15 abr 2013

Pérdida de hábitos

Perdí un amigo


Me enteré de la desaparición de Philip Seymour Hoffman.  Me recordo una historia escuchada.  Traté de homenajearlo humildemente.


-Perdí un amigo de cincuenta años- balbuceó Sisoco cercano al llanto por lo que la concurrencia abandonó voluntariamente la patológica alegría que los caracterizaba.

-¿Conocido? ¿Amigo? –Consultó Odiseo, fecundo en ardides-

-Anginas- fue la respuesta lacónica del primero, como pretendiendo con ello dar por respondida la pregunta. Bien podría tratase de la enfermedad que se llevó a su amigo al otro barrio, pero no respondía a los datos filiatorios de los que fuera objeto la requisitoria. 

Se suceden los segundos necesarios para que el informante haga el duelo correspondiente hasta que por fin sentenció:

-Tengo cincuenta y nueve años, fumo desde los nueve.  Un amigo de cincuenta años, culpa de estas anginas me da asco el cigarrillo.
En vano tratan los amigos de argumentar a favor de dejar el cigarrillo, en vano tratan de establecer paralelismos entre la vida sana y la longevidad, Sisoco continúa ensimismado y melancólico por la pérdida. Que cáncer, esto, impotencia tal otra cosa, arritmia, que el ahorro de dinero.

Nada.  Sisoco García continúa ensimismado.

-Yo lo tomaría como una bendición, sacarme de encima este vicio asqueroso –dice Jacinto-

-Años hace que estoy tratando de dejar de fumar y no puedo –agrega Rómulo- y he tratado de todas las formar posibles.

-¿Cuál es el problema entonces, si lo que te ocurre es en tu beneficio?
Se llenan de brillo los ojos de Sisoco, los labios se mueven pero no logran soltar la palabra, demora un par de segundos mas de lo necesario en armar la frase, esa que parece asustarlo demasiado.

-Temo me ocurra lo mismo con el vino- y soltó por fin el llanto liberador, que redime y consuela.

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