Darwin y la màquina de no doler
"Lo único que se consigue perfeccionando un mal sistema, es forzar al enemigo a perfeccionarse."
Juan,
el Ermitaño.
Darwin,
no había reparado en esa inusual ausencia de sonido, tan familiar en
el dicho “brillar por la ausencia”. Los canarios del vecino ya
no cantaban, después de haberlo hecho toda la tarde, tal vez
demasiado poco tránsito.
Cuando
pensó en asomarse a la ventana, un golpe interno, mecánico, le hizo
agudizar el oído de función mejorada y cambiar de opinión, el
chasquido del picaporte hizo que se agachara en un acto reflejo, en
hiper-rapidez, para alcanzar el 38
SP
del cajón de la mesa de luz, que lo esperaba atento como siempre.
No llegó siquiera a tocarlo cuando el uniformado de amarillo ya le había
disparado con la pistola plástica del rayo bermellón.
La
inequívoca aguja penetró el frágil pecho entre las costillas 7 y
8, mientras un pequeño ardor le ganaò poco a poco la respiración.
El cerebro envió una inútil y final orden cifrada a las cuerdas
vocales "La
Puta Madre",
pero la boca solamente sopló un sonido gutural inaudible,
irreductible a idioma alguno.
Descubrió,
no sin dejos de tristeza, la inutilidad del viejo y fiel 38
Special
frente a la inconfundible tela amarilla del kevlar en la que ellos
estaban enfundados, intraspasable por disparos de armas convencionales.
Para
cuando quiso recordar cual había sido su crimen, era tarde, conocía
demasiado bien el efecto de la aguja que le entró en el pecho; el
jugo lo había paralizado físicamente, y a juzgar por la
imposibilidad de coordinar los pensamientos, estimó que había
llegado ya al sistema nervioso central, parte del poder destructor.
Le quedaba muy poco por hacer. El humano medio es estúpidamente
optimista e imagina soluciones donde nunca las hay, que cierta
literatura especializada denomina instinto de conservación.
Un
destello de datos científicos acerca de neurotransmisores, se
entrechocaron en los últimos apagones de conciencia, canales
iónicos, potenciales de acción, norefedrina y acetilcolina.
Su
crimen tal vez fuera una iniquidad. ¿Una herejía? La cantidad de
agentes del orden no era la usual. ¿Era normal tener un revolver en
la habitación?
Un
crimen político seguramente, o... ¿Se llamaba en realidad Darwin?
Fue su primera duda dolorosa. Tres hombres armados con soporíferos
no salen nunca a cazar criminales comunes. ¿Como se llamaban esos
compañeros de andanzas, los... ?
En
los dos segundos de semi inconsciencia que le quedaban, pensó todo
aquello con lujo de detalles, y más. Modificó la posición de su
brazo izquierdo, tratando instintivamente de ovillarse para la caída
involuntaria, que se dirigía hacia ese sector de la nada, y el aire
se pobló de un olor distinto, como saturado de albahaca y otras
hierbas recién regadas, lejanamente familiares.
En
apenas unos minutos, la ambulancia estaba aspirando el cuerpo del
delincuente; le conectaron muchos electrodos, unidos a unos
delgadísimos cables de colores. Comprobaron la respiración, el
ritmo cardiaco y la actividad cerebral en mecánicas y archisabidas
maniobras médicas. Nunca se sabe con esas cosas de las
sensibilidades; no todos los individuos soportan esas dosis de la
famosa droga para dormir el sueño de los culpables.
Con
El
Fugitivo,
las medidas de seguridad se habían extremado al máximo, no solo
para los oficiales que conocían el PORQUE
de
la huida del fugitivo, sino mas aún para aquellos que conocían el
VERDADERO
PORQUE.
Cuando
la ambulancia llegó, el auto de la escolta quedó atravesado en la
puerta. No había terminado de detenerse cuando escupió todos esos
uniformes amarillos que bajaban con armas de fuego y otras más
letales, parapetándose en las columnas, mientras en las cuatro
esquinas del hospital, similares posiciones eran adoptadas por
similares figuras humanas.
Adentro,
el Fugitivo gozaba de una última y poco duradera paz.
Las
puertas de la ambulancia lanzaron de golpe la camilla erizada de
cables y sondas, envuelta en uniformes de varios colores conforme a
las funciones, hacia la puerta vaivén del quirófano, que de pronto
aletearon para dejarla pasar..
Los
hombres ocuparon, como era de esperar, las posiciones para las que
estaban inteligentemente diseñados por el sistema. Solo quedaron
dos de amarillo en la puerta principal, armados solamente con
soporíferos -cualquier información que anduviera por allí no debía
hacerse desaparecer- y controlaban que todos los que pasaban,
apoyaran las palmas en la digitolectora de la puerta para dejarles de
apuntar. Apuntar de verdad, sin dejos de simulacro.
En
la camilla, mientras tanto, el personal de sanidad, inoculaba
líquidos de colores dudosos en el cuerpo de Darwin, desenchufaban
los terminales con cables de colores que no necesitarían, y
enchufaban los que sí harían falta en esta segunda etapa. Es
aterrador para el indocto, la frialdad con la que manipulan a los
seres (criminales o no).
El
no era del todo alto, pero la impresión general era de un tipo de
porte, el cabello enrulado, casi demasiado suelto para las
convenciones, la nariz prominente, y ese pecado de la juventud
delatándolo; las manos mostraban la rudeza del trabajo físico, pero
impecables en la limpieza, como todo el aspecto general. Aquel
rostro pequeño, comparado con la nariz, como una figura que no
termina de encajar, guardaba una simetría extraña, despareja e
incoherente.
Todos
los presentes en la sala, conocían la historia completa de Darwin y
de los suyos, extraída de los periódicos que siempre magnifican las
cosas para vender; las diferentes teorías que tejía el Poder
Ejecutivo (con toda la coherencia de la frase) para explicar los
errores propios que posibilitaron la acción de sabotaje, esa que
culminara días antes, en el desmantelamiento de una de las CENTRALES
DE CONTROL POBLACIONAL,
y con ello, varias cabezas del gobierno. Las medidas extremas para
controlar los desórdenes sociales, que en circunstancias normales,
no se hubieran producido. Pero lo más importante era descifrar el
próximo objetivo de los
Banderistas,
que seguramente lo tendrían, y los nombres de los cuadros
superiores. La última pregunta era: ¿Cómo lo habían hecho?
Lo
que más alarmaba al gobierno, de toda la confusa situación, era que
si un par de chicos habían llegado al punto de inutilizar una CCP
era porque habían alcanzado un elevado nivel de capacitación,
violando las inviolables y extremas medidas de control del sistema,
generando, por otra parte, sus propias medidas de seguridad. Un
doble problema.
Los
médicos sentados en las banquetas de la cabecera de la camilla,
chequearon la hora de la pantalla 15:46:43,
para correr el primer programa del sistema de computación, preparado
para estos casos de sondear en rincones
del inconsciente.
Cómodamente apoyados en las banquetas del pequeño e incómodo
quirófano diseñado para otros menesteres, los tres hombres de
blanco se miraron mientras el mas viejo se permitía encender un
cigarrillo ante el carraspeo de los otros, y la mirada sorprendida de
los de amarillo, detrás de los binoculares, maldijo esas miradas y
la a letra "A" del teclado que no funcionaba bien.
Enviaron un par de estímulos pre-codificados y observaron las
respuestas, leyeron los datos mas a mano, rescataron de la memoria
del ordenador los otros datos cargados de antemano y una vez
levantado todo, hicieron correr el programa principal.
Una
pregunta apareció en la pantalla del experto que pulsó una letra
del teclado en respuesta, con los dedos medio e índice que sostenían
el –supuestamente prohibido- cigarrillo, con el magro estímulo de
pulsar la tecla, el rostro de Darwin se modificó completamente,
abandonando el aire tremendo con el que había llegado.
El
olor a Albahaca lo inundó de repente, con toda la fuerza; estaba
corriendo y calló revolcándose sobre el almácigo que recién
comenzaba a brotar, regado con esa paciencia que solo los años le
habían dado a don Pedro, el abuelo, que comenzaba a repetir el
simulacro milenario de correrlo con la varita de mimbre; rito que
contando a Darwin era la tercera generación con la que lo ejecutaba.
Nunca el viejo le había pegado a los hijos, menos lo haría ahora
con el bisnieto, sin embargo, repetía las mismas palabras en
italiano, como un rito o un acto teatral señalando las plantitas con
la varita.
Intentó
incorporarse, gastando en ello las ultimas fuerzas, las reservadas
para el llanto, única escapatoria a los chirlos en la cola, pero ya
era tarde. Otra fuerza descomunal, la del abuelo, lo elevaba por los
aires en medio del casi-miedo al abuelo Pedro (que no pega chirlos),
y el resultado de su acción, las manos en el barro, la cara
embarrada, la ropa; mientras la abuela contemplaba desde lejos los
setenta años de distancia de los dos personajes, apoyada en el
bastón que usaba de puro compadrona. La carcajada estruendosa del
abuelo que olía siempre a mate cocido, lo envolvía, haciendo más
penosa la derrota.
Darwin
quiso supuso erradamente que podía explicar algo al viejo, pero solo
logró soltar un par de sonidos sin sentido, sonando a mucha baba
entre los escasos dientes, mientras el viejo le contestaba en tono de
burla; conduciéndolo de la mano, para que no se caiga, y la abuela
alcanzaba el trapo húmedo, siempre preparado para este tipo de
emergencias. Pasaron delante de la jaula de los canarios, que
acostumbraban alborotarse cuando pasaban por ahí, Darwin preguntó
algo al abuelo, en un código que ya habían establecido, y el viejo
contestó con una afirmación demasiado acentuada de la cabeza, que
significaba no entender o no escuchar. Algo recordó acerca de
canarios que le despertó la curiosidad, pero a esa edad las cosas se
olvidan con negligente rapidez.
Le
lavaron las manos para merendar el mate con pan casero, y el abuelo
se sentó en la cabecera de la mesa haciendo ruido al comer el pan
mojado en la leche, Darwin preguntó porque el tero saludaba desde
afuera, a lo que el viejo astuto contestó que es el animal mejor
educado de todos, lo demuestra la vestimenta, porque anda siempre
vestido de etiqueta, largando otra carcajada estruendosa,
autofestejande de su chiste, tal vez debido a su sordera.
El
viejo le preguntó por fin, sin levantar los ojos del mantel mientras
la abuela retiraba la mirada de la leche hirviendo; quienes
estaban con él en el sabotaje del CCP.
Darwin no entendía, ni las palabras del viejo, ni el reloj digital
que titilaba en el margen superior derecho de la pantalla las
15:47:10,
con el segundero incrementándose de a un punto, y no supo que
responder.
Notó
que la imagen de los nonos lo acompañaba hacia cualquier lugar que
moviera la cabeza, al igual que el reloj. En algún momento los
rostros de los bisabuelos desaparecía de la pantalla, cambiando por
el de los tipos vestidos de blanco, en imágenes encimadas, uno con
anteojos y el faso entre los dientes, insistiendo con las preguntas
sobre quienes estaban con él en la destrucción de la Central
de Control Poblacional;
quiénes lo habían planeado... Darwin notó que algo no funcionaba
bien porque se le inundaba la garganta de lágrimas saladas, tal vez
por haber perdido los rostros de los abuelos, y algo de aquella
lejana y feliz inocencia.
De
algún lejano agujero negro, renacían las estrofas de esa vieja
canción que lo hacía llorar de recordar que no la recordaba, porque
la había aprendido en esa época donde todo se recuerda demasiado
poco y es sabido cuanto duele recordar....
Tengo-una-banda
domingueeeeera
que
siempre toca en la plaaaaaaza
con
una tuba grandooooooota
yunos
platillos de laaaaaaaa tael...
...el
perro que mueve.....
Había
una voz demasiado familiar escondida en algún punto de toda esa
oscuridad, el dolor de no poder volver, la angustia infantil, las
lágrimas con los mocos, el cuerpo chiquito y frágil, y el gusto a
los caramelos mediahora que solo gustan a esa edad. Después gustan
por el recuerdo.
El
joven de blanco aventuró que el error estaba en el estímulo,
mientras el viejo, sugirió que aún estaba demasiado sedado, la
dosis de Cefalocaína había sido excesiva. Debían esperar un par
de videojuegos mas para sacarle alguna información. El oficial de
civil opinó que no disponían de tanto tiempo, a lo que el médico
contestó alzando los hombros, haciendo uso de otro de esos permisos
que conceden la fama, los conocimientos y esas insignias en el
guardapolvo impecable. El sistema corrió un par de pruebas mas, sin
obtener respuesta de Darwin que estaba cada vez mas lejos de la casa
de los bisabuelos en aquel pueblo de provincia.
Hacia
afuera, lo único que llegaba de esas proyecciones eran cifras,
presión, pulsaciones y miliamperes emitidos desde algún rincón de
un humano
lóbulo frontal;
ellos pulsaban alguna tecla por única respuesta; mientras tanto el
Fugitivo oraba a todos los dioses que pueblan los cielos, por
regresar a la casa de los Bisabuelos, imploró y lloró largamente,
como acostumbran hacer los niños a su edad.
Darwin
percibió algo extraño en su nombre, pero no prestó atención por
alguna razón inconsciente; trató de ordenar esas intuiciones
ínfimas para encontrar la Manija, esa de donde nos aferramos cuando
todo es desorden. Y notó también, que algo le dolía cada vez que
pensaba, o señalaba, o mostraba, o recordaba el famoso sistema que
al que aludían. Una angustia como de muerte de un músico le
inundaba los ojos. Seguramente que no debía pensarlo.
¿Habría
sido borrado el recuerdo del sistema? como esas ideas del origen del
universo, el fin del mundo, de donde venimos, o sus respuestas a:
“¿donde vamos cuando morimos?”
Los
médicos intentaron entretenerlo con otros “videos”, tratando de
recuperar esos registros borrados con un sistema utilitario, mientras
notaban que el cuerpo comenzaba a irradiar un mensaje críptico que
estaban esperando desde que lo ingresaron al quirófano. Un quinto
programa se activó instantáneamente, creando la barrera
infranqueable contra ese particular mensaje, en esa frecuencia
especifica (y no otra).
Era
absolutamente imposible que el resto de los Banderistas recibieran el
mensaje, era una torpeza de su parte pensar que pudieran atravesar
las barreras del sistema sin la destrucción del fugitivo, aunque tal
vez también por eso eran así de tenues, casi como una formalidad,
el mensaje debía ser activado con un único cometido coherente: que
el enemigo trate de desactivarlo. ¿Chi lo sa?
Mientras
el sistema principal realizaba la búsqueda binaria de algún archivo
de seguridad (que por error siempre quedan sin borrar); el segundo
buscaba indicios en esos recuerdos aparentemente inofensivos, otro
seguía presentando estímulos al cuerpo, buscando alguna respuesta
del paciente en la camilla, y el último rechazaba las ondas de
auxilio, en frecuencias y códigos cambiantes (cosa que también
había sido prevista).
En
cierto momento, los globos oculares de Darwin se movieron rapidamente
mas de tres veces; el psiquiatra quitó los ojos del paciente
mirándolo al de la derecha, que le contestó levantando las cejas
por encima del límite superior de los anteojos, entendiéndose esto
como un "Puede
ser" sin
dejar de pulsar teclas y revisar curvas en la pantalla. Las líneas
del Electro recobraron el vaivén alocado y las ventanas del menú
RECUERDO
INFANTIL
comenzaron a mostrar renglones de palabras separaras por guiones.
El
médico más viejo, aceptaba las alternativas que enviaba el sistema,
respondiendo afirmativa o negativamente, o simplemente tomando las
que proponía la máquina por defecto:
¿PROCESO
DE CONDENSACION AUTOMATICA OK SI/NO ?
¿
PROCESO DE DESPLAZAMIENTO AUTOMATICO OK SI/NO ?
¿
ANULACION PRINCIPIO DE REALIDAD SI/NO ?
CONCIENCIA
DE SI 60% .. CAMBIADO A 20%
La
rodilla dejaba escapar un delgado y (demasiado) brillante hilo de
sangre por encima del manchón de barro, pero los cortes a esa edad
poco duelen, y menos en el fragor de un partido de fútbol. Los
gritos lo convocaron a incorporarse del suelo, y a correr a pesar del
corte y el tirón en la rodilla; levantó la cabeza y distinguió el
gris desteñido del pantalón de loneta con el número 9 del
"Píldora", que desbordaba por la punta derecha, bastante
exigido. Alguno del montón alcanzó a gritar la orden de: "Echalo"
y el nueve apenas acarició el esférico
para
hacerlo avanzar al cuatro contrario que lo marcaba (el negro). Se
escuchó la puteada del Píldora por el codazo recibido, pero el
negro quedó en el barro desparramado.
Darwin
no necesitó mucho trabajo intelectual para verificar la desventaja
en que se encontraban, a pesar de la imposibilidad de distinguir a
los compañeros por las camisetas, hay un código tácito que se teje
en el equipo, una delicada comunión que poco tiene que ver con
signos. Darwin dudó que el Píldora le apuntara el centro a él, no
solo por estar como a un metro de entrar al área grande aún, sino
que ese mismo código ya había establecido también, que Darwin era
un tronco, de esos a los cuales la pelota no se le pasa NUNCA.
Sintió
que le latían los oídos. El cuerpo late los días de frío cuando
uno corre; la transpiración le fluía salada por la nariz hasta la
boca. Faltaban un par de pasos hasta el área chica, el nueve ya
había levantado la cabeza, como los que saben de eso, y lo atravesó
con la mirada porque lo vio solo contra el "segundo
palo".
Le pegó demasiado bien, como
si no fuera cierto.
La pelota describió un amplio semicírculo con el viento, y Darwin
tenía uno o dos pasos aún que salvar. Los dio, se apoyó en la
zapatilla demasiado resbaladiza de la izquierda, y se elevó viendo
venir la pelota, con toda la fuerza, y le puso la cabeza, frente al
arquero que le "salió" a "achicar" en ese sector
donde no había nadie; y ese nubarrón oscuro que lo tapó ¿Con que
le habría pegado? ¿Con la frente seguramente que no? ¿Cayó sobre
alguno de los defensores?
De
repente la barra lo abrazó durante el tiempo establecido en que se
festeja un gol. Y el dolor en la nariz. Si, había hecho el gol, y
lo gritó y bailó, y se agarró de los alambres como en la tele.
Cuando volvía tuvo que disimular la alegría, no fuera que pensaran
que era un boludo que nunca había hecho un gol en su vida. Pronto
lo ganaron la vergüenza y la timidez, por el halago fácil y tal vez
fingido de alguno. Había cumplido algún secreto deseo de mucho
tiempo. Seguramente se comentaría al día siguiente en tercer grado
el gol del Darwin. ¿Darwin, porque ese nombre si en realidad se
llamaba ... ? y el dolor.
El
claroscuro de la tarde regalaba sus últimos destellos rojizos y
comenzaban las imágenes en blanco y negro, tornando la visión de la
pelota en una mera adivinanza. La democracia incipiente de los
chicos, votó la finalización del partido, sin que se levantaran las
manos, se expresaran motivos o el resultado favoreciera a unos u
otros, aquel mismo código determina que los partidos terminan cuando
ya no se ve nada.
Parte
del grupo, se encaminó para el lado de su casa, que era el lugar más
cercano para tomar agua; picando la pelota en la calle, y entraron
por último en la cocina de la casa de Darwin, donde la mami estaba
cocinando la cena. Tomaron toda el agua posible y se rieron de buena
gana; luego le contaron a la mami que Darwin había hecho un gol,
pero la mami solo se volvió para preguntarles monótonamente si
ellos venían de romper el CCP,
como si se tratara de otra de las travesuras a las que estaba
demasiado acostumbrada. ¿Sería que estaban todos embarrados, y él
en particular, con la nariz y la rodilla ensangrentada?
El
Píldora, que momentos antes le entregara el pase del gol, ahora
tenía gruesos anteojos y apareció nuevamente el reloj en la
pantalla 15:49:40,
para su extrañeza, y todos giraron los rostros mientras el Fugitivo
solo quería que le preguntaran por su gol y no quienes estaban
además de ellos, no podían hablar de otra cosa, no podían sacarlo
de ese lugar donde estaba tan feliz. No tienen derecho a hacerlo.
La
pantalla del menú CONDENSACION,
mostró por fin un error insalvable, imposibilitando recuperar el
control de los sentimientos del paciente.
El
Fugitivo volvió a serlo porque las imágenes se le comenzaron a
borrar y perdió el status de autor de gol, en un mismo acto. Los
que antes vestían pantalones cortos y remeras embarradas, ahora
estaban impecablemente vestidos de blanco, frente a las pantallas.
La mami mezclaba preguntas de las heridas, con otras sobre un sistema
de control de población.
Darwin
tuvo unas extrañas sensaciones, de ser víctima de un robo de
"Felicidad
Infantil",
de estar rodeado, de claustrofobia, y de su identidad, que no era
precisamente Darwin el Fugitivo; pero algo lo hacía rebotar a ese
lugar donde le dolía todo, donde el miedo a seguir vivo era peor al
de estar muerto, por eso mismo, lo que le quedaba de cuerpo comenzó
a irradiar mensajes más intensos, emitidos en forma intermitente,
chocando en forma inevitable contra la barrera tendida alrededor.
Cada vez que pensaba en su nombre, en el CCP,
o los compañeros... rebotaba contra esa masa verde viscosa, que lo
hacía girar sobre su eje, y lo aturdía de colores hasta ceder al
otro dolor. Imploró, por último, ya sin demasiada convicción,
esperando la felicidad de una pregunta sobre su único y ficticio
gol.
Las
voces de la mami se desdibujaron finalmente, el mantel de la mesa sé
metamorfoseó en sábana, cubriendo el cuerpo familiar, de pronto un
BIP
del sistema indicó a sus médicos la finalización del juego (el
suyo) y apareció el esperado mensaje en la pantalla: INGRESAR
PALABRA CLAVE,
en color intenso, titilando al igual que el reloj. Solo quedaba la
última parte, el mas joven, sentado a la izquierda, activó el
programa que intentaría romper la barrera de seguridad del Fugitivo;
descubrir las características de la Password, luego, las
dimensiones; mas tarde, las -seguramente- pocas y contadas
oportunidades para ingresarla.
Algo
ocurría mientras tanto, inadvertido por los de adentro. El rostro
hasta ahora impávido del enemigo del Sistema, tomó un color rojizo,
como si hubiera recibido por segunda vez el pelotazo del Píldora, y
una contorsión muscular general bastante inusual en los alcanzados
por los dardos de Cefalocaína.
Un hilo de sangre salió del orificio izquierdo de la nariz.
En
el margen inferior izquierdo de la pantalla, un recuadro mostraba el
título: CAPACIDAD
DE SOBREVIDA 0%, cuando
en realidad debería oscilar entre 88
y 96 %.
El
fugitivo hizo tres intentos consecutivos de auto-muerte, lográndolo
solo
parcialmente
en el tercero. Fue en vida un ser hecho para ser golpeado, como los
saleros de los bares, no podía fallar ahora.
Seguramente,
pensó el médico viejo tratando de encontrar una explicación
innecesaria, al intentar la primera password errónea o fuera de
término, se activó un sistema de autodestrucción que no
conocíamos. Pero estaba todo demasiado previsto para inquietarse.
Unos líquidos viscosos, muy distintos de la sangre, continuaron el
trabajo de irrigación cerebral, en realidad, lo único que ellos
necesitaban del cuerpo de la camilla, desde una máquina portátil
instalada al pie de la mesa, con sondas de diferentes colores.
El
EEG,
continuaba indicando actividad cortical a pesar de los demás
indicadores. El psiquiatra hizo notar al jefe la aparición un
mensaje extraño: DESTRUCCION
EN DOS MINUTOS,
pero el viejo le contestó que no se preocupara.
“el
gil este no molesta mas a nadie”.
Pero
el mensaje, estaba siendo irradiado en una onda muy alta una
ultrafrecuencia ni soñada por los que estaban a la par del cadáver;
para ser escuchado de lejos y atravesando todas las barreras, pero
nadie le prestó la atención necesaria; el sistema sabía que tenia
una sobrevida de 0 %, pero le enviaba el estímulo de 82 %, para
entretenerlo en eso de auto destruirse, y no rechazar las preguntas;
por lo que el cuerpo del Fugitivo aún creía que estaba vivo. Y no
solo vivo, se supo hombre, con todo el peso de sus 24 años; con
todos los descubrimientos, la militancia política, viendo por última
vez el reloj 15:53:20, sabiendo que quedaba poco, todo el peso de la
angustia, las ganas de seguir descubriendo, lo que acababa
de empezar a dejar,
las tramas de nuevos crímenes para atentar contra la seguridad
pública, los consejos de la mami, los canarios que no cantan y los
hombres de amarillo y el aguijonazo certero en el pecho, la última
"imagen
fatal de la demencia",
la vergüenza y la deshonra de haber perdido otra vez, la albahaca y
los nonos. La aventura infantil de destruir un Centro de Control
Poblacional, esos que inhiben la insatisfacción humana y la tristeza
que produce el arte. ERROR.
La
muerte también es algo que le pasa a uno.
El
reloj afuera parpadeó 15:53:21
en el rincón reservado de la pantalla, el viejo balbuceé una
blasfemia de alegría, lo que fuera el cuerpo de Darwin emitió el
último mensaje y calló en forma definitiva DESTRUCCION
TOTAL EN 30 SEGUNDOS,
y notaron que el cerebro ya no se creía la historia de tener un
cuerpo que sirva para algo, pero ya habían entrado en los recuerdos
de los pormenores de la destrucción del CCP, habían ganado tomando
posición muy dentro el territorio defendido.
"Lo
tenemos".
Afuera,
tres autos que se habían acercado sigilosamente al perímetro,
giraron 180 grados, y comenzaron la huida desesperada; el display de
cristal líquido del GPS
indicó eso que no querían ver, 0
El sanatorio tenía que desaparecer del espejo retrovisor de la
camioneta Moni (y rápido).
Los
amarillos comenzaron a disparar con todo lo que tenían, destrozando
al "artillero" adolescente de la camioneta que huía por la
avenida principal. Una baja mas entre los Banderistas, esta vez el
que contestaba inútilmente los disparos de los amarillos; otra baja
inútil en la, tal vez, inútil lucha por conservar un islote de
humanismo, contra lo inevitable.
La
Moni esbozó una mueca de risa porque el negro Darwin no se fuera
solo, sino con una nutrida y muy selecta escolta de hijos de puta.
Cuatro
pares de sustantivos, pugnaban por salir de algún lugar oscuro del
lóbulo frontal de Estevez,
Jorge Alberto.
Argentino. 24 años. Nombre de clave pública: Darwin,
Capitán Beto en la secundaria, Jorgito para los nonos.
Los
datos rebotaban tres veces y salían de a uno, cediéndose el paso,
como prisioneros de batalla perdida.
Uno
de los médicos dudaba de algo que no entendía del todo, mientras
comenzaba la grabación de los datos en copias de seguridad, por las
dudas. "Es
como sacarle un juguete a un chico",
dijo el agente político de la derecha, para nuevas risas. "ES
un chico",
dijo el médico viejo en clara alusión a la edad de Darwin en el
sueño.
El
anteojudo, se apuraba en sacar todo lo posible y grabarlo, sin
entender porqué, como con un miedo adquirido con los años de hacer
lo mismo, con un convencimiento que no evitaba ese gusto amargo de
mierda, a veces. El teclado respondía perfecto ahora.
Tenían
una dirección donde había un supuesto ¿BUNKER?,
Los nombres de unos ¿SUB-PRINCIPALES?
a cargo, las claves de Ingreso de lectura instantánea, la ¿VISION
NOCTURNA?.
Cada verbo o sustantivo lejos de aclarar, dejaba mas dudas ¿Hormigas
devoradoras de circuitos electrónicos?.
¿THEOLOGICAL
SOFT CORP.?
No
puede haber como jerárquicos sub-principales, sino principales.
Destruir las cosas con Hormigas es ilógico. Los hombres de
inteligencia se preguntaban si habían entrado al lugar indicado.
El
Fugitivo no podía moverse, pero de haber podido, se hubiera sentado
en la camilla, hubiera reído seguramente al ver la imagen que
apareció en las pantallas, serena. Un primer plano, grabado en
forma impecable, editado y empalmado, como si hubieran dispuesto de
mucho tiempo y técnica para hacerlo; tal vez ni Darwin supiera que
tenía eso grabado en su cerebro, como tampoco sabía su nombre
verdadero. El fugitivo no mostraba maldad ni venganza alguna por la
muerte (suya). Algún médico vio una imagen grabada, otros,
presumieron una emisión radial de los de la operación de rescate
abortada, y algún místico vio un alma, que habló como si lo
hiciera para un público de programa televisivo de concursos.
"Señores,
no tengo idea de mi condición actual de vida, aunque lo imagino,
poco importa, como poco importa que hayan violado mis cerraduras
internas y roto mi cuerpo, Los pormenores de la operación para la
que fui programado, como otros, quedarán aquí, incluso si han
llegado a grabar algo, dado que no hay medio mecánico, magnético u
óptico que pueda resistir los 18000 grados. Si no hubieran llegado
hasta acá, yo hubiera muerto de viejo en unos cuantos años, sin
enterarme siquiera que llevaba una pila de Plutonio de 1.2 Kilotones
y que se activaba en estas circunstancias. De mas está decir que
lamentamos la caída de los inocentes, pero las reglas del juego no
las hemos hecho nosotros"
La
imagen se apagó, el médico joven miró al resto levantando las
cejas y abriendo la boca, el viejo escupió el cadáver mostrando el
nivel de su derrota y volvió la vista para ver en la pantalla el
reloj que marcaba exactamente, como el cuerpo lo había previsto, las
15:53:51,
en el mismo instante en que la luz convirtió todo lo viviente en
unas cuadras a la redonda, en ALMAS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario