19 may 2013

Lemiteliusansin - Capitulo III - Fragmento


Odiseo Sanvicentélida, deja que brillen sus ojos al recuerdo de sus años mozos: “Allá por los años cincuenta, en el vado de la villa, en San Vicente la pobreza era tal, que el primer ropero que hubo en casa, lo trajo una creciente.”
El objetivo siempre es sorprender con la guardia baja a interlocutores ocasionales, sabemos también, que por lo general, esgrime este tipo de narraciones de su niñez, de imágenes de carnavales, de tranvías y alguna que otra mentira menor, solo en presencia de gente nueva a su conocimiento, de ser posible damas, con un noble propósito, como veremos acto seguido.
El objetivo de estos relatos es la ternura potencial, la producción de la misma, esa que pierde el individuo al llegarle ciertas verdades. 
 
Ternura ajena, obviamente. 
 
Que coloca al prójimo en condición algo mas vulnerable ante su producción verbal, modifica la realidad circundante a fuerza de verbo.
El noble propósito que mueve siempre este accionar es la firme determinación de -según sus propias palabras- demorar, tanto como sea posible, su ingreso al mercado laboral
 
Tarea que viene ejecutando de modo impecable, sin fracturas, perfeccionando procedimientos con la edad. 
 
Al imaginar, el magnánimo Odiseo fecundo en ardides, un porvenir de dependiente de comercio, o playero de estación de servicio, o tenedor de libros -que supone se trata de algo relacionado con bibliotecas-, cae presa de lamentaciones y bruscos arranques de ira funesta; malediciendo números de quiniela reacios a ocurrir en el devenir del los días y lo conviertan ipso facto en: rico; o consanguíneos ascendentes, esquivos a adelantársenos en la fe -beneficiándolo con la correspondiente herencia- y miles de distintas formas mas de vivir sin trabajar, que se niegan a corporizarse en la realidad real. 
 
Del todo mal no había obrado el ingenioso Odiseo hasta el presente, puesto que eso que por convención llamamos trabajar, la coincidencia exacta entre verbo y el accionar observado en su persona, no había ocurrido nunca. 
 
Siempre alguna señora, tal vez ligeramente mayor que él, había sucumbido presa del embrujo de sus narraciones, cobijando temporalmente al héroe -y espacialmente- otorgándole el privilegio del cotidiano descorche de añejos vinos, imprescindible materia prima de la literatura; creyéndole de buena fe, estar él cercano el final de las correcciones, de esas mencionadas novelas, ensayos, antologías poéticas, piezas teatrales, guiones cinematográficos, zambas, oberturas, chacareras. Hasta ha sugerido sambas, ponencias y semblanzas biográficas; correspondiendo, como lo hacen el porte y la voz divinales, hasta caer en la cuenta que Odiseo Torres para nada es vago en imaginar y bosquejar, lo es solo para transcribir, para poner orden a todo eso que lleva encima, toda esa literatura en potencia que es todo su ser, especie de biblioteca ambulante de ojos enrojecidos de emoción, todo el cúmulo de asociaciones, de ideas, de sueños y anhelos, incluso sugiere recuerdos, a partir de esta su última excusa, la reencarnación, con la que tiene preocupados a sus amigos, no solo sobre su aptitud psíquica sino acerca de la condición de excarcelables de sus consumos tóxicos y la miope visión de la justicia penal, tumores cerebrales, o incluso, cosas aun peores.
Es proclive a caer en severos y preanunciados ataques de ira funesta, al igual que aquel otro Odiseo, en muy puntuales casos. 
 
Solo por nombrar algunos, el dictado erróneo de parte de los dioses de números de la lotería a su persona, la incomprensión de sus chistes mas elaborados, la flojera o poca hombría -poquitud testicular, mas precisamente- de sus cercanos, en auxiliarlo con su elaborado e infalible plan del boquete bancario y finalmente, la palabra trabajo y su larga lista de sinónimos.
Sospecha, cierto origen congénito de tal ira funesta, heredado un antepasado consanguíneo, femenino, por esos pueblos polvorientos y calurosos del centro de Santa Fe, en segundo o tercer grado, de apellido Funes, pero de escasa memoria.
Esa posición de bardo eterno, ese andar legislativo, ese porte de boxeador retirado, le otorgaron -en mas de una oportunidad- sonrientes y gentiles damas que lo alojaron, cual Circe y sus brebajes al otro héroe -al viajero incansable- auxiliándolo en esa vital necesidad de posdatar, tanto como sea posible, el día de su ingreso al mundo laboral. 
 
A la clase activa -al decir de los economistas-, al mundo adulto -al decir de los psicólogos-, a la realidad verdadera -al decir de los mas de seis mil millones de habitantes del planeta- Optamos por decir, con Rómulo el esteta: a la máquina, en definitiva. Si hasta es casi visible y escuchable la respuesta del deiforme Odiseo ante una supuesta consulta: 
 
“Si, voy a trabajar de...” ¡Esta voy a trabajar!
Nunca, ninguna de aquellas encomiables damas -muchas- expresó malestar alguno por la falta de jornada laboral del héroe, todas aceptaron su condición de rara avis, puesto que sabemos no existe traición en quien avisa
 
Cobijar a Odiseo presumiendo que trabajará para colaborar con la manutención del hogar, cuenta con la misma ingenuidad del votante del sufragio universal o el que dejara el chocolatín en la entrada de la escuela y pretendiera encontrarlo pasado un tiempo que supere los dos segundos.
De la ingenuidad a la pelotudez, se camina por un sendero muy estrecho, en el que nunca sabemos donde está apoyado cada pie, pero siempre obra un elemento de la sensibilidad anímica que nubla el juicio.
Amonestar al deiforme Odiseo por la falta de empleo u ocupación remunerada, es de resultas tan incoherente como reclamarle un pote de dulce de leche a un cajero automático, pedirle contenidos a la televisión o encerar un chancho. Tareas todas posibles, pero de inutilidad ínsita.
Nada es tan terrible, en la vida de los héroes, como adquirir, no sin importantes esfuerzos, el calificativo de locos y no ejercer, no corresponder a tal dignidad; sabemos lo que le ocurrió al señor Quijada o Quexada en el segundo libro de sus historias, cuando pregunta: 
 
-¿Y que se dice se dice de mi en e se libro, Sancho?-
Todos nos debemos a un guión, a un arquetipo, a un Rol. El caballero andante, el sacador de gordas a bailar, el místico, la empartuzada. 
 
La doctrina moderna renombra esto como: Fidelidad a un estilo.
El último argumento entre los miles que Odiseo encontró para justificar su negativa a trabajar, fue algún pasaje de antiguas doctrinas védicas, sobre la reencarnación
 
¡Para qué!
Todo individuo, sostiene esta doctrina, ha pasado por innumerables vidas, hasta llegar a la actual, conforme a un plan divino y ese comportamiento es tenido en cuenta al morir, o ir al Bardo Thodol, o se eleva a una instancia superior, o repite segundo grado -como en la primaria-, o regresa cuatro casilleros -como la perinola- convertido en gallina. 
 
La idea es corresponder a un ideal a alcanzar, sin dañar mucho al prójimo, en lo posible. Se puede llegar, superar o no alcanzare este resultado. En el PRODE, se conocía esto como: local, empate o visitante.
Huelga agregar, que la opción ideal sería la que aplicó el alopécico Vladimir Illich Ulianov en el “¿Que Hacer?”, graficándolo como: “Dos pasos para adelante, uno para atrás”, en franca oposición a la de Fidel al decir “ni un paso atrás, ni para tomar envión”.
Los sabios vedas, les llamaron arquetipos a esos ideales a los que correspondemos, que vendría a ser algo así como una especie de pilcha, que nos probamos y nos gusta. El poder y la riqueza, como en la vida real, otorgarían privilegios de elección en ese shopping de arquetipos
 
Ello probaría el porqué de la inexistencia de excéntricos pobres, cualidades a simple vista excluyentes entre si.
El magnánimo Odiseo Torres, en alguna de aquellas vidas, asegura haber sido genio, en la otra, vagabundo, en una pretor del emperador Trajano, en la siguiente agente publicitario cornudo en la Dublín de principios del siglo XX, en otra, escritor parisino, que es casi argentino, persiguiendo a un saxofonista.
Cuando el individuo visualiza internamente lo que busca, cuando se tiene claro el objetivo; termina, tarde o temprano, dando con alguna teoría que lo auxilie, aunque esta búsqueda lleve varios años. Décadas tal vez. 
 
Basta saber a ciencia cierta que pretendemos argumentar. Si suponemos que quien no sepa lo que busca, no sabrá que hacer con lo que encuentra; bien podemos argumentar que quien sepa perfectamente lo que busca, encontrará siempre argumentos que lo auxilien. 
 
Odiseo Torres, igual a un dios, sostiene que en algunas vidas anteriores -al parecer, muchas- fatigó miles de trabajos en el lento paso de los siglos, todos teñidos de un conocido color, del blaquinegro del papel de los libros leídos.
Todos los trabajos que sostiene haber realizado, al igual que Heracles, conservan un marcado tinte novelesco. En su caso, en vez de secársele el cerebro como al Quijote, se le incrementaron las facultades cognitivas.
Jura haber encorvado la espalda durante años, como esclavo en un trirreme romano, habiendo sido antes príncipe; en su siguiente vida, haber cabalgado las congeladas estepas, cargando nuevas al Zar Pedro; haber sido prisionero de los turcos y escrito una novela de caballería en las mazmorras.
 
-Una boludez, en realidad, para matar el tiempo- 
 
Todo esto, justo una vida antes de convertirse en prostituta china, haber trabajado también para el nefasto MI6 británico en Cuba, en la época de la crisis de los misiles, un cantinflas que garabateaba aspiradoras y los hacía pasar por emplazamientos de misiles continentales. Asegura haber sido una hermosa espía francesa, en la primera gran guerra, haberse bañado y depilado poco. 
 
Poco demoran sus interlocutores, haciendo un pequeño alto entre las carcajadas lacrimosas, en consultarlo para que diga si sabe, a partir de su ex condición de mujer, el monto de placer, en uno y otro caso, con exceso de detalles escatológicos en extremo. Y ante la consulta sobre quien disfruta mas en los menesteres del amor, leimotiv de la requisitoria, contestó “mas que seguro que la mujer”, pero que el hombre tiene otras ventajas, como orinar de parado o que le sientan mejor las canas, los tropiezos nocturnos y el alcohol, cual prendas de vestir. 
 
Posiblemente, el alcohol lo sea, al provenir del exterior de uno mismo, mas las canas, son un producto secundario de la voluntad, que merece una explicación. El niño, realiza tal esfuerzo volitivo, en pos de la adultez, que muy a menudo, se le va la mano con las ganas y queda blanco o pelado o arrugado, demasiado temprano. 
 
Vuelve Odiseo al argumento del monto del placer en uno y otro sexo, en las que ya fallara en una vida anterior, pero que pronunciadas esas airadas palabras por parte del deiforme Odiseo Torres, que en aquellos días se llamaba Tiresias, materializose una tal Hera, tan linda que era; le ordenó que se quedara ciego, pero el marido, el pinchadito ese, permitió que tuviera otro tipo de visiones -No, nada que ver con ingestas tóxicas-, porque no se con que cosas salió de los rayos y los truenos de este pinchadito Zeus, que era marido de Hera, que ya no era lo que era, ahora, en esta y no en aquella era, por eso el marido, le daba a todo lo que al paso le saliera. 
 
Odiseo, asegura también haber sido sacerdote chupandín en México, durante la revolución. La condición de nuevos a las mesas donde sesionaba el nutrido grupo, hacía que siempre algún desprevenido consultara sobre las védicas escrituras, y la teoría de la reencarnación, los plagios de la mitología judeocristiana a otras, en particular la que le daba al divinal Odiseo, tal capacidad de inventiva mas que memoria, llegando, tal vez producto de la alegría por la ocurrencia, o el alcohol, o ambas, de sugerir entre carcajadas, haber piloteado una nave intergaláctica para un grupo guerrillero, pero ya en otro planeta y en el futuro. 
 
-Tienen que ser vidas pasadas -Sugirió Sisoco, voz de su conciencia, ávido lector y cinéfilo- para no abandonar la credibilidad del oyente- 
 
-Gran estima tenía yo de su juicio, mi buen Sancho -Dice Odiseo- mas lo noto algo quedo últimamente, posiblemente debido a la falta de la gracia femenina en su derredor- 
 
-¿Qué tienen que ver las minas, con que quieras mandar una vida pasada que ocurre en el futuro? -Sisoco envalentonado por el alcohol de aquella vez, moja sin querer la oreja del par, amigo, confidente y compadre, o compadrito- 
 
-Por la imperiosa necesidad de la ternura, la mentira del arte no es nada sin el candor del público, candor que solo se logra con el amor, que incluye todas sus letras- 
 
-Me sobra una letra-
-Metétela... 
 
-Bueno. Entendí. Me responde esto -Agregó Sisoco aquella vez, ante el público de muñecos de trapo en que se habían convertido todos alrededor, en la contienda intelectual con su par, amigo, confidente -Y tiene un cuatro. Continúe Torres- 
 
-¿Y la pregunta? -Odiseo abre demasiado los ojos y los brazos, solicitando auxilio olímpico para la comprensión, de parte de Tiresias, Hera o Zeus- 
 
-La pregunta ya estaba desde antes, solo quería recordar el placer del lugar, de ese lugar de la mesa en que se dice “vuelva en marzo” -Y sonríe Sisoco- 
 
-Interesante tema de discusión la perversión, pero estábamos en la vida futura que puede ocurrir en el pasado, gracias a la predisposición, a la mentira del arte -Ya sin aliento, Odiseo, suelta breves arranques de ira- 
 
-¡Mirá por donde andábamos! -Suelta al fin Sisoco- Loco, sin un mínimo de coherencia no hay diálogo- 
 
-¡Si sos vos el que pregunta y después se olvida! El arte requiere de cierta flacidez anímica, para poder ser permeable a la mentira, candor que se pierde, cada vez nuestro asombro encuentra umbrales mas altos que transponer 
-Sugiere el divinal Odiseo con los ojos abiertos de par en par, tal vez visualizando un portento o un marciano, o un marciano portentoso- 
 
-¿Mirá vos que interesante manera de verlo?, lástima que lo haya escrito antes Todorov, creo -Responde el poco fabulador Sisoco García, probo en extremo- 
 
-Fijate que cuando éramos pibes, nos comíamos la historia de que Tarzán se embarcaba en una liana en Nigeria y desembarcaba en Costa de Marfil, como si nada, mientras que ese cerebrito de diez años, le buscaba la vuelta para entender de donde estaban agarradas las lianas -Simula Odiseo, señala puntos en lo alto, donde supuestamente están adheridas las lianas, visualiza, al tiempo que huele la humedad de las hojas podridas en el suelo y sonidos, muchos, de fieras salvajes- 
 
Existe esa necesidad de apartar unos segundos las leyes de la física, para entender que ese brazo que le injertan al tipo, es de acero y puede levantar una tonelada, pero que no se pregunte porqué el cuerpo, que sigue siendo de carne y hueso, soporta también esa tonelada, por tentadora que resulte la falacia, siempre el niño escarba un poco mas allá.
-Es parte de la gran mentira -Hipa Sisoco, vislumbrando parte de aquella selva en su infantil sistema cognitivo -Vamos a terminar agradeciéndole a la máquina que nos mienta, así gozamos del arte- 
 
-Y -Continúa Odiseo- No estamos lejos de eso-
Por todo lo expuesto por Odiseo respecto de sus fatigas en vidas anteriores, sostenía honestamente, le fueran perdonadas las escasas intenciones de hacerlo en la actual. 
 
Parece ser, que le tomó miedo a las responsabilidades, según sostiene, al mando de cierto barco cargado de penitentes a La Meca, que abandonara a su suerte en alta mar de manera deshonrosa, culpa con la que cargo toda esa vida, hasta que murió y resucito en otro cuerpo.
Nunca le faltan argumentos al majestuoso y poco industrioso Odiseo Torres, menos aún cuando hay que justificar el vacío en el curriculum vitae, justo en el sector donde se sugiere incluir: antecedentes laborales. Todo argumento es útil, aún los dudosos o extraños a la fe de sus padres, que llegan desde el hinduismo y la transmigración de las almas.
A partir de estas premisas, trae otras, siempre con el auxilio de la lógica y el discurso. 
 
Se había servido antes de extrañas doctrinas religiosas, en apoyo de sus escasas intenciones de trabajar, sin embargo, esta era la que mas lo entusiasmaba, porque cortan los argumentos con la navaja de Okham. Continuamente le permitía narrar hechos pasados, vividos en carne propia, inmejorable frente a doctrinas que pregonan el ascetismo, o el continuo despojo de bienes, aquellas escuelas del nacimiento del cristianismo que devienen en la nueva escuela del linyerismo; a la que viérase él empujado en no una sola ocasión, de la que fuera rescatado por alguna dama, camino a su trabajo, en no pocas ocasiones también. 
 
Conociendo al deiforme Odiseo, su fecundidad en ardides y recordando que ya lo había hecho en alguna vida anterior, no es de extrañar que fuera un disfraz que conmoviera el alma de la rescatadora. 
 
No de otra forma, ingresó al divinal palacio, aquella vez, cuando tenía que masacrar a los pretendientes de su reina Penélope.
Si aceptamos la existencia de meses sabáticos, o años sabáticos, luego, bien pueden existir vidas sabáticas. Razones simples se anteponen a las complejas.
Odiseo concluye, de esta extraña manera que esta actual, es su vida sabática. Poco importa al divinal Odiseo Torres, fecundo en argumentos, que las fuentes de las que se vale, sean tan dispares como el hinduismo y el judaismo, lo mismo estalla la carcajada franca del héroe en reuniones cuando le es solicitado explicar los motivos por los cuales no trabaja. 
 
Duración media del relato: dos horas y media. 
 
Explicación de los trabajos realizados en vidas anteriores: de cuarenta y ocho a setenta y dos horas, de existir alcohol en cantidad suficiente, hasta que este se termine. De los temas preferidos, el mejor.

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