A medida que
crecemos vamos aprendiendo a armar personajes para ser aceptados en
distintos entornos. La familia nos exige un comportamiento, la casa
de los tíos, otro; la de los abuelos, otro.
El individuo, a
medida que crece, va camuflando su pensamiento con el verbo.
Retórica que le llamaron los griegos. Agiornamos el Yo para
poder ser aceptados en la sociedad, o mas correctamente, las
sociedades, esas mini células de individuos que se reúnen por
compartir neurosis similares.
Comportamiento este
de esconder quien es uno, como conditio sine quanon para entrar a
circuitos puntuales, por caso, el café de los sábados de los
maqueteros, gente que se junta a discutir sobre copias a escala de
barcos antiguos.
La etimología de la
palabra persona habla a las claras de esto, hace referencia a
la máscara que usaban los actores “per sonare” en el teatro.
Esas de la tragedia y la comedia, la sonrisa exagerada… si esas.
Convengamos, no
somos la misma persona que entra al lugar de trabajo, con una remera
careta -planchada- y mocasines, que el que sale al recital de rock y
va al cuarteto otro día.
El tipo que entró
por primera vez a la casa de los padres de ella, no es el mismo que
abre la heladera y se rasca el culo -en un solo y mismo acto, aunque
parezca mentira- a los tres años.
Podemos imaginar que
este mismo pibe concurre a misa los domingos, la de la tarde, donde
hay mas minitas, solo porque le gustan algunas, porque en realidad no
se traga ni ahí la palabra del señor. Va porque están estas
minitas pura y exclusivamente. En realidad está acumulando puntos.
No es la misma
persona cuando juega al fútbol con los amigos y le están pegando a
uno de ellos, a los 10 del segundo tiempo, que ese otro que argumenta
basándose política frente a un imbécil que asegura tener la posta
del asesinato de Nisman, a partir de un banner en TN. El
instinto homicida es el mismo, cabe aclarar.
Ahora hay momentos
PLUS ULTRA, cuando toma un par de birras con amigos y sale
etiquetado en facebook, pulgar arriba en una mano y en la otra el
vaso. Si el individuo es mujer, es obligatorio el quiebre de
cintura.
Otro individuo
totalmente distinto es este personaje que se apodera de él -o de su
alma escasamente cristiana- a las 0400 en el casorio de la hermana,
cuando suena las estrofas musicales de “de reversa mami”, demonio
del que recién logra despojarse a las 1600 del día siguiente, no
sin un altísimo costo en analgésicos y/o vómitos.
Hay
casorios en los
que debe respetarse mas etiqueta que en otros, o demorar lo mas
posible la llegada del troglodita que palmea traseros de niñas, a riesgo
de ser objeto de golpizas. Existen otros casamientos en los
que está literalmente prohibido. Otros, en los que en cambio, está
totalmente permitido, el propio por ejemplo. Lamentablemente esto lo
descubrimos por lo general a una edad donde ya ni recordamos cuan
divertido era.
Ahora bien, es
cierto que existe una norma tácita -no escrita- que prohíbe, onda
código penal “se castigará con un número no inferior a
veintiocho zopapos al que palmeare y/o acariciare traseros de novias
en bodas, por bonito o redondito que fuere...” También es cierto
que existen agujeros negros del derecho, dentro de los cuales podemos
incluir los casorios. Nunca hay denuncias penales en las bodas y
todos hemos observado, en mayor o menor medida, acciones que bien
hubieran valido sus veinte años de prisión, como mínimo.
Convengamos que la
ingesta de tóxicos de distinta índole -las bodas son generosas en
tóxicos de diversa calidad y efectividad- contribuyen a la
liberación de estos demonios internos, que parecieran dormir
aletargados, pugnando constantemente por salir, como perros de
departamento, a “dar asco” como gusta decir uno de los peores
personajes de un amigo del alma.
Todo humano medio,
de la cultura que fuere, debe adecuar el yo para escuchar estupideces
y poner cara de velocidad, por motivos de lo mas variados posibles.
Por expectativa
-hasta incierta- de sexo, doctos y probos varones han debido soportar
estoicamente y sin una mueca, argumentos en favor de canciones de
Miranda, hasta el recitado de “chanchito picarón” o torturas de
distinta índole.
Por serles prohibida
-por mandato imperial- la piedad -al decir de Borges- otros deben
soportar loas a la gestión del intendente Ramon Mestre Jr.
Sin poder hacerse pis de la risa.
Para estas
emergencias, soltar la risa sin querer ante tamaña pelotudez, es
importante pre armar una excusa:
- Sorry, me acordé
de una piba amiga que me contó un chiste.
Seguido de una breve
sinopsis del chiste que nos permita salir medianamente bien parados
de la risita o carcajada frente a tamaña pelotudez, por un lado, y
por otro, salir del tema para no seguir corriendo riesgos
innecesarios.
Los taxistas son
proclives a poner a prueba los personajes de sus pasajeros, con sus
discursos pro Servicio Militar Obligatorio, o Pena de
Muerte o el subsidio a las
negras embarazadas o “con
el que mejor estábamos era con el Turco”,
mientras este pobre pasajero debe mantener vivo
de alguna forma el personaje
del escuchador, por
el solo cometido de llegar a destino, guardando celosamente -pero con
grandísima dificultad- la pregunta:
“¿Estas
haciéndome una cámara oculta o
te comiste un big mac?”
Nada impide, sin
embargo, en ciertos y determinados momentos, en presencia de ciertas
personas, el encendido del firewall intelectual diseñado e
implementado por el semidios Odiseo Torres, embellecedor de
realidades.
Ante la inminencia
de la aparición de este tipo de “obligatoriedad de oreja”, este
“antivirus” no deja pasar al yo -al de verdad- estas opiniones y
le indica al individuo los momentos oportunos para soltar cabeceos
afirmativos, las risas o las frases:
-¿Me estas
jodiendo?
O las expresiones
asombraticias
-¡Jodeme!
Para que el
mencionado taxista lo lleve a buen puerto en la felicidad de haber
encontrado un alma afín.
El correcto uso del
firewall requiere de cierto entrenamiento, porque de tenerlo
encendido constantemente el individuo se pierde de lo mas sabroso de
la vida, los motivos de risa. Se aprende a encenderlo en el momento
preciso, con cierta práctica se automatiza el encendido con solo
verle la vestimenta al interlocutor.
-Hola loco -me
cuestan cada vez mas los nombres propios- ¿Como estas? CLICK.
Bzzzz. Encendido y funcionando.
Podes escucharlo
cinco horas sin que se te altere el ritmo cardíaco, hasta incluso
responder las frases y latiguillos pre armados de manera cuasi
inteligente. Nadie lo nota.
Hay personajes de
seres muy mal nacidos que incluso con el firewall encendido logran
intercalar en la comunicación alguna maldad, una frase del indio,
por solo el placer de escucharlos preguntar:
-¿Que indio?
-
Solari
Y
cuando la cara les trae la nada misma, agregan…
-
El que jugaba en San Lorenzo.
-
Ah – y ven como crece la nada-
Imprescindible llevar Firewall donde hay riesgos, caso reunión de promoción mil
novecientos ochenta y tanto Comercial Fulano,
gente a la que hace treinta años no se ve, no es del todo polite
interpelar al que cuenta los mismos chistes Delsellianos de
adolescente alcoholizado, llamándolo a la realidad y su condición
de cincuentón.
Tampoco en
conveniente en foros o congresos empresariales, hacer la “V” de
la victoria peroncha, para indicar estar de acuerdo con alguna
ponencia. No compañero, no lo hagas, te entiendo, te sale de
adentro, pero no lo hagas. Te cuento, en estos círculos se estila
el “todo bien” -se pronuncia tobien- y bien va con B
larga, no V corta.
Si en cambio es
perentorio -en estos círculos- hacer las comillas con los índices y
medios de ambas manos para enfatizar frases. Decir “hacer foco”
en lugar de “hacer hincapié” que alude a lo mismo, pero bastante
mas demodé, o utilizar el adverbio de cantidad “nada”
como punto final de todas las oraciones, acompañado de leve
levantada de hombros.
Es tendencia.
Hay quienes
confunden el personaje y sacan el que no corresponde en momentos
inadecuados, la clínica les encontró el título de sociópatas.
Hay quien sugiere
que no hay malas palabras, sino lo que hay en realidad son palabras
usadas en tiempo y lugar inadecuados. Una palabra puede malograr la
calificación para el empleo en la entrevista laboral, o para
granjearse el respeto del alumnado, o la cara de asombro de los
suegros.
La voz popular
encontró el verbo “derrapar” como el mas adecuado para referirse
a estas acciones verbales.
-¿Te bancás los
pibes en la cara? Pareciera ser muy mala frase para final de cuento
de sobremesa. Lamentar la muerte de Hugo Chaves, resultó mas grave
para Sisoco, horrorizados mutuamente todos.
Basta el asombro de
uno solo de este binomio matrimonial, por lo que fuere, este
último se encargará de convencer a su par, para luego ejercer con
su descendiente las acciones destinadas a llamar al orden la
individuo que no utilizó el personaje adecuado en el momento y lugar
adecuados. No en cualquier lugar ese puede ser peronistabolivariano.
Para ser mas
exactos, no se puede ser YO
en cualquier lugar y momento. Hay que ser quien se espera ser.
Cualquier acción
puede delatar al personaje inadecuado en el lugar inadecuado; ropa,
aros, escupitajo interdental, encendida de algo para fumar, tic de
restregado nasal, mirada al contorno de la novia.
Esos personajes
empiezan a tomar forma en la medida que el individuo necesita
interactuar con el medio, salvo los técnicos que mantienen un solo
personaje jamesboniano. A cierta edad universitaria estos personajes
llegan a madurar y convivir armoniosamente en el yo, amesetados,
momento en el que alcanzaron un punto justo y trabajan solos, como
bien sugieren los escritores.
Mantienen al
individuo con vida, relacionándose sin mayores sobresaltos -o no-
apareciendo en escena a medida que se los necesita. Este yo comienza
a hincharse las pelotas de mantener tanta gente y empieza a sacarse
de encima los personajes que detesta y empieza a ser el mismo.
Contesta al tachero lo que corresponde y palmea el trasero de las
minitas en el casorio.
Sócrates bebiendo
la cicuta es un claro ejemplo del “conócete a ti mismo”.
La experiencia nos
muestra como con la edad, todos estos personajes terminan
confundiéndose y se convierten en uno solo, homogeneidad perfecta
que se consigue -estimo- solo a instantes del final terreno.
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