La República
"Y presumes de ser, puro paisano, de haber
sido y de ser republicano"
Poco podía saber a los ocho o diez años, yo, o eso que creo que era yo por aquellos tiempos, acerca de la Res Publicae, de la guerra civil, la falange y las brigadas
internacionales, de existencialistas que daban la vida -dejaban de
existir- por una causa tan ajena y extraña como la vida misma.
Si recuerdo que me quedó un ruidito interno hacia ese sustantivo que viene de un adjetivo: republicano.
Si recuerdo que me quedó un ruidito interno hacia ese sustantivo que viene de un adjetivo: republicano.
Un agravante hacía mucho mas difícil mi acceso al conociemiento, eran tiempos de Videla y su troupe de malnacidos.
Cuando llegábamos con mi papá al almacén del viejito, aquel -padre
siempre fue un mal bicho- utilizaba la frase a modo de saludo "viva
el generalísimo Francisco Franco", lo cual era seguido por la
filípica del viejito, que parecía divertir a mi papá y al resto de
la audiencia, culminando siempre cuando decía "no me pienso
morir antes que el cabrón hijo de puta". Era vasco o catalán,
no recuerdo o nunca supe, lo que si recuerdo, es que le molestaba
muchísimo el mote de gallego.
Su condición era de apenas un adorno del almacén.
De la historia de la primaria y las figuritas de la guerra de la independencia me quedó el rojo y amarillo, no solo como los colores de la bandera española, sino también, del enemigo. Así de anacrónica fué siempre la enseñanza de la historia en estas latitudes, nos enseñan a odiar a un enemigo que dejó de serlo hacer doscientos años, y se endiosan a los actuales Mc Donnald y Coca Cola.
Su condición era de apenas un adorno del almacén.
De la historia de la primaria y las figuritas de la guerra de la independencia me quedó el rojo y amarillo, no solo como los colores de la bandera española, sino también, del enemigo. Así de anacrónica fué siempre la enseñanza de la historia en estas latitudes, nos enseñan a odiar a un enemigo que dejó de serlo hacer doscientos años, y se endiosan a los actuales Mc Donnald y Coca Cola.
Una mañana, ya
en mi bicicleta porque la edad lo permitía, llego al almacén de don
Luis y veo enarbolada la extraña bandera roja y amarilla, la bandera
"que no es la misma que está en mi corazón".
Me queda aun la duda si la había traído con él cuando escapó al horror o la compró en ese momento, el día de la muerte del cabrón hijo de puta, lo importante a mis infantiles ojos fue que flameó una semana o más, justo cuando moría el viejito Luis, pasados los noventa años, no sin haber cumplido la promesa de sobrevivirlo.
Después, mucho después, otros motivos inflamaron mi corazón, y me trajeron nuevas teorías, tesis, antitesis y síntesis y mucha dialéctica, pero creo que hay un condicionamiento a ser un poco republicano, a identificarme con ese emigrado, loco, con ese odio hacia quien lo privara de sus afectos y paisajes y gustos. Uno no busca un camino, deja que el camino lo encuentre.
Don Luis, no alcanzó a comprender cuanto de su anarquismo, o su socialismo, o su inconformismo, dejaba en las generaciones venideras. Por ahí, nuestro tiempo solo nos permite dejar el ejemplo hacia los que vienen, de esta vida de locos desubicados que elegimos, anacronismos vivos como Igatius Reilly, incoherentes y patéticos.
Me queda aun la duda si la había traído con él cuando escapó al horror o la compró en ese momento, el día de la muerte del cabrón hijo de puta, lo importante a mis infantiles ojos fue que flameó una semana o más, justo cuando moría el viejito Luis, pasados los noventa años, no sin haber cumplido la promesa de sobrevivirlo.
Después, mucho después, otros motivos inflamaron mi corazón, y me trajeron nuevas teorías, tesis, antitesis y síntesis y mucha dialéctica, pero creo que hay un condicionamiento a ser un poco republicano, a identificarme con ese emigrado, loco, con ese odio hacia quien lo privara de sus afectos y paisajes y gustos. Uno no busca un camino, deja que el camino lo encuentre.
Don Luis, no alcanzó a comprender cuanto de su anarquismo, o su socialismo, o su inconformismo, dejaba en las generaciones venideras. Por ahí, nuestro tiempo solo nos permite dejar el ejemplo hacia los que vienen, de esta vida de locos desubicados que elegimos, anacronismos vivos como Igatius Reilly, incoherentes y patéticos.
Nosotros no
discutimos, solo nos limitamos a llevar una vida acorde a lo que
pensamos, a bancarnos con el cuero lo que pensamos, y no mostrar
fisuras, o a ocultarlas un poco.
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