19 jul 2015

Darwin, y la máquina de no doler


Darwin y la màquina de no doler


"Lo único que se consigue perfeccionando un mal sistema, es forzar al enemigo a perfeccionarse."
Juan, el Ermitaño.

Darwin, no había reparado en esa inusual ausencia de sonido, tan familiar en el dicho “brillar por la ausencia”. Los canarios del vecino ya no cantaban, después de haberlo hecho toda la tarde, tal vez demasiado poco tránsito.

Cuando pensó en asomarse a la ventana, un golpe interno, mecánico, le hizo agudizar el oído de función mejorada y cambiar de opinión, el chasquido del picaporte hizo que se agachara en un acto reflejo, en hiper-rapidez, para alcanzar el 38 SP del cajón de la mesa de luz, que lo esperaba atento como siempre. No llegó siquiera a tocarlo cuando el uniformado de amarillo ya le había disparado con la pistola plástica del rayo bermellón.

La inequívoca aguja penetró el frágil pecho entre las costillas 7 y 8, mientras un pequeño ardor le ganaò poco a poco la respiración. El cerebro envió una inútil y final orden cifrada a las cuerdas vocales "La Puta Madre", pero la boca solamente sopló un sonido gutural inaudible, irreductible a idioma alguno.

Descubrió, no sin dejos de tristeza, la inutilidad del viejo y fiel 38 Special frente a la inconfundible tela amarilla del kevlar en la que ellos estaban enfundados, intraspasable por disparos de armas convencionales.

Para cuando quiso recordar cual había sido su crimen, era tarde, conocía demasiado bien el efecto de la aguja que le entró en el pecho; el jugo lo había paralizado físicamente, y a juzgar por la imposibilidad de coordinar los pensamientos, estimó que había llegado ya al sistema nervioso central, parte del poder destructor. Le quedaba muy poco por hacer. El humano medio es estúpidamente optimista e imagina soluciones donde nunca las hay, que cierta literatura especializada denomina instinto de conservación.

Un destello de datos científicos acerca de neurotransmisores, se entrechocaron en los últimos apagones de conciencia, canales iónicos, potenciales de acción, norefedrina y acetilcolina.

Su crimen tal vez fuera una iniquidad. ¿Una herejía? La cantidad de agentes del orden no era la usual. ¿Era normal tener un revolver en la habitación?

Un crimen político seguramente, o... ¿Se llamaba en realidad Darwin? Fue su primera duda dolorosa. Tres hombres armados con soporíferos no salen nunca a cazar criminales comunes. ¿Como se llamaban esos compañeros de andanzas, los... ?

En los dos segundos de semi inconsciencia que le quedaban, pensó todo aquello con lujo de detalles, y más. Modificó la posición de su brazo izquierdo, tratando instintivamente de ovillarse para la caída involuntaria, que se dirigía hacia ese sector de la nada, y el aire se pobló de un olor distinto, como saturado de albahaca y otras hierbas recién regadas, lejanamente familiares.

En apenas unos minutos, la ambulancia estaba aspirando el cuerpo del delincuente; le conectaron muchos electrodos, unidos a unos delgadísimos cables de colores. Comprobaron la respiración, el ritmo cardiaco y la actividad cerebral en mecánicas y archisabidas maniobras médicas. Nunca se sabe con esas cosas de las sensibilidades; no todos los individuos soportan esas dosis de la famosa droga para dormir el sueño de los culpables.

Con El Fugitivo, las medidas de seguridad se habían extremado al máximo, no solo para los oficiales que conocían el PORQUE de la huida del fugitivo, sino mas aún para aquellos que conocían el VERDADERO PORQUE.

Cuando la ambulancia llegó, el auto de la escolta quedó atravesado en la puerta. No había terminado de detenerse cuando escupió todos esos uniformes amarillos que bajaban con armas de fuego y otras más letales, parapetándose en las columnas, mientras en las cuatro esquinas del hospital, similares posiciones eran adoptadas por similares figuras humanas.

Adentro, el Fugitivo gozaba de una última y poco duradera paz.

Las puertas de la ambulancia lanzaron de golpe la camilla erizada de cables y sondas, envuelta en uniformes de varios colores conforme a las funciones, hacia la puerta vaivén del quirófano, que de pronto aletearon para dejarla pasar..

Los hombres ocuparon, como era de esperar, las posiciones para las que estaban inteligentemente diseñados por el sistema. Solo quedaron dos de amarillo en la puerta principal, armados solamente con soporíferos -cualquier información que anduviera por allí no debía hacerse desaparecer- y controlaban que todos los que pasaban, apoyaran las palmas en la digitolectora de la puerta para dejarles de apuntar. Apuntar de verdad, sin dejos de simulacro.

En la camilla, mientras tanto, el personal de sanidad, inoculaba líquidos de colores dudosos en el cuerpo de Darwin, desenchufaban los terminales con cables de colores que no necesitarían, y enchufaban los que sí harían falta en esta segunda etapa. Es aterrador para el indocto, la frialdad con la que manipulan a los seres (criminales o no).

El no era del todo alto, pero la impresión general era de un tipo de porte, el cabello enrulado, casi demasiado suelto para las convenciones, la nariz prominente, y ese pecado de la juventud delatándolo; las manos mostraban la rudeza del trabajo físico, pero impecables en la limpieza, como todo el aspecto general. Aquel rostro pequeño, comparado con la nariz, como una figura que no termina de encajar, guardaba una simetría extraña, despareja e incoherente.

Todos los presentes en la sala, conocían la historia completa de Darwin y de los suyos, extraída de los periódicos que siempre magnifican las cosas para vender; las diferentes teorías que tejía el Poder Ejecutivo (con toda la coherencia de la frase) para explicar los errores propios que posibilitaron la acción de sabotaje, esa que culminara días antes, en el desmantelamiento de una de las CENTRALES DE CONTROL POBLACIONAL, y con ello, varias cabezas del gobierno. Las medidas extremas para controlar los desórdenes sociales, que en circunstancias normales, no se hubieran producido. Pero lo más importante era descifrar el próximo objetivo de los Banderistas, que seguramente lo tendrían, y los nombres de los cuadros superiores. La última pregunta era: ¿Cómo lo habían hecho?

Lo que más alarmaba al gobierno, de toda la confusa situación, era que si un par de chicos habían llegado al punto de inutilizar una CCP era porque habían alcanzado un elevado nivel de capacitación, violando las inviolables y extremas medidas de control del sistema, generando, por otra parte, sus propias medidas de seguridad. Un doble problema.

Los médicos sentados en las banquetas de la cabecera de la camilla, chequearon la hora de la pantalla 15:46:43, para correr el primer programa del sistema de computación, preparado para estos casos de sondear en rincones del inconsciente. Cómodamente apoyados en las banquetas del pequeño e incómodo quirófano diseñado para otros menesteres, los tres hombres de blanco se miraron mientras el mas viejo se permitía encender un cigarrillo ante el carraspeo de los otros, y la mirada sorprendida de los de amarillo, detrás de los binoculares, maldijo esas miradas y la a letra "A" del teclado que no funcionaba bien. Enviaron un par de estímulos pre-codificados y observaron las respuestas, leyeron los datos mas a mano, rescataron de la memoria del ordenador los otros datos cargados de antemano y una vez levantado todo, hicieron correr el programa principal.

Una pregunta apareció en la pantalla del experto que pulsó una letra del teclado en respuesta, con los dedos medio e índice que sostenían el –supuestamente prohibido- cigarrillo, con el magro estímulo de pulsar la tecla, el rostro de Darwin se modificó completamente, abandonando el aire tremendo con el que había llegado.

El olor a Albahaca lo inundó de repente, con toda la fuerza; estaba corriendo y calló revolcándose sobre el almácigo que recién comenzaba a brotar, regado con esa paciencia que solo los años le habían dado a don Pedro, el abuelo, que comenzaba a repetir el simulacro milenario de correrlo con la varita de mimbre; rito que contando a Darwin era la tercera generación con la que lo ejecutaba. Nunca el viejo le había pegado a los hijos, menos lo haría ahora con el bisnieto, sin embargo, repetía las mismas palabras en italiano, como un rito o un acto teatral señalando las plantitas con la varita.

Intentó incorporarse, gastando en ello las ultimas fuerzas, las reservadas para el llanto, única escapatoria a los chirlos en la cola, pero ya era tarde. Otra fuerza descomunal, la del abuelo, lo elevaba por los aires en medio del casi-miedo al abuelo Pedro (que no pega chirlos), y el resultado de su acción, las manos en el barro, la cara embarrada, la ropa; mientras la abuela contemplaba desde lejos los setenta años de distancia de los dos personajes, apoyada en el bastón que usaba de puro compadrona. La carcajada estruendosa del abuelo que olía siempre a mate cocido, lo envolvía, haciendo más penosa la derrota.

Darwin quiso supuso erradamente que podía explicar algo al viejo, pero solo logró soltar un par de sonidos sin sentido, sonando a mucha baba entre los escasos dientes, mientras el viejo le contestaba en tono de burla; conduciéndolo de la mano, para que no se caiga, y la abuela alcanzaba el trapo húmedo, siempre preparado para este tipo de emergencias. Pasaron delante de la jaula de los canarios, que acostumbraban alborotarse cuando pasaban por ahí, Darwin preguntó algo al abuelo, en un código que ya habían establecido, y el viejo contestó con una afirmación demasiado acentuada de la cabeza, que significaba no entender o no escuchar. Algo recordó acerca de canarios que le despertó la curiosidad, pero a esa edad las cosas se olvidan con negligente rapidez.

Le lavaron las manos para merendar el mate con pan casero, y el abuelo se sentó en la cabecera de la mesa haciendo ruido al comer el pan mojado en la leche, Darwin preguntó porque el tero saludaba desde afuera, a lo que el viejo astuto contestó que es el animal mejor educado de todos, lo demuestra la vestimenta, porque anda siempre vestido de etiqueta, largando otra carcajada estruendosa, autofestejande de su chiste, tal vez debido a su sordera.

El viejo le preguntó por fin, sin levantar los ojos del mantel mientras la abuela retiraba la mirada de la leche hirviendo; quienes estaban con él en el sabotaje del CCP. Darwin no entendía, ni las palabras del viejo, ni el reloj digital que titilaba en el margen superior derecho de la pantalla las 15:47:10, con el segundero incrementándose de a un punto, y no supo que responder.

Notó que la imagen de los nonos lo acompañaba hacia cualquier lugar que moviera la cabeza, al igual que el reloj. En algún momento los rostros de los bisabuelos desaparecía de la pantalla, cambiando por el de los tipos vestidos de blanco, en imágenes encimadas, uno con anteojos y el faso entre los dientes, insistiendo con las preguntas sobre quienes estaban con él en la destrucción de la Central de Control Poblacional; quiénes lo habían planeado... Darwin notó que algo no funcionaba bien porque se le inundaba la garganta de lágrimas saladas, tal vez por haber perdido los rostros de los abuelos, y algo de aquella lejana y feliz inocencia.

De algún lejano agujero negro, renacían las estrofas de esa vieja canción que lo hacía llorar de recordar que no la recordaba, porque la había aprendido en esa época donde todo se recuerda demasiado poco y es sabido cuanto duele recordar....

Tengo-una-banda domingueeeeera
que siempre toca en la plaaaaaaza
con una tuba grandooooooota
yunos platillos de laaaaaaaa tael...
...el perro que mueve.....

Había una voz demasiado familiar escondida en algún punto de toda esa oscuridad, el dolor de no poder volver, la angustia infantil, las lágrimas con los mocos, el cuerpo chiquito y frágil, y el gusto a los caramelos mediahora que solo gustan a esa edad. Después gustan por el recuerdo.

El joven de blanco aventuró que el error estaba en el estímulo, mientras el viejo, sugirió que aún estaba demasiado sedado, la dosis de Cefalocaína había sido excesiva. Debían esperar un par de videojuegos mas para sacarle alguna información. El oficial de civil opinó que no disponían de tanto tiempo, a lo que el médico contestó alzando los hombros, haciendo uso de otro de esos permisos que conceden la fama, los conocimientos y esas insignias en el guardapolvo impecable. El sistema corrió un par de pruebas mas, sin obtener respuesta de Darwin que estaba cada vez mas lejos de la casa de los bisabuelos en aquel pueblo de provincia.

Hacia afuera, lo único que llegaba de esas proyecciones eran cifras, presión, pulsaciones y miliamperes emitidos desde algún rincón de un humano lóbulo frontal; ellos pulsaban alguna tecla por única respuesta; mientras tanto el Fugitivo oraba a todos los dioses que pueblan los cielos, por regresar a la casa de los Bisabuelos, imploró y lloró largamente, como acostumbran hacer los niños a su edad.

Darwin percibió algo extraño en su nombre, pero no prestó atención por alguna razón inconsciente; trató de ordenar esas intuiciones ínfimas para encontrar la Manija, esa de donde nos aferramos cuando todo es desorden. Y notó también, que algo le dolía cada vez que pensaba, o señalaba, o mostraba, o recordaba el famoso sistema que al que aludían. Una angustia como de muerte de un músico le inundaba los ojos. Seguramente que no debía pensarlo.

¿Habría sido borrado el recuerdo del sistema? como esas ideas del origen del universo, el fin del mundo, de donde venimos, o sus respuestas a: “¿donde vamos cuando morimos?”

Los médicos intentaron entretenerlo con otros “videos”, tratando de recuperar esos registros borrados con un sistema utilitario, mientras notaban que el cuerpo comenzaba a irradiar un mensaje críptico que estaban esperando desde que lo ingresaron al quirófano. Un quinto programa se activó instantáneamente, creando la barrera infranqueable contra ese particular mensaje, en esa frecuencia especifica (y no otra).

Era absolutamente imposible que el resto de los Banderistas recibieran el mensaje, era una torpeza de su parte pensar que pudieran atravesar las barreras del sistema sin la destrucción del fugitivo, aunque tal vez también por eso eran así de tenues, casi como una formalidad, el mensaje debía ser activado con un único cometido coherente: que el enemigo trate de desactivarlo. ¿Chi lo sa?

Mientras el sistema principal realizaba la búsqueda binaria de algún archivo de seguridad (que por error siempre quedan sin borrar); el segundo buscaba indicios en esos recuerdos aparentemente inofensivos, otro seguía presentando estímulos al cuerpo, buscando alguna respuesta del paciente en la camilla, y el último rechazaba las ondas de auxilio, en frecuencias y códigos cambiantes (cosa que también había sido prevista).

En cierto momento, los globos oculares de Darwin se movieron rapidamente mas de tres veces; el psiquiatra quitó los ojos del paciente mirándolo al de la derecha, que le contestó levantando las cejas por encima del límite superior de los anteojos, entendiéndose esto como un "Puede ser" sin dejar de pulsar teclas y revisar curvas en la pantalla. Las líneas del Electro recobraron el vaivén alocado y las ventanas del menú RECUERDO INFANTIL comenzaron a mostrar renglones de palabras separaras por guiones.

El médico más viejo, aceptaba las alternativas que enviaba el sistema, respondiendo afirmativa o negativamente, o simplemente tomando las que proponía la máquina por defecto:

¿PROCESO DE CONDENSACION AUTOMATICA OK SI/NO ?
¿ PROCESO DE DESPLAZAMIENTO AUTOMATICO OK SI/NO ?
¿ ANULACION PRINCIPIO DE REALIDAD SI/NO ?
CONCIENCIA DE SI 60% .. CAMBIADO A 20%


La rodilla dejaba escapar un delgado y (demasiado) brillante hilo de sangre por encima del manchón de barro, pero los cortes a esa edad poco duelen, y menos en el fragor de un partido de fútbol. Los gritos lo convocaron a incorporarse del suelo, y a correr a pesar del corte y el tirón en la rodilla; levantó la cabeza y distinguió el gris desteñido del pantalón de loneta con el número 9 del "Píldora", que desbordaba por la punta derecha, bastante exigido. Alguno del montón alcanzó a gritar la orden de: "Echalo" y el nueve apenas acarició el esférico para hacerlo avanzar al cuatro contrario que lo marcaba (el negro). Se escuchó la puteada del Píldora por el codazo recibido, pero el negro quedó en el barro desparramado.

Darwin no necesitó mucho trabajo intelectual para verificar la desventaja en que se encontraban, a pesar de la imposibilidad de distinguir a los compañeros por las camisetas, hay un código tácito que se teje en el equipo, una delicada comunión que poco tiene que ver con signos. Darwin dudó que el Píldora le apuntara el centro a él, no solo por estar como a un metro de entrar al área grande aún, sino que ese mismo código ya había establecido también, que Darwin era un tronco, de esos a los cuales la pelota no se le pasa NUNCA.

Sintió que le latían los oídos. El cuerpo late los días de frío cuando uno corre; la transpiración le fluía salada por la nariz hasta la boca. Faltaban un par de pasos hasta el área chica, el nueve ya había levantado la cabeza, como los que saben de eso, y lo atravesó con la mirada porque lo vio solo contra el "segundo palo". Le pegó demasiado bien, como si no fuera cierto. La pelota describió un amplio semicírculo con el viento, y Darwin tenía uno o dos pasos aún que salvar. Los dio, se apoyó en la zapatilla demasiado resbaladiza de la izquierda, y se elevó viendo venir la pelota, con toda la fuerza, y le puso la cabeza, frente al arquero que le "salió" a "achicar" en ese sector donde no había nadie; y ese nubarrón oscuro que lo tapó ¿Con que le habría pegado? ¿Con la frente seguramente que no? ¿Cayó sobre alguno de los defensores?

De repente la barra lo abrazó durante el tiempo establecido en que se festeja un gol. Y el dolor en la nariz. Si, había hecho el gol, y lo gritó y bailó, y se agarró de los alambres como en la tele. Cuando volvía tuvo que disimular la alegría, no fuera que pensaran que era un boludo que nunca había hecho un gol en su vida. Pronto lo ganaron la vergüenza y la timidez, por el halago fácil y tal vez fingido de alguno. Había cumplido algún secreto deseo de mucho tiempo. Seguramente se comentaría al día siguiente en tercer grado el gol del Darwin. ¿Darwin, porque ese nombre si en realidad se llamaba ... ? y el dolor.

El claroscuro de la tarde regalaba sus últimos destellos rojizos y comenzaban las imágenes en blanco y negro, tornando la visión de la pelota en una mera adivinanza. La democracia incipiente de los chicos, votó la finalización del partido, sin que se levantaran las manos, se expresaran motivos o el resultado favoreciera a unos u otros, aquel mismo código determina que los partidos terminan cuando ya no se ve nada.

Parte del grupo, se encaminó para el lado de su casa, que era el lugar más cercano para tomar agua; picando la pelota en la calle, y entraron por último en la cocina de la casa de Darwin, donde la mami estaba cocinando la cena. Tomaron toda el agua posible y se rieron de buena gana; luego le contaron a la mami que Darwin había hecho un gol, pero la mami solo se volvió para preguntarles monótonamente si ellos venían de romper el CCP, como si se tratara de otra de las travesuras a las que estaba demasiado acostumbrada. ¿Sería que estaban todos embarrados, y él en particular, con la nariz y la rodilla ensangrentada?

El Píldora, que momentos antes le entregara el pase del gol, ahora tenía gruesos anteojos y apareció nuevamente el reloj en la pantalla 15:49:40, para su extrañeza, y todos giraron los rostros mientras el Fugitivo solo quería que le preguntaran por su gol y no quienes estaban además de ellos, no podían hablar de otra cosa, no podían sacarlo de ese lugar donde estaba tan feliz. No tienen derecho a hacerlo.

La pantalla del menú CONDENSACION, mostró por fin un error insalvable, imposibilitando recuperar el control de los sentimientos del paciente.

El Fugitivo volvió a serlo porque las imágenes se le comenzaron a borrar y perdió el status de autor de gol, en un mismo acto. Los que antes vestían pantalones cortos y remeras embarradas, ahora estaban impecablemente vestidos de blanco, frente a las pantallas. La mami mezclaba preguntas de las heridas, con otras sobre un sistema de control de población.

Darwin tuvo unas extrañas sensaciones, de ser víctima de un robo de "Felicidad Infantil", de estar rodeado, de claustrofobia, y de su identidad, que no era precisamente Darwin el Fugitivo; pero algo lo hacía rebotar a ese lugar donde le dolía todo, donde el miedo a seguir vivo era peor al de estar muerto, por eso mismo, lo que le quedaba de cuerpo comenzó a irradiar mensajes más intensos, emitidos en forma intermitente, chocando en forma inevitable contra la barrera tendida alrededor. Cada vez que pensaba en su nombre, en el CCP, o los compañeros... rebotaba contra esa masa verde viscosa, que lo hacía girar sobre su eje, y lo aturdía de colores hasta ceder al otro dolor. Imploró, por último, ya sin demasiada convicción, esperando la felicidad de una pregunta sobre su único y ficticio gol.

Las voces de la mami se desdibujaron finalmente, el mantel de la mesa sé metamorfoseó en sábana, cubriendo el cuerpo familiar, de pronto un BIP del sistema indicó a sus médicos la finalización del juego (el suyo) y apareció el esperado mensaje en la pantalla: INGRESAR PALABRA CLAVE, en color intenso, titilando al igual que el reloj. Solo quedaba la última parte, el mas joven, sentado a la izquierda, activó el programa que intentaría romper la barrera de seguridad del Fugitivo; descubrir las características de la Password, luego, las dimensiones; mas tarde, las -seguramente- pocas y contadas oportunidades para ingresarla.

Algo ocurría mientras tanto, inadvertido por los de adentro. El rostro hasta ahora impávido del enemigo del Sistema, tomó un color rojizo, como si hubiera recibido por segunda vez el pelotazo del Píldora, y una contorsión muscular general bastante inusual en los alcanzados por los dardos de Cefalocaína. Un hilo de sangre salió del orificio izquierdo de la nariz.

En el margen inferior izquierdo de la pantalla, un recuadro mostraba el título: CAPACIDAD DE SOBREVIDA 0%, cuando en realidad debería oscilar entre 88 y 96 %.

El fugitivo hizo tres intentos consecutivos de auto-muerte, lográndolo solo parcialmente en el tercero. Fue en vida un ser hecho para ser golpeado, como los saleros de los bares, no podía fallar ahora.

Seguramente, pensó el médico viejo tratando de encontrar una explicación innecesaria, al intentar la primera password errónea o fuera de término, se activó un sistema de autodestrucción que no conocíamos. Pero estaba todo demasiado previsto para inquietarse. Unos líquidos viscosos, muy distintos de la sangre, continuaron el trabajo de irrigación cerebral, en realidad, lo único que ellos necesitaban del cuerpo de la camilla, desde una máquina portátil instalada al pie de la mesa, con sondas de diferentes colores.

El EEG, continuaba indicando actividad cortical a pesar de los demás indicadores. El psiquiatra hizo notar al jefe la aparición un mensaje extraño: DESTRUCCION EN DOS MINUTOS, pero el viejo le contestó que no se preocupara.

el gil este no molesta mas a nadie”.

Pero el mensaje, estaba siendo irradiado en una onda muy alta una ultrafrecuencia ni soñada por los que estaban a la par del cadáver; para ser escuchado de lejos y atravesando todas las barreras, pero nadie le prestó la atención necesaria; el sistema sabía que tenia una sobrevida de 0 %, pero le enviaba el estímulo de 82 %, para entretenerlo en eso de auto destruirse, y no rechazar las preguntas; por lo que el cuerpo del Fugitivo aún creía que estaba vivo. Y no solo vivo, se supo hombre, con todo el peso de sus 24 años; con todos los descubrimientos, la militancia política, viendo por última vez el reloj 15:53:20, sabiendo que quedaba poco, todo el peso de la angustia, las ganas de seguir descubriendo, lo que acababa de empezar a dejar, las tramas de nuevos crímenes para atentar contra la seguridad pública, los consejos de la mami, los canarios que no cantan y los hombres de amarillo y el aguijonazo certero en el pecho, la última "imagen fatal de la demencia", la vergüenza y la deshonra de haber perdido otra vez, la albahaca y los nonos. La aventura infantil de destruir un Centro de Control Poblacional, esos que inhiben la insatisfacción humana y la tristeza que produce el arte. ERROR.

La muerte también es algo que le pasa a uno.

El reloj afuera parpadeó 15:53:21 en el rincón reservado de la pantalla, el viejo balbuceé una blasfemia de alegría, lo que fuera el cuerpo de Darwin emitió el último mensaje y calló en forma definitiva DESTRUCCION TOTAL EN 30 SEGUNDOS, y notaron que el cerebro ya no se creía la historia de tener un cuerpo que sirva para algo, pero ya habían entrado en los recuerdos de los pormenores de la destrucción del CCP, habían ganado tomando posición muy dentro el territorio defendido.

"Lo tenemos".

Afuera, tres autos que se habían acercado sigilosamente al perímetro, giraron 180 grados, y comenzaron la huida desesperada; el display de cristal líquido del GPS indicó eso que no querían ver, 0 El sanatorio tenía que desaparecer del espejo retrovisor de la camioneta Moni (y rápido).

Los amarillos comenzaron a disparar con todo lo que tenían, destrozando al "artillero" adolescente de la camioneta que huía por la avenida principal. Una baja mas entre los Banderistas, esta vez el que contestaba inútilmente los disparos de los amarillos; otra baja inútil en la, tal vez, inútil lucha por conservar un islote de humanismo, contra lo inevitable.

La Moni esbozó una mueca de risa porque el negro Darwin no se fuera solo, sino con una nutrida y muy selecta escolta de hijos de puta.

Cuatro pares de sustantivos, pugnaban por salir de algún lugar oscuro del lóbulo frontal de Estevez, Jorge Alberto. Argentino. 24 años. Nombre de clave pública: Darwin, Capitán Beto en la secundaria, Jorgito para los nonos.

Los datos rebotaban tres veces y salían de a uno, cediéndose el paso, como prisioneros de batalla perdida.

Uno de los médicos dudaba de algo que no entendía del todo, mientras comenzaba la grabación de los datos en copias de seguridad, por las dudas. "Es como sacarle un juguete a un chico", dijo el agente político de la derecha, para nuevas risas. "ES un chico", dijo el médico viejo en clara alusión a la edad de Darwin en el sueño.

De la guardia informaban por los microtransmisores, que habían abortado una misión de rescate de los fanáticos autotitulados "los Banderistas", sin que llegaran a intentaran nada.

El anteojudo, se apuraba en sacar todo lo posible y grabarlo, sin entender porqué, como con un miedo adquirido con los años de hacer lo mismo, con un convencimiento que no evitaba ese gusto amargo de mierda, a veces. El teclado respondía perfecto ahora.

Tenían una dirección donde había un supuesto ¿BUNKER?, Los nombres de unos ¿SUB-PRINCIPALES? a cargo, las claves de Ingreso de lectura instantánea, la ¿VISION NOCTURNA?. Cada verbo o sustantivo lejos de aclarar, dejaba mas dudas ¿Hormigas devoradoras de circuitos electrónicos?. ¿THEOLOGICAL SOFT CORP.?

No puede haber como jerárquicos sub-principales, sino principales. Destruir las cosas con Hormigas es ilógico. Los hombres de inteligencia se preguntaban si habían entrado al lugar indicado.

El Fugitivo no podía moverse, pero de haber podido, se hubiera sentado en la camilla, hubiera reído seguramente al ver la imagen que apareció en las pantallas, serena. Un primer plano, grabado en forma impecable, editado y empalmado, como si hubieran dispuesto de mucho tiempo y técnica para hacerlo; tal vez ni Darwin supiera que tenía eso grabado en su cerebro, como tampoco sabía su nombre verdadero. El fugitivo no mostraba maldad ni venganza alguna por la muerte (suya). Algún médico vio una imagen grabada, otros, presumieron una emisión radial de los de la operación de rescate abortada, y algún místico vio un alma, que habló como si lo hiciera para un público de programa televisivo de concursos.

"Señores, no tengo idea de mi condición actual de vida, aunque lo imagino, poco importa, como poco importa que hayan violado mis cerraduras internas y roto mi cuerpo, Los pormenores de la operación para la que fui programado, como otros, quedarán aquí, incluso si han llegado a grabar algo, dado que no hay medio mecánico, magnético u óptico que pueda resistir los 18000 grados. Si no hubieran llegado hasta acá, yo hubiera muerto de viejo en unos cuantos años, sin enterarme siquiera que llevaba una pila de Plutonio de 1.2 Kilotones y que se activaba en estas circunstancias. De mas está decir que lamentamos la caída de los inocentes, pero las reglas del juego no las hemos hecho nosotros"

La imagen se apagó, el médico joven miró al resto levantando las cejas y abriendo la boca, el viejo escupió el cadáver mostrando el nivel de su derrota y volvió la vista para ver en la pantalla el reloj que marcaba exactamente, como el cuerpo lo había previsto, las 15:53:51, en el mismo instante en que la luz convirtió todo lo viviente en unas cuadras a la redonda, en ALMAS.

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