundo vaso de lo
que sea, el ser mas benévolo del mundo, se convierte en una cloaca
productora pornografía rimada en finales con este, ote, erda, ila
cual si se tratara de sales o compuestos de la nomenclatura química.
Sueña
Sisoco a Anita, la de escasa talla en el asado, solo por imaginarla
nuevamente, y sus delicadas manos entre los colores de las ensaladas.
-Alguien
tiene que hacer la ensalada -Lee pensamientos Odiseo con el argumento
de mayor peso, fiel a ese espíritu machista, que esconde un tierno
gobernado- En las misas de la Sacra Hermandad del Aguila-
Hay
gentes, afectas a opinar, que al hacerlo denotan instrucción y buen
tino, ciertos guiños en su discurso nos anotician del gusto de sus
lecturas, el placer de las películas vistas y demás alimentos del
alma. Si a esa opinión agregan un dejo de socarrón humor, decimos
que su comentario es ácido. Hay buenas almas, afectas a
entender los juicios de valor de este tipo. Sujetos activos y
pasivos del chiste deben compartir un código puntual, como conditio
sine quanon. Sonríe el individuo al encontrar un par, ya que solo
eso pareciera buscar, alguien con quien congeniar, de género, de
pertenecer al mismo género, en lo posible humano.
En
cambio, aquellos que no poseen ninguna de esas cualidades, están
condenados a la eterna emisión de enunciados básicos. Por
aquello de la escala del PH, Mendeleiev y la tabla periódica.
Quien
estaba del otro lado de la comunicación del divinal Odiseo,
pertenecía a esta segunda y amplia categoría, sin merecer por
tanto, el rescate escrito. Un básico.
Sisoco
García, el ácido docente, letrado individuo de andar negligente,
fatigaba el mundo explicando las ocurrencias y comentarios del
cercano a sus afectos, el divinal Odiseo Torres, ya que este último
frecuentemente era víctima de ataques de cólera funesta al
esforzarse en encontrar una frase ingeniosa y no ser comprendido del
otro lado del discurso. Ve siempre brotar la ira, igual a la del
pélida Aquiles, el de los pies ligeros. La intolerancia conoce
mejores fronteras que la religiosa, la racial o las elecciones
futbolísticas. La intolerancia intelectual de nuestro héroe era
tal que podía sugerir formatos puntuales de suicidios a ciertos
intelectos de escaso IQ. Buenas formas, y bien argumentadas, no es
de extrañar que alguno le obedeciera.
Mientras
tanto, a la franca luz de la mañana argentina, deja descansar
Rómulo, el hijo del dios Marte y la vestal Rea Silvia, la mano
derecha sobre la nuca de su par Jacinto, igual a la flor en su
bondad, mientras lo inquiere sobre sus cuitas matrimoniales, el
estado de lo que denominan la curva emotiva, si alejándose o
acercándose al eje de las abcsisas, si hacia arriba o hacia abajo,
estimaciones de tiempo estimado de salida, meseta de bienestar
esperada, necesidad de efectivo, frecuencia sexual de los últimos
meses, respuestas de ¡Uh! ¿Denserio? ¡Que bueno! Y ojitos
enternecidos, movimientos afirmativos de Jacinto, de sonrisa franca y
carcajada mas franca aún, sucedidos de monosílabos afirmativos y
negativos conforme avanza y requiere el diálogo, el áureo rostro
responde antes que las palabras a las requisitorias, con muecas,
brillos oculares y sonoras levantadas de mocos.
Le
preocupa más que a los demás, por ser este compañero de trabajo,
este empleo que les permite tomarse licencias muy por encima de las
habituales, pero que requiere de muchas luces, y no andar con el
cerebro al cincuenta por ciento. La venta ambulante de libros,
requiere la precisión de un cirujano cardiovascular al armar el
rostro del vendedor, no puede asomar ninguna arruga de dolor
espiritual.
-Y
-Concluye Jacinto- viste como es, ahí, a los tirones, como perro en
vaca muerta.
-Sabés
que en la cucha del Pupú hay lugar para vos, si se aprietan y sabés
que hay onda con el Pupú, te podes mudar cuando quieras -Sugiere el
par a la espera de la risa que reconforte-
Válida
es una pequeña aclaración, Pupú pertenece a esa categoría de
perros llamados Cocker por individuos doctos en perros, lo
cual parece motivar el ingreso inmediato a esa otra, tal vez molesta
categoría de la que parecieran no poder escapar, llamada
hinchapelotas.
Jacinto
reconoce amor a los animales, pero únicamente amor de especie, como
ser vivo, amor que para nada fuerce a imaginar convivencia,
vale la aclaración en este nuevo siglo de convivencia humana con
boxers en monoambiente de un décimo piso.
Sisoco
ignora completamente al reino animalia, como Rómulo, el cual llega a
tomar tal ignorancia, incluso como algo normal. Estos comparten una
curiosa duda respecto de los perros a upa del nuevo siglo, si se debe
a algún virus, a miedo de sus dueños a que sean aplastados por la
multitud, o a una repentina pelotudización de la población. Dio
Jacinto con las Vidas Paralelas de Plutarco, donde el mismísimo
Julio Cesar, se admira de esta actividad, allá por la Roma que
inaugurara esta costumbre de perros en brazos, preguntándole
asombrado a la gente porque no cargaban niños o bolsas del súper.
Odiseo,
por su parte, ama solo a aquellos animales que puedan ingresar en la
categoría a la parrilla. Duda que la categoría Boxer pueda
hacerlo, aunque no mucho. Cierta barrera de censura le vela el
recuerdo de sus infantiles parrillas, a la vera del río, o eso gusta
de narrar, para alegría de sus contertulios, o buscar cobijo en
casas de señoras.
Confiesa
Jacinto a Rómulo, ya interponiendo el índice verticalmente en el
cerco de los labios a efectos de hacerlo íntimo, encontrarse
corrigiendo ciertos capítulos de algo que ya le anticipara, esbozo
de novela sobre banderas en el corazón, y el bien aquel que sugieren
los libros de autoayuda. Comparte con su par y amigo Odiseo Torres,
la patológica necesidad de escribir, mas Jacinto, tiene muchas mas
posibilidades de éxito en su empresa, merced al empeño no menor de
escribir de verdad.
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