21 abr 2013

De haber sido y de ser, republicano

La República




Decía Paxi Andión allá lejos y hace tiempo, en los primeros años de mi infancia en el pueblo 

"Y presumes de ser, puro paisano, de haber sido y de ser republicano"

Poco podía saber a los ocho o diez años, yo, o eso que creo que era yo por aquellos tiempos, acerca de la Res Publicae, de la guerra civil, la falange y las brigadas internacionales, de existencialistas que daban la vida -dejaban de existir- por una causa tan ajena y extraña como la vida misma.

Si recuerdo que me quedó un ruidito interno hacia ese sustantivo que viene de un adjetivo: republicano.

Un agravante hacía mucho mas difícil mi acceso al conociemiento, eran tiempos de Videla y su troupe de malnacidos.

Cuando llegábamos con mi papá al almacén del viejito, aquel -padre siempre fue un mal bicho- utilizaba la frase a modo de saludo "viva el generalísimo Francisco Franco", lo cual era seguido por la filípica del viejito, que parecía divertir a mi papá y al resto de la audiencia, culminando siempre cuando decía "no me pienso morir antes que el cabrón hijo de puta". Era vasco o catalán, no recuerdo o nunca supe, lo que si recuerdo, es que le molestaba muchísimo el mote de gallego. 

Su condición era de apenas un adorno del almacén.

De la historia de la primaria y las figuritas de la guerra de la independencia me quedó el rojo y amarillo, no solo como los colores de la bandera española, sino también, del enemigo. Así de anacrónica fué siempre la enseñanza de la historia en estas latitudes, nos enseñan a odiar a un enemigo que dejó de serlo hacer doscientos años, y se endiosan a los actuales Mc Donnald y Coca Cola.

Una mañana, ya en mi bicicleta porque la edad lo permitía, llego al almacén de don Luis y veo enarbolada la extraña bandera roja y amarilla, la bandera "que no es la misma que está en mi corazón". 

Me queda aun la duda si la había traído con él cuando escapó al horror o la compró en ese momento, el día de la muerte del cabrón hijo de puta, lo importante a mis infantiles ojos fue que flameó una semana o más, justo cuando moría el viejito Luis, pasados los noventa años, no sin haber cumplido la promesa de sobrevivirlo. 

Después, mucho después, otros motivos inflamaron mi corazón, y me trajeron nuevas teorías, tesis, antitesis y síntesis y mucha dialéctica, pero creo que hay un condicionamiento a ser un poco republicano, a identificarme con ese emigrado, loco, con ese odio hacia quien lo privara de sus afectos y paisajes y gustos. Uno no busca un camino, deja que el camino lo encuentre. 

Don Luis, no alcanzó a comprender cuanto de su anarquismo, o su socialismo, o su inconformismo, dejaba en las generaciones venideras. Por ahí, nuestro tiempo solo nos permite dejar el ejemplo hacia los que vienen, de esta vida de locos desubicados que elegimos, anacronismos vivos como Igatius Reilly, incoherentes y patéticos.

Nosotros no discutimos, solo nos limitamos a llevar una vida acorde a lo que pensamos, a bancarnos con el cuero lo que pensamos, y no mostrar fisuras, o a ocultarlas un poco.

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