Odiseo
Sanvicentélida, deja que brillen sus ojos al recuerdo de sus años
mozos: “Allá por los años cincuenta, en el vado de la villa, en
San Vicente la pobreza era tal, que el primer ropero que hubo en
casa, lo trajo una creciente.”
El
objetivo siempre es sorprender con la guardia baja a interlocutores
ocasionales, sabemos también, que por lo general, esgrime este tipo
de narraciones de su niñez, de imágenes de carnavales, de tranvías
y alguna que otra mentira menor, solo en presencia de gente nueva a
su conocimiento, de ser posible damas, con un noble propósito, como
veremos acto seguido.
El
objetivo de estos relatos es la ternura potencial, la producción de
la misma, esa que pierde el individuo al llegarle ciertas verdades.
Ternura
ajena, obviamente.
Que
coloca al prójimo en condición algo mas vulnerable ante su
producción verbal, modifica la realidad circundante a fuerza de
verbo.
El
noble propósito que mueve siempre este accionar es la firme
determinación de -según sus propias palabras- demorar, tanto
como sea posible, su ingreso al mercado laboral.
Tarea
que viene ejecutando de modo impecable, sin fracturas, perfeccionando
procedimientos con la edad.
Al
imaginar, el magnánimo Odiseo fecundo en ardides, un porvenir de
dependiente de comercio, o playero de estación de servicio, o
tenedor de libros -que supone se trata de algo relacionado con
bibliotecas-, cae presa de lamentaciones y bruscos arranques de ira
funesta; malediciendo
números de quiniela reacios a ocurrir en el devenir del los días
y lo conviertan ipso facto en: rico; o consanguíneos ascendentes,
esquivos a adelantársenos en la fe -beneficiándolo con la
correspondiente herencia- y miles de distintas formas mas de vivir
sin trabajar, que se niegan a corporizarse en la realidad real.
Del
todo mal no había obrado el ingenioso Odiseo hasta el presente,
puesto que eso que por convención llamamos trabajar, la coincidencia
exacta entre verbo y el accionar observado en su persona, no había
ocurrido nunca.
Siempre
alguna señora, tal vez ligeramente mayor que él, había sucumbido
presa del embrujo de sus narraciones, cobijando temporalmente al
héroe -y espacialmente- otorgándole el privilegio del cotidiano
descorche de añejos vinos, imprescindible materia prima de la
literatura; creyéndole de buena fe, estar él cercano el final de
las correcciones, de esas mencionadas novelas, ensayos, antologías
poéticas, piezas teatrales, guiones cinematográficos, zambas,
oberturas, chacareras. Hasta ha sugerido sambas, ponencias y
semblanzas biográficas; correspondiendo, como lo hacen el porte y la
voz divinales, hasta caer en la cuenta que Odiseo Torres para nada es
vago en imaginar y bosquejar, lo es solo para transcribir, para poner
orden a todo eso que lleva encima, toda esa literatura en potencia
que es todo su ser, especie de biblioteca ambulante de ojos
enrojecidos de emoción, todo el cúmulo de asociaciones, de ideas,
de sueños y anhelos, incluso sugiere recuerdos, a partir de esta su
última excusa, la reencarnación, con la que tiene
preocupados a sus amigos, no solo sobre su aptitud psíquica sino
acerca de la condición de excarcelables de sus consumos tóxicos y
la miope visión de la justicia penal, tumores cerebrales, o incluso,
cosas aun peores.
Es
proclive a caer en severos y preanunciados ataques de ira funesta,
al igual que aquel otro Odiseo, en muy puntuales casos.
Solo
por nombrar algunos, el dictado erróneo de parte de los dioses de
números de la lotería a su persona, la incomprensión de sus
chistes mas elaborados, la flojera o poca hombría -poquitud
testicular, mas precisamente- de sus cercanos, en auxiliarlo con su
elaborado e infalible plan del boquete bancario y finalmente,
la palabra trabajo y su larga lista de sinónimos.
Sospecha,
cierto origen congénito de tal ira funesta, heredado un
antepasado consanguíneo, femenino, por esos pueblos polvorientos y
calurosos del centro de Santa Fe, en segundo o tercer grado, de
apellido Funes, pero de escasa memoria.
Esa
posición de bardo eterno, ese andar legislativo, ese porte de
boxeador retirado, le otorgaron -en mas de una oportunidad-
sonrientes y gentiles damas que lo alojaron, cual Circe y sus
brebajes al otro héroe -al viajero incansable- auxiliándolo en esa
vital necesidad de posdatar, tanto como sea posible, el día de su
ingreso al mundo laboral.
A
la clase activa -al decir de los economistas-, al mundo adulto -al
decir de los psicólogos-, a la realidad verdadera -al decir de los
mas de seis mil millones de habitantes del planeta- Optamos por
decir, con Rómulo el esteta: a la máquina, en definitiva.
Si hasta es casi visible y escuchable la respuesta del deiforme
Odiseo ante una supuesta consulta:
“Si,
voy a trabajar de...” ¡Esta voy a trabajar!
Nunca,
ninguna de aquellas encomiables damas -muchas- expresó malestar
alguno por la falta de jornada laboral del héroe, todas aceptaron su
condición de rara avis, puesto que sabemos no existe
traición en quien avisa.
Cobijar
a Odiseo presumiendo que trabajará para colaborar con la manutención
del hogar, cuenta con la misma ingenuidad del votante del sufragio
universal o el que dejara el chocolatín en la entrada de la escuela
y pretendiera encontrarlo pasado un tiempo que supere los dos
segundos.
De
la ingenuidad a la pelotudez, se camina por un sendero muy estrecho,
en el que nunca sabemos donde está apoyado cada pie, pero siempre
obra un elemento de la sensibilidad anímica que nubla el juicio.
Amonestar
al deiforme Odiseo por la falta de empleo u ocupación remunerada, es
de resultas tan incoherente como reclamarle un pote de dulce de leche
a un cajero automático, pedirle contenidos a la televisión o
encerar un chancho. Tareas todas posibles, pero de inutilidad
ínsita.
Nada
es tan terrible, en la vida de los héroes, como adquirir, no sin
importantes esfuerzos, el calificativo de locos y no
ejercer, no corresponder
a tal dignidad; sabemos lo que le ocurrió al señor Quijada o
Quexada en el segundo libro de sus historias, cuando pregunta:
-¿Y
que se dice se dice de mi en e se libro, Sancho?-
Todos
nos debemos a un guión, a un arquetipo, a un Rol. El caballero
andante, el sacador de gordas a bailar, el místico, la empartuzada.
La
doctrina moderna renombra esto como: Fidelidad a un estilo.
El
último argumento entre los miles que Odiseo encontró para
justificar su negativa a trabajar, fue algún pasaje de antiguas
doctrinas védicas, sobre la reencarnación.
¡Para
qué!
Todo
individuo, sostiene esta doctrina, ha pasado por innumerables vidas,
hasta llegar a la actual, conforme a un plan divino y ese
comportamiento es tenido en cuenta al morir, o ir al Bardo Thodol, o
se eleva a una instancia superior, o repite segundo grado -como en la
primaria-, o regresa cuatro casilleros -como la perinola- convertido
en gallina.
La
idea es corresponder a un ideal a alcanzar, sin dañar mucho al
prójimo, en lo posible. Se puede llegar, superar o no alcanzare
este resultado. En el PRODE, se conocía esto como: local, empate o
visitante.
Huelga
agregar, que la opción ideal sería la que aplicó el alopécico
Vladimir Illich Ulianov en el “¿Que Hacer?”, graficándolo como:
“Dos pasos para adelante, uno para atrás”, en franca oposición
a la de Fidel al decir “ni un paso atrás, ni para tomar envión”.
Los
sabios vedas, les llamaron arquetipos a esos ideales a los que
correspondemos, que vendría a ser algo así como una especie de
pilcha, que nos probamos y nos gusta. El poder y la riqueza,
como en la vida real, otorgarían privilegios de elección en ese
shopping de arquetipos.
Ello
probaría el porqué de la inexistencia de excéntricos pobres,
cualidades a simple vista excluyentes entre si.
El
magnánimo Odiseo Torres, en alguna de aquellas vidas, asegura haber
sido genio, en la otra, vagabundo, en una pretor del emperador
Trajano, en la siguiente agente publicitario cornudo en la Dublín de
principios del siglo XX, en otra, escritor parisino, que es casi
argentino, persiguiendo a un saxofonista.
Cuando
el individuo visualiza internamente lo que busca, cuando se tiene
claro el objetivo; termina, tarde o temprano, dando con alguna teoría
que lo auxilie, aunque esta búsqueda lleve varios años. Décadas
tal vez.
Basta
saber a ciencia cierta que pretendemos argumentar. Si
suponemos que quien no sepa lo que busca, no sabrá que hacer con lo
que encuentra; bien podemos argumentar que quien sepa perfectamente
lo que busca, encontrará siempre argumentos que lo auxilien.
Odiseo
Torres, igual a un dios, sostiene que en algunas vidas anteriores -al
parecer, muchas- fatigó miles de trabajos en el lento paso de los
siglos, todos teñidos de un conocido color, del blaquinegro del
papel de los libros leídos.
Todos
los trabajos que sostiene haber realizado, al igual que Heracles,
conservan un marcado tinte novelesco. En su caso, en vez de
secársele el cerebro como al Quijote, se le incrementaron las
facultades cognitivas.
Jura
haber encorvado la espalda durante años, como esclavo en un trirreme
romano, habiendo sido antes príncipe; en su siguiente vida, haber
cabalgado las congeladas estepas, cargando nuevas al Zar Pedro; haber
sido prisionero de los turcos y escrito una novela de caballería en
las mazmorras.
-Una
boludez, en realidad, para matar el tiempo-
Todo
esto, justo una vida antes de convertirse en prostituta china, haber
trabajado también para el nefasto MI6 británico en Cuba, en la
época de la crisis de los misiles, un cantinflas que garabateaba
aspiradoras y los hacía pasar por emplazamientos de misiles
continentales. Asegura haber sido una hermosa espía francesa, en la
primera gran guerra, haberse bañado y depilado poco.
Poco
demoran sus interlocutores, haciendo un pequeño alto entre las
carcajadas lacrimosas, en consultarlo para que diga si sabe, a partir
de su ex condición de mujer, el monto de placer, en uno y otro caso,
con exceso de detalles escatológicos en extremo. Y ante la consulta
sobre quien disfruta mas en los menesteres del amor, leimotiv de la
requisitoria, contestó “mas que seguro que la mujer”, pero que
el hombre tiene otras ventajas, como orinar de parado o que le
sientan mejor las canas, los tropiezos nocturnos y el alcohol, cual
prendas de vestir.
Posiblemente,
el alcohol lo sea, al provenir del exterior de uno mismo, mas las
canas, son un producto secundario de la voluntad, que merece una
explicación. El niño, realiza tal esfuerzo volitivo, en pos de la
adultez, que muy a menudo, se le va la mano con las ganas y queda
blanco o pelado o arrugado, demasiado temprano.
Vuelve
Odiseo al argumento del monto del placer en uno y otro sexo, en las
que ya fallara en una vida anterior, pero que pronunciadas esas
airadas palabras por parte del deiforme Odiseo Torres, que en
aquellos días se llamaba Tiresias, materializose una tal Hera, tan
linda que era; le ordenó que se quedara ciego, pero el marido, el
pinchadito ese, permitió que tuviera otro tipo de visiones
-No, nada que ver con ingestas tóxicas-, porque no se con que cosas
salió de los rayos y los truenos de este pinchadito Zeus, que era
marido de Hera, que ya no era lo que era, ahora, en esta y no en
aquella era, por eso el marido, le daba a todo lo que al paso le
saliera.
Odiseo,
asegura también haber sido sacerdote chupandín en México, durante
la revolución. La condición de nuevos a las mesas donde sesionaba
el nutrido grupo, hacía que siempre algún desprevenido consultara
sobre las védicas escrituras, y la teoría de la reencarnación, los
plagios de la mitología judeocristiana a otras, en particular la que
le daba al divinal Odiseo, tal capacidad de inventiva mas que
memoria, llegando, tal vez producto de la alegría por la ocurrencia,
o el alcohol, o ambas, de sugerir entre carcajadas, haber piloteado
una nave intergaláctica para un grupo guerrillero, pero ya en otro
planeta y en el futuro.
-Tienen
que ser vidas pasadas -Sugirió Sisoco, voz de su conciencia, ávido
lector y cinéfilo- para no abandonar la credibilidad del oyente-
-Gran
estima tenía yo de su juicio, mi buen Sancho -Dice Odiseo- mas lo
noto algo quedo últimamente, posiblemente debido a la falta de la
gracia femenina en su derredor-
-¿Qué
tienen que ver las minas, con que quieras mandar una vida pasada que
ocurre en el futuro? -Sisoco envalentonado por el alcohol de aquella
vez, moja sin querer la oreja del par, amigo, confidente y compadre,
o compadrito-
-Por
la imperiosa necesidad de la ternura, la mentira del arte no es nada
sin el candor del público, candor que solo se logra con el amor, que
incluye todas sus letras-
-Me
sobra una letra-
-Metétela...
-Bueno.
Entendí. Me responde esto -Agregó Sisoco aquella vez, ante el
público de muñecos de trapo en que se habían convertido todos
alrededor, en la contienda intelectual con su par, amigo, confidente
-Y tiene un cuatro. Continúe Torres-
-¿Y
la pregunta? -Odiseo abre demasiado los ojos y los brazos,
solicitando auxilio olímpico para la comprensión, de parte de
Tiresias, Hera o Zeus-
-La
pregunta ya estaba desde antes, solo quería recordar el placer del
lugar, de ese lugar de la mesa en que se dice “vuelva en marzo”
-Y sonríe Sisoco-
-Interesante
tema de discusión la perversión, pero estábamos en la vida futura
que puede ocurrir en el pasado, gracias a la predisposición, a la
mentira del arte -Ya sin aliento, Odiseo, suelta breves arranques de
ira-
-¡Mirá
por donde andábamos! -Suelta al fin Sisoco- Loco, sin un mínimo de
coherencia no hay diálogo-
-¡Si
sos vos el que pregunta y después se olvida! El arte requiere de
cierta flacidez anímica, para poder ser permeable a la mentira,
candor que se pierde, cada vez nuestro asombro encuentra umbrales mas
altos que transponer
-Sugiere el divinal Odiseo con los ojos abiertos de par en par, tal vez visualizando un portento o un marciano, o un marciano portentoso-
-Sugiere el divinal Odiseo con los ojos abiertos de par en par, tal vez visualizando un portento o un marciano, o un marciano portentoso-
-¿Mirá
vos que interesante manera de verlo?, lástima que lo haya escrito
antes Todorov, creo -Responde el poco fabulador Sisoco García, probo
en extremo-
-Fijate
que cuando éramos pibes, nos comíamos la historia de que Tarzán se
embarcaba en una liana en Nigeria y desembarcaba en Costa de Marfil,
como si nada, mientras que ese cerebrito de diez años, le buscaba la
vuelta para entender de donde estaban agarradas las lianas -Simula
Odiseo, señala puntos en lo alto, donde supuestamente están
adheridas las lianas, visualiza, al tiempo que huele la humedad de
las hojas podridas en el suelo y sonidos, muchos, de fieras salvajes-
Existe
esa necesidad de apartar unos segundos las leyes de la física, para
entender que ese brazo que le injertan al tipo, es de acero y puede
levantar una tonelada, pero que no se pregunte porqué el cuerpo, que
sigue siendo de carne y hueso, soporta también esa tonelada, por
tentadora que resulte la falacia, siempre el niño escarba un poco
mas allá.
-Es
parte de la gran mentira -Hipa Sisoco, vislumbrando parte de
aquella selva en su infantil sistema cognitivo -Vamos a terminar
agradeciéndole a la máquina que nos mienta, así gozamos del arte-
-Y
-Continúa Odiseo- No estamos lejos de eso-
Por
todo lo expuesto por Odiseo respecto de sus fatigas en vidas
anteriores, sostenía honestamente, le fueran perdonadas las escasas
intenciones de hacerlo en la actual.
Parece
ser, que le tomó miedo a las responsabilidades, según sostiene, al
mando de cierto barco cargado de penitentes a La Meca, que abandonara
a su suerte en alta mar de manera deshonrosa, culpa con la que cargo
toda esa vida, hasta que murió y resucito en otro cuerpo.
Nunca
le faltan argumentos al majestuoso y poco industrioso Odiseo Torres,
menos aún cuando hay que justificar el vacío en el curriculum
vitae, justo en el sector donde se sugiere incluir: antecedentes
laborales. Todo argumento es útil, aún los dudosos o extraños
a la fe de sus padres, que llegan desde el hinduismo y la
transmigración de las almas.
A
partir de estas premisas, trae otras, siempre con el auxilio de la
lógica y el discurso.
Se
había servido antes de extrañas doctrinas religiosas, en apoyo de
sus escasas intenciones de trabajar, sin embargo, esta era la que mas
lo entusiasmaba, porque cortan los argumentos con la navaja de Okham.
Continuamente le permitía narrar hechos pasados, vividos en carne
propia, inmejorable frente a doctrinas que pregonan el ascetismo, o
el continuo despojo de bienes, aquellas escuelas del nacimiento del
cristianismo que devienen en la nueva escuela del linyerismo; a la
que viérase él empujado en no una sola ocasión, de la que fuera
rescatado por alguna dama, camino a su trabajo, en no pocas ocasiones
también.
Conociendo
al deiforme Odiseo, su fecundidad en ardides y recordando que ya lo
había hecho en alguna vida anterior, no es de extrañar que fuera un
disfraz que conmoviera el alma de la rescatadora.
No
de otra forma, ingresó al divinal palacio, aquella vez, cuando tenía
que masacrar a los pretendientes de su reina Penélope.
Si
aceptamos la existencia de meses sabáticos, o años sabáticos,
luego, bien pueden existir vidas sabáticas. Razones simples
se anteponen a las complejas.
Odiseo
concluye, de esta extraña manera que esta actual, es su vida
sabática. Poco importa al divinal Odiseo Torres, fecundo en
argumentos, que las fuentes de las que se vale, sean tan dispares
como el hinduismo y el judaismo, lo mismo estalla la carcajada franca
del héroe en reuniones cuando le es solicitado explicar los motivos
por los cuales no trabaja.
Duración
media del relato: dos horas y media.
Explicación
de los trabajos realizados en vidas anteriores: de cuarenta y ocho a
setenta y dos horas, de existir alcohol en cantidad suficiente, hasta
que este se termine. De los temas preferidos, el mejor.
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