6 ago 2016

Los personajes del YO


A medida que crecemos vamos aprendiendo a armar personajes para ser aceptados en distintos entornos. La familia nos exige un comportamiento, la casa de los tíos, otro; la de los abuelos, otro.

El individuo, a medida que crece, va camuflando su pensamiento con el verbo. Retórica que le llamaron los griegos. Agiornamos el Yo para poder ser aceptados en la sociedad, o mas correctamente, las sociedades, esas mini células de individuos que se reúnen por compartir neurosis similares.

Comportamiento este de esconder quien es uno, como conditio sine quanon para entrar a circuitos puntuales, por caso, el café de los sábados de los maqueteros, gente que se junta a discutir sobre copias a escala de barcos antiguos.

La etimología de la palabra persona habla a las claras de esto, hace referencia a la máscara que usaban los actores “per sonare” en el teatro. Esas de la tragedia y la comedia, la sonrisa exagerada… si esas.

Convengamos, no somos la misma persona que entra al lugar de trabajo, con una remera careta -planchada- y mocasines, que el que sale al recital de rock y va al cuarteto otro día.

El tipo que entró por primera vez a la casa de los padres de ella, no es el mismo que abre la heladera y se rasca el culo -en un solo y mismo acto, aunque parezca mentira- a los tres años.

Podemos imaginar que este mismo pibe concurre a misa los domingos, la de la tarde, donde hay mas minitas, solo porque le gustan algunas, porque en realidad no se traga ni ahí la palabra del señor. Va porque están estas minitas pura y exclusivamente. En realidad está acumulando puntos.

No es la misma persona cuando juega al fútbol con los amigos y le están pegando a uno de ellos, a los 10 del segundo tiempo, que ese otro que argumenta basándose política frente a un imbécil que asegura tener la posta del asesinato de Nisman, a partir de un banner en TN. El instinto homicida es el mismo, cabe aclarar.

Ahora hay momentos PLUS ULTRA, cuando toma un par de birras con amigos y sale etiquetado en facebook, pulgar arriba en una mano y en la otra el vaso. Si el individuo es mujer, es obligatorio el quiebre de cintura.

Otro individuo totalmente distinto es este personaje que se apodera de él -o de su alma escasamente cristiana- a las 0400 en el casorio de la hermana, cuando suena las estrofas musicales de “de reversa mami”, demonio del que recién logra despojarse a las 1600 del día siguiente, no sin un altísimo costo en analgésicos y/o vómitos.

Hay casorios en los que debe respetarse mas etiqueta que en otros, o demorar lo mas posible la llegada del troglodita que palmea traseros de niñas, a riesgo de ser objeto de golpizas. Existen otros casamientos en los que está literalmente prohibido. Otros, en los que en cambio, está totalmente permitido, el propio por ejemplo. Lamentablemente esto lo descubrimos por lo general a una edad donde ya ni recordamos cuan divertido era.

Ahora bien, es cierto que existe una norma tácita -no escrita- que prohíbe, onda código penal “se castigará con un número no inferior a veintiocho zopapos al que palmeare y/o acariciare traseros de novias en bodas, por bonito o redondito que fuere...” También es cierto que existen agujeros negros del derecho, dentro de los cuales podemos incluir los casorios. Nunca hay denuncias penales en las bodas y todos hemos observado, en mayor o menor medida, acciones que bien hubieran valido sus veinte años de prisión, como mínimo.

Convengamos que la ingesta de tóxicos de distinta índole -las bodas son generosas en tóxicos de diversa calidad y efectividad- contribuyen a la liberación de estos demonios internos, que parecieran dormir aletargados, pugnando constantemente por salir, como perros de departamento, a “dar asco” como gusta decir uno de los peores personajes de un amigo del alma.

Todo humano medio, de la cultura que fuere, debe adecuar el yo para escuchar estupideces y poner cara de velocidad, por motivos de lo mas variados posibles.

Por expectativa -hasta incierta- de sexo, doctos y probos varones han debido soportar estoicamente y sin una mueca, argumentos en favor de canciones de Miranda, hasta el recitado de “chanchito picarón” o torturas de distinta índole.

Por serles prohibida -por mandato imperial- la piedad -al decir de Borges- otros deben soportar loas a la gestión del intendente Ramon Mestre Jr. Sin poder hacerse pis de la risa.

Para estas emergencias, soltar la risa sin querer ante tamaña pelotudez, es importante pre armar una excusa:

- Sorry, me acordé de una piba amiga que me contó un chiste.

Seguido de una breve sinopsis del chiste que nos permita salir medianamente bien parados de la risita o carcajada frente a tamaña pelotudez, por un lado, y por otro, salir del tema para no seguir corriendo riesgos innecesarios.

Los taxistas son proclives a poner a prueba los personajes de sus pasajeros, con sus discursos pro Servicio Militar Obligatorio, o Pena de Muerte o el subsidio a las negras embarazadas o “con el que mejor estábamos era con el Turco”, mientras este pobre pasajero debe mantener vivo de alguna forma el personaje del escuchador, por el solo cometido de llegar a destino, guardando celosamente -pero con grandísima dificultad- la pregunta:

¿Estas haciéndome una cámara oculta o te comiste un big mac?”

Nada impide, sin embargo, en ciertos y determinados momentos, en presencia de ciertas personas, el encendido del firewall intelectual diseñado e implementado por el semidios Odiseo Torres, embellecedor de realidades.

Ante la inminencia de la aparición de este tipo de “obligatoriedad de oreja”, este “antivirus” no deja pasar al yo -al de verdad- estas opiniones y le indica al individuo los momentos oportunos para soltar cabeceos afirmativos, las risas o las frases:

-¿Me estas jodiendo?

O las expresiones asombraticias

-¡Jodeme!

Para que el mencionado taxista lo lleve a buen puerto en la felicidad de haber encontrado un alma afín.

El correcto uso del firewall requiere de cierto entrenamiento, porque de tenerlo encendido constantemente el individuo se pierde de lo mas sabroso de la vida, los motivos de risa. Se aprende a encenderlo en el momento preciso, con cierta práctica se automatiza el encendido con solo verle la vestimenta al interlocutor.

-Hola loco -me cuestan cada vez mas los nombres propios- ¿Como estas? CLICK. Bzzzz. Encendido y funcionando.

Podes escucharlo cinco horas sin que se te altere el ritmo cardíaco, hasta incluso responder las frases y latiguillos pre armados de manera cuasi inteligente. Nadie lo nota.

Hay personajes de seres muy mal nacidos que incluso con el firewall encendido logran intercalar en la comunicación alguna maldad, una frase del indio, por solo el placer de escucharlos preguntar:

-¿Que indio?

- Solari

Y cuando la cara les trae la nada misma, agregan…

- El que jugaba en San Lorenzo.

- Ah – y ven como crece la nada-

Imprescindible llevar Firewall donde hay riesgos, caso reunión de promoción mil novecientos ochenta y tanto Comercial Fulano, gente a la que hace treinta años no se ve, no es del todo polite interpelar al que cuenta los mismos chistes Delsellianos de adolescente alcoholizado, llamándolo a la realidad y su condición de cincuentón.

Tampoco en conveniente en foros o congresos empresariales, hacer la “V” de la victoria peroncha, para indicar estar de acuerdo con alguna ponencia. No compañero, no lo hagas, te entiendo, te sale de adentro, pero no lo hagas. Te cuento, en estos círculos se estila el “todo bien” -se pronuncia tobien- y bien va con B larga, no V corta.

Si en cambio es perentorio -en estos círculos- hacer las comillas con los índices y medios de ambas manos para enfatizar frases. Decir “hacer foco” en lugar de “hacer hincapié” que alude a lo mismo, pero bastante mas demodé, o utilizar el adverbio de cantidad “nada” como punto final de todas las oraciones, acompañado de leve levantada de hombros.

Es tendencia.

Hay quienes confunden el personaje y sacan el que no corresponde en momentos inadecuados, la clínica les encontró el título de sociópatas.

Hay quien sugiere que no hay malas palabras, sino lo que hay en realidad son palabras usadas en tiempo y lugar inadecuados. Una palabra puede malograr la calificación para el empleo en la entrevista laboral, o para granjearse el respeto del alumnado, o la cara de asombro de los suegros.

La voz popular encontró el verbo “derrapar” como el mas adecuado para referirse a estas acciones verbales.

-¿Te bancás los pibes en la cara? Pareciera ser muy mala frase para final de cuento de sobremesa. Lamentar la muerte de Hugo Chaves, resultó mas grave para Sisoco, horrorizados mutuamente todos.

Basta el asombro de uno solo de este binomio matrimonial, por lo que fuere, este último se encargará de convencer a su par, para luego ejercer con su descendiente las acciones destinadas a llamar al orden la individuo que no utilizó el personaje adecuado en el momento y lugar adecuados. No en cualquier lugar ese puede ser peronistabolivariano.

Para ser mas exactos, no se puede ser YO en cualquier lugar y momento. Hay que ser quien se espera ser.

Cualquier acción puede delatar al personaje inadecuado en el lugar inadecuado; ropa, aros, escupitajo interdental, encendida de algo para fumar, tic de restregado nasal, mirada al contorno de la novia.

Esos personajes empiezan a tomar forma en la medida que el individuo necesita interactuar con el medio, salvo los técnicos que mantienen un solo personaje jamesboniano. A cierta edad universitaria estos personajes llegan a madurar y convivir armoniosamente en el yo, amesetados, momento en el que alcanzaron un punto justo y trabajan solos, como bien sugieren los escritores.

Mantienen al individuo con vida, relacionándose sin mayores sobresaltos -o no- apareciendo en escena a medida que se los necesita. Este yo comienza a hincharse las pelotas de mantener tanta gente y empieza a sacarse de encima los personajes que detesta y empieza a ser el mismo. Contesta al tachero lo que corresponde y palmea el trasero de las minitas en el casorio.

Sócrates bebiendo la cicuta es un claro ejemplo del “conócete a ti mismo”.

La experiencia nos muestra como con la edad, todos estos personajes terminan confundiéndose y se convierten en uno solo, homogeneidad perfecta que se consigue -estimo- solo a instantes del final terreno.

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